“Démosle una oportunidad a la paz”

El pueblo palestino agoniza

 

Fernando Rovetta
(Profesor Asociado de Filosofía del Derecho, Universidad Castilla La Mancha)

 

       De las carreteras salen caminos vecinales, pero están cortados. Han volado por los aires estos símbolos de la comunicación entre los pueblos. Vimos también canales de riego rotos, y a los campesinos que han perdido el acceso a sus fuentes de agua, a sus olivares quemados, a sus huertos o frutales de los que ya no pueden cosechar. A los pescadores se les prohíbe volver a la mar en la franja de Gaza; a los pastores, la transhumancia de sus rebaños en Cisjordania. El territorio palestino se parece a un archipiélago de islotes en un desierto, los oasis y zonas altas han sido ocupados por colonias judías (144 en West Bank, 18 en Gaza y 17 en Jerusalem Este) intercomunicadas con carreteras de uso exclusivo y alta tecnología.

       Llegaron a destruir 8 casas palestinas en 6 hs con topadoras “bulldozer”, sus ocupantes salían con lo puesto, condenados a vivir en una chabola. Una noche en Gaza vimos una en acción, a la mañana un graffiti expresaba: “si destruyen nuestras casas, destruyen nuestras almas”.

       Una ciudad tan bella como Nablus, que podría competir con Jerusalem, por sus construcciones milenarias de piedra blanca y callejas techadas, con escaleras y rincones mágicos, está hecha una ruina y un basurero. Sus habitantes –samaritanos- habían suspendido la feria, veían inciertos por las esquinas si seguían los soldados, y temían que los helicópteros apache que sobrevolaban la ciudad comenzaran a acercarse.

       En el hospital vi agonizar a Jamal Zabaro (20 a.) el día anterior cuando regresaba del mercado, cinco disparos por la espalda le habían arrancado su aparato digestivo. No había instrumental para tratarlo, ni forma de trasladarlo con garantías de que llegara vivo a otro centro donde lo hubiera.

       Uno de los estudiante de sociología de la Universidad de Berzeit con los que puede hablar, contaba que dos años atrás tardaba media hora en llegar a clases, pero ahora necesita más de 3 horas sin haber cambiado de domicilio. Otro relató que varias veces les obligan a desnudarse para pasar el puesto de control.

       En escuelas destruidas se imparte clases a 500 alumnos. Solo quedaron tres aulas, luego hay turnos de 2 hs diarias. El maestro Subí Obeid miembro de la Autoridad Nacional Palestina, les insiste en que “podemos ser buenos vecinos”, aunque en sus cuatro intentos de diálogo, no recibió ninguna respuesta de los colonos judíos que están dispersos por todo el West Bank. Pero los alumnos que van transformándose en “niños de la calle” prefieren corear: “Telegrama para Sharon: con mi piedra venceré a tu cañón”. No sería extraño que alguno llegara al absurdo salvaje de inmolarse como “bomb-man” matando incluso a inocentes.

       Estos chicos crecen viendo la humillación de sus padres: no pueden trabajar, reciben gritos y empujones en los “puestos de control” donde deben esperar a veces más de un día para pasar. Muchachos uniformados y bien pertrechados, vociferan a los cientos de trabajadores que pretenden entrar o salir de la ciudad sitiada de Nablus. Entre la multitud una mujer con su hijita que necesita atención médica urgente clama por pasar, hablo con uno de los soldados israelíes con el que comparto nuestro origen argentino y accede a que pase. En Gaza una madre que dio a luz a su hijo durante tal espera, le bautizó con ese nombre “check point”. Cualquier puesto de estos difiere poco de la entrada a un campo de exterminio: rollos de alambre de púa, trozos de cemento que dificultan la circulación, dispositivos de luz y altavoces para amedrentar al que se acerca a las garitas con formas de trincheras.

       En este contexto de aislamiento la vida política está paralizada, se apoya a una Autoridad, aunque hay indicios suficientes para sospechar que la corrupción no está ausente en el ejercicio del mínimo poder que le queda.

       Pero la moral de su gente permanece intacta: un hombre mayor proveniente de Japón, que participaba del Foro Social en Ramallah, había olvidado en el taxi sus documentos y dinero. El taxista de nombre Náder llamó seis veces tratando de localizarlo, Samia Sanan Tamimi, una de las organizadoras, se ofreció a mediar, pero Náder insistió que quería entregar lo perdido en mano. Cuando por fin lo hizo, se negó a recibir un centavo por su gesto como tampoco quiso cobrarnos nada por habernos llevado de un sitio a otro buscando al japonés: “quiero que mis hijos crezcan con el fruto de mi trabajo honrado” nos explicó, luego el taxi, un Mercedes de 6 puertas y unos 30 años, se alejó crujiendo por las calles destrozadas.

       Agoniza una cultura milenaria que se expresa en un lenguaje poético, para dar la bienvenida dicen “Ahla Wasahalan” “tú eres uno de nosotros, es fácil que nos comuniquemos”, para despedirse “Maasalaam” “paz para tus días” o “Tusher Alaher” “que tengas un buen día después de esta noche”.


       El Estado de Israel extermina

       Si la democracia es el gobierno del pueblo, no parece que el de Sharon sea un régimen democrático. Los ciudadanos israelíes con los que pude hablar no están de acuerdo con la política de exterminio que implementa su gobierno. Sin embargo dan por descontado que renueva su mandato. Uno de ellos, simpatizante del Meretz (partido socialdemócrata y nacionalista a la vez) me explicaba que aquella utópica experiencia de los Kibutz, hoy es marginal: entonces de los 600.000 habitantes, 100.000 vivían en estas granjas poniendo todo en común, hoy somos 6.000.000 y los utópicos siguen siendo 100.000. Ha aparecido una nueva población importada.

       En el avión de El Al en el que viajábamos el día de navidad, de los 200 pasajeros 80 eran judíos de origen argentino que habían decidido migrar definitivamente a Israel, allí recibirían trabajo, subsidios y las casas de las colonias equipadas con última tecnología de antenas parabólicas y placas solares en sus techos, a cambio de secundar los dictados de Leviatán.

       Estos colonos, o empresas privadas por ellos contratadas, refuerzan al ejército en el cuidado de sus intereses, y no son responsables penalmente del daño que ocasionen. El 28 de diciembre, cuando un grupo de unos 120 “internacionales”, un conjunto de representantes de ONGs de todos los continentes, intentamos acercarnos al muro que construyen, nos dispararon gas y ráfagas al aire para dispersarnos. Antes habían golpeado a unos franceses que impidieron el avance de un jeep. Luego arrestaron al periodista palestino que nos acompañaba, hirieron en el hombro y en una pierna a otro palestino que presuntamente les había arrojado piedras y decretaron para el pueblo del que habíamos partido “toque de queda por una semana” a partir de aquel día de los inocentes. Nada de esto se vio en los medios, pese a que sabían que quienes padecimos tal ataque lo daríamos a conocer.

       Contra estos métodos hay un grupo de objetores como los oficiales Avigdor Feldman y Michael Sfard seguidos por 8 soldados reservistas, pero la Corte Suprema de Justicia, presidida por Aarón Barak, el 30 de diciembre rechazó por unanimidad su petición de no reprimir en Gaza y Cisjordania (West Bank, es curioso este nombre dado su ubicación geográfica salvo que pretendan remedar aquello del Far West.)

       Mas si la milenaria palestina agoniza ahogada, la milenaria cultura judía parece haberse condenado al ostracismo ahogando, el que oprime termina perdiendo su propia libertad comunicativa al oprimir. En un viaje que hice a Telaviv para acudir a una concentración convocada por las pacifistas “mujeres de negro”, Abraham Argov que viajaba en el mismo autobús, me habló de Gabriela Avigur-Rotem. Esta escritora judía-argentina que había logrado hacer que su obra “Mozart no era judío” fuera la más leída. El título se inspira en un hecho real: un padre judío obsesionado porque sus hijos fueran músicos, les fue regalando una piano a cada cual y les exigía dedicación exclusiva, cuando la madre reclamó que ni Mozart tenía tal dedicación, recibió como respuesta el título de la obra. Llegado a la ciudad cosmopolita, fui a una biblioteca pública para consultarla, pero la novela sólo está en hebreo. Un pueblo que ha padecido el horror del holocausto y la intemperie del éxodo merece vivir en paz y comunicarse. Pero Sharon no puede pronunciar Shalom.


La comunidad internacional, observa?

       En Medio Oriente dos culturas semitas se hallan enzarzadas en una lucha a muerte. Por un lado Israel como “Ejército que posee un Estado” emplea todo su arsenal para destruir al pueblo palestino y apropiarse de todas sus tierras, por el otro un pueblo de pastores, pescadores y universitarios que investigan pese a todo. Titular de una milenaria cultura fundada en la comunicación, resiste agónico apelando como último recurso al suicido homicida y salvaje, o a piedras que nada pueden contra los cascos, los chalecos antibalas y los tanques, o a llamadas internacionales hasta hoy ineficaces.

       Urge la mediación pacificadora de la comunidad internacional. Y en este contexto habría dos posibles colectivos a los que por razones históricas y culturales les compete un particular protagonismo. Por un lado a los cristianos en general y sus iglesias, en cuanto que promotores de una religión monoteísta ubicada cronológicamente entre el judaísmo y el islam; por otra a los españoles (acaso a todos los europeos) y su gobierno, porque hay un acervo cultural heredado de las culturas en litigio, que supieron convivir a pesar de sus tensiones durante siglos en la península. Nos congratulamos por el premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2002, concedido a Baremboin y Said, que refleja la obra “Paralelismos y paradojas – Reflexiones sobre música y sociedad”.

       Comenzamos hablando de caminos destruidos, terminamos planteando la necesidad de construir puentes. Urge que se busque cierta simetría entre las partes, poniendo fin a la ocupación de territorios y a la construcción del muro del apartheid, con la creación del Estado de Palestina conforme las resoluciones de Naciones Unidas. Acaso por aquel particular compromiso histórico no me resultó difícil el 24 de septiembre pasado, en el I Congreso Iberoamericano de Ética y Filosofía Política realizado en Alcalá de Henares, conseguir más de 40 firmas avalando esta urgencia, entre las que destacan las de J.Muguerza, E.Garzón Valdés, E.Dussel, G.Hoyos, A.Squella Narducci, P.Comanducci o M.Giusti.

       El Meretz, en el cuarto principio de sus Bases, reconoce: “el legítimo derecho del pueblo palestino a establecer un estado independiente a lo largo y en paz con el Estado de Israel, siempre que se encuentren salvaguardados la seguridad y los derechos de ambos estados.”

       Los palestinos habían solicitado observadores a la ONU, pero ésta no logró la anuencia del gobierno de Israel para enviarlos, por ellos fuimos los “internacionales” de diferentes organismos de Derechos Humanos en tal misión de protección al pueblo de Palestina. Personalmente representaba al Foro Social de Albacete y a la Plataforma Ciudadana por la Paz de Talavera de la Reina. Pero nuestra presencia no cambió para nada el curso de la historia, a lo sumo en la conciencia de cada uno quedó más clara la injusticia atroz que clama al cielo, como un zaharid ese sonido agudo que lanzan las mujeres del desierto, que se imponía a nuestro mantra musical tomado de Lennon: “...give peace a chance.”

 

 

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