En contrapartida y como respuesta contundente, no se le permitirá el acceso a ningún docente en las comisarías del país. No obstante, y en caso de necesitarlo, podrían ser detenidos en las comisarías de las provincias limítrofes. De complicarse esas detenciones las provincias comprendidas en el conflicto irían quedando paulatinamente sin sus plantas docentes.
Luego esos estados provinciales, privados de sus instituciones represivas y educativas,  se van a ir orientando indefectiblemente hacia un estado ideal de cosas donde se perderá en conducta y educación, pero se ganará en cultura.
En primer instancia se va a manifestar una tendencia al aumento brusco del delito, no así de la ignorancia, ya que esta última siempre fue endémicamente alta aunque aparezca con su clásico disfraz de ignorancia ilustrada.
En cuanto al delito, que siempre ha aparecido en las mismas proporciones disfrazado como Administración, presentará convulsivas tendencias a la diáspora, magreando de los espacios concentrados del poder hacia intersticios sociales indeterminados. Algo así como una progresiva socialización del delito, que seguramente ha de ser regulada por la influencia moral de las iglesias evangélicas y las conversaciones de peluquería.
Pero es sabido que esos estados ideales duran poco. A un tiempo prudencial de este clima de aparente caos, que seguramente será coronado de amplios emergentes creativos, aparecerán los componedores, se enviarán embajadas y se conformarán comisiones. La intervención de la iglesia, que mantuvo una sana distancia en el conflicto, será de suma importancia. Se realizarán juicios y se impertirán castigos. Como la mayoría de las familias argentinas tienen un docente y un policía en su seno, las lesiones se irán reparando veladamente y entrecasa. Seguramente se van a manifestar algunas tendencias a la endogamia o a maneras festivas de sobrellevar la cornamenta. Las familias que no tengan esas especies en su seno tienen seguramente un político o un abogado, los que en ese período van a hacer una súbita acumulación de las riquezas.
Después todo quedará en homenajes, críticas a las amnistías, alguno que otro resentido y seguramente mucho cotorreo.
Y finalmente este país volverá a ser el país ultrafascista que era, con educación para todos y detención obligatoria.
En las plazas el caballo blanco volverá a montar sobre San martín, el héroe con nombre de santo. En los patios, con humo de braseros, las putas volverán a tomar mate con el diablo.
Y al fin, como en una enfermedad estacional y hasta nuevo aviso, la fiebre habrá pasado.

 

“Siempre hay un momento de la historia en que un maestro tiene que demostrar que dos mas dos es cuatro. Y siempre hay otro momento en el cual quien tiene que demostrar que dos mas dos es cuatro corre riesgo de morir.” 
Alberto Camus. La Peste.