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Paco, Birra y Ribotril
Los sobrinos del Pato Donald

Juan Ahuerma Salazar

Salta - 2006


Dibujo Andrea Salmón

 

La otra noche venía escuchando, en la radio de un remis, a un ministro de la salud que daba cifras estadísticas sobre el tema del suicidio adolescente, incluso infantil. Me asombró el hecho de que la noción que yo tenía al respecto del asunto parecía estar cardinalmente equivocado. Ocho suicidios que comprometían a la población adolescente en el plazo que va de enero hasta agosto del presente año, ni poco ni mucho, ni mucho ni poco, considerando por supuesto que un solo caso particular nos lleva con temblor y dolor a la dimensión de la tragedia. Y respecto a las cifras que yo tenía en mente, los números de la parca ni ahí cerraban.

Es más, ya estaba considerando que mi criterio estaba influido por el prejuicio, la pacatería y la estulticia que por ahí suelen caracterizar a nuestra mentalidad provinciana, más hecha a la lógica de peluquería que a la de los Shopping Centers. Cuál será la diferencia.

Pero no, che. No era la radio de Salta ni el ministro local al que se estaba reporteando. No se trataba de nuestra provincia ni del espíritu del Milagro de lo que se trataba. Era una radio de Buenos Aires donde un periodista que parecía Chiche Helpburn estaba reporteando al ministro de salud de la provincia de La Rioja. Provincia mas bien pobre, de estadísticas mas bien pobres.

 

Porque  nuestra provincia rica en recursos y abolengos, como una chica que tiene buenos pechos y también buenos apellidos, es también rica en estadísticas, como corresponde. Ya por marzo y abril se hablaba de la friolera de unos veinte y algo más casos por mes. “Y esos son los casos que salen a la luz”, decía la gente que habla por hablar. Y con el precio que tiene la luz, no vaya a creer que son muchos, los casos que salen.

De todos modos los muchachos del San Bernardo saben bien cómo es ese asunto de las geografías de la muerte. Para eso tienen títulos habilitantes otorgados por las universidades nacionales. ¿Está bien escrita con “c”, nacionales? No vaya a ser que sea con ese. No vaya a ser que sea con zeta.

De todos modos, expuestos o tapados, la diferencia de casos con cualquier provincia pobre de nuestro país es realmente proverbial. Enorme, opulenta. Es como decir que entre diez meses y un año aquí mueren tantos jóvenes y jóvenes como en Tragedia Cromañón. Y eso que por aquí no anda Omar Chabán, ni Perro Ciego es Callejeros. Eso sin contar los otros casos que se pierden por ahí o se quedan en camino, como es el caso de los casos de intento de suicidio. Y que tienden a repetirse, y que tienden a repetirse. Imaginemos familias enteras que no duermen, oliendo los trapos sucios de la muerte. Con el corazón en ascuas, con el culo enjabonado.

¿Y qué tiene Salta que no tienen las provincias pobres, o qué tienen las provincias pobres que no tiene Salta? Será que Salta tiene más discapacitados emocionales que los países pobres? Será que la pobreza no tiene un carajo que ver, a contrapelo de lo que dicen nuestros ideólogos de Izquierda, al menos en lo que respecta a este asunto?

Quizá la justa en los tiempos que corren sea ser de una provincia pobre. Entrar en los planes de Ayuda, hacerse dar por donde sea. Ser pobre pero limpito, hacerse el bueno, el ecodiesel.

Lo que tiene Salta a diferencia de las provinpobres es una frontera picante. Una frontera moral picante. Porque lo que antes era una provincia de paso para el alcaloide que tan bien desarrollaron los Mengeles en Bolivia, ahora es una zona de distribución a granel y en puerto libre. Es la misma diferencia que hay entre un clásico jabón Federal y un jabón en polvo de última generación y baja espuma. La Química, señoras, es la diferencia. Qué lindo para un jingle, espero que no me lo vayan a robar.

Y aquí viene el tema de los chicos de Salta, que tan chicos no son porque se creen grandes. Porque el primer efecto de la química sobre el carácter es un supino delirio de grandeza. Crónico, señoras, señoritas. Crónico. Con una raspa de blanca cualquiera se hace grande. Al pedo, pero grande. Lenguaje dialógico se llama éste que estoy usando. Entonces el abuelo es un trasto, los viejos son boludos. Total, mientras sirvan para darnos de comer y cambiarnos los pañales, vamos con la renga. Vamos con la Renga.

Somos re-bovinas, onda zarpada, viejo, música fuerte, heavy, dura, Beethoven era un boludo, suicidio colectivo. Suicidate, che. No me sale el tema, me quiero suicidar. Esto lo escuché en un escenario de la Balcarce, en un lugar donde había chicos que antes de la una estaban locos del tomate, y que muy bien a las tres de la madrugada podrían haber salido con cruces svásticas a matar judíos, perros, alemanes. O a ellos mismos. Total, cuál es la diferencia.

Mas, sigamos sumando, Represión sexual, Incontinencia, cosas que ocurren entre los dos y los cinco años según los popes de la ciencia. Entonces soledad, indiferencia.

Mas ausencia de Valores, silencio total de Referentes Sociales. Los clisés temáticos que se consumen entre nuestra juventud son todos extravagantes, raros, siniestros, europeos. Perdón: siniestros europeos. Tecnológicos consumistas de Neón. Se pueden poner las comas también si se prefiere. De Ciudad Gótica. El Club de Superhéroes. Caños, humo, sintetizadores. Gestos vacíos de significado. O no, pobres de significado, que vendría a ser lo mismo. Ruido, mucho ruido. Dicen: mi papá todavía lo anda escuchando al Yuyo Montes ése. Se debe leer: mi papá es un viejo pelotudo. Los héroes, los referentes emblemáticos son de Capital, medio putitos, amanerados, se les dobla sin querer, la mecha.

Ya estoy viendo que hay algunos que van a decir que este lenguaje es homófobo. Es decir lo que yo digo. Puede servir de referencia: quiero decir que el lenguaje del rock y otros géneros posteriores y aledaños es así, homófono. Alguien supo decir que las capitales apestan. En este caso parece ser que es así. Las pestilencias del Riachuelo parecen ser la Meca para nuestros chicos con el cerebro licuado por el crack que se fuman con cerveza y asientan con Ribotril, una pastilla muy de moda que se receta e incluso se reparte en nuestras instituciones de salubridad mental, a donde van a parar de manos de sus padres después de los primeros incidentes de intoxicación.

Un día una madre me pidió, totalmente consternada, que hable con su hijo, que había decidido partir definitivamente a la Capital tras las bengalas señeras de Intoxicados. Cuando le pregunté cuáles eran los planos, los mapas de ruta, los motivos, me contestó que un amigo, a quién no conocía muy bien, le iba a presentar una mina que era novia de Charly el García. Una novia de Charly. Pregunta de examen: ¿Cuántas putitas habrá en este país adonde se comieron treinta mil desaparecidos?

En la cultura, señoras, está la diferencia.

Eso pasa con nuestros changos de Salta, adonde asisten religiosamente a las festividades del Milagro trescientos cincuenta mil fieles. No aclara el diario local cuántas infieles. Si al menos devolvieran treinta mil, les quedarían tres y ciento veinte mil en números redondos. Porque los obispos ésos sí que saben, seguro que lo saben. No me vengan a decir a mí que nunca han visto nada. No me ofendan, no me vengan a tratar de pelotudo.

Y así es con nuestros adolescentes que se mueren como moscas.
El contexto cultural y químico donde ocurre la tragedia del suicidio adolescente en Salta es el mismo que el contexto de la Tragedia Cromagnon. Macro y Microcosmos. Y cuando los que asumen la representatividad del Padre en nuestra sociedad no ven lo que está a la vista, eso se llama Filicidio desde aquí hasta la China.

Nuestros adolescentes que adolecen de todo, menos de Paco, Birra y Ribotril, los simpáticos sobrinitos del Pato Donald, que hacen travesuras bajo la mirada protectora de la Abuela Donalda, en una ciudad donde nadie ve nada, ni la Justicia, ni el Ministerio de la Mirada Interior, tan místicos ellos, tan distraídos dando de comer a los patos en la Granja, tan domésticos, tan luteranos. Ni la Policía de Tránsito ve, ni siquiera el cartonero Báez. Porque no me vengan a decir que estamos en Ciudad Gótica, a donde entramos sin los anteojos apropiados para ver cinemascope. Porque no me vengan a decir que los que cobran para ver nunca han visto nada.

En una ciudad donde el Comité de Crisis para abordar la grave problemática del suicidio adolescente está al mando de un joven abogado, menos parecido a Al Pacino que al Pingüino. Entonces, en una ciudad donde los Astronautas deberían cavar pozos y las uncas hundirse en la profundidad del cielo. Una ciudad donde se podría cómodamente comer aca y plantar verduras a la salida de las cloacas. Total, si no se ve, cuál sería el problema. Una ciudad donde los Antropólogos podrían ser Cafishios en Villa San Antonio. En una ciudad en la que cuál la diferencia entre el sexo y el amor, es decir: la diferencia entre que te lo metan o te lo metan hasta el alma.

Una ciudad donde la moral no es ni siquiera el árbol de las moras. Cuántas infieles habrá habido entonces en los pactos de fidelidad. Una ciudad que tiene solamente seis corruptos: Yo, tú, él. Nosotros, vosotros y ellos. Una ciudad donde el único Valor es el valor de seguirnos mirando a la cara, sabiendo que uno sabe que el otro sabe. Mientras vamos yendo, indefectiblemente todos, a una amarga madrugada que empieza a despuntar en la sala de Guardia del San Bernardo, que no es precisamente un cerro. Una ciudad donde los que no están yendo, irremediablemente, están volviendo.

 

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El escritor salteño Juan Ahuerma Salazar es autor de diversas obras, entre las más destacadas se encuentran: "Territorio libre" (poesía, 1974); "Tres pensamientos" (narrativa, 1978); "El ángel que faltaba" (poesía, 1986); "Alias Cara de Caballo" (novela, 1984); "La república cooperativa del Tucumán" (novela, 1989); "El espión" (teatro, 1990); "La metáfora de Munzur al Manzur" (narrativa, 1992); "Los papiros no se venden" (poesía manuscrita, 1982); "Lluvia amarilla y perros in the night" (novela, 1995); "De los márgenes a la marginalidad" (sicología social, 1999), entre otras.

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