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Del Genociodio y De Genocidas

 

Juan Carlos Sánchez *

Luego de la masacre turca a la minoría armenia, de la Alemania Nazi a la invasión norteamericana sobre Irak y del crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, es necesaria una nueva concepción de genocidio que nos lleve a comprender la realidad política, económica y social de Latinoamérica y del mundo.

Desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, como producto de la Revolución Francesa, al Pacto de San José de Costa Rica y sus Protocolos Adicionales podemos advertir el surgimiento de diferentes paradigmas en materia de Derechos Humanos que, hoy día, necesitan una reformulación tendiente a la incorporación de otros que contemplen la realidad impuesta por la planificación e implementación de políticas económicas en aras de perpetuar las asimetrías sociales existentes.

Con el surgimiento de los Estados Nacionales, se advierte una progresiva modificación del concepto de hombre desde lo filosófico que se traslada rápidamente a lo político para la resignificación de la esencia humana desde un punto de vista jurídico.

Rousseau y su voluntad general hacen una vuelta de tuerca para un nuevo cambio de piel que llevaría al capitalismo como sistema económico y social plasmado en lo político, de acuerdo a los intereses de la nueva clase social: la burguesía.

Existía la concepción de hombre entendido como ser humano pero con enormes limitaciones creadas para evitar el reconocimiento de las grandes masas sumergidas, como los campesinos y los trabajadores, que recién comenzarían a emerger políticamente luego de la Revolución de 1848 y consolidarse en la mitad del siglo XX, al final de la Segunda Guerra Mundial. Nihilismo, vitalismo y existencialismo, corrientes filosóficas de los siglos XIX y XX, contribuyeron al repensar sobre el hombre y sus circunstancias para construir una nueva idea que rescatara parte de la esencia humana pero el ser humano tiene una sustancia muy particular desde sus orígenes y que lo lleva, de tanto en tanto, a la barbarie de la Prehistoria gracias a las guerras impulsadas por el dominio de las tierras, una vez abandonado el sedentarismo.

Filosofía y Derecho van tomados de la mano para moldear los paradigmas existentes, partiendo de la realidad social y con el fin de establecer las concepciones que deben ser aplicadas en el terreno empírico con el fin de encontrar la forma bajo la cual deben ser ajustadas las conductas en lo individual y social, en el individuo y en el Estado.

Históricamente, el genocidio estuvo definido como el avasallamiento de la persona humana en su dignidad por parte de quienes están obligados a ello y cuando dicha injuria se relacionara con atributos religiosos o políticos.

Desde el caso Manfredo Velazquez, primer fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, comenzó una resignificación del Derecho para definir lo que debe entenderse como violación a los Derechos Humanos y que, en general, ha provocado la definición de ser todo aquello que se encuentre alejado de la dignidad humana, partiendo del derecho a la vida. Así, nos encontramos con la Corte de Nüremberg, que condenó a los jerarcas nazis por el holocausto judío, cuya actividad constituyó uno de los primeros juzgamientos por delitos de lesa humanidad bajo el paradigma de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; es decir, el hombre considerado como un ser al cual no podía serle quitado su derecho a la vida por cuestiones políticas o religiosas.

Las nuevas metodologías impuestas por las dictaduras militares en Latinoamérica, gracias a la doctrina de la Seguridad Nacional y el asesoramiento de los genocidas franceses en Argelia, revelaron una estrategia que, mucho más tarde, se supo era global: el Plan Cóndor, destinado al intercambio de los opositores políticos que eran secuestrados por las fuerzas militares de cada uno de los Estados integrantes como Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.

La desaparición de personas fue el método elegido para la eliminación física de todos aquellos que pensaban distinto o que formaban parte de la resistencia a los regímenes de facto. El regreso a la democracia durante los años `80 marcó el surgimiento de un nuevo paradigma, sumado al anterior, para buscar la verdad y la justicia con respecto a la sistemática violación de los derechos fundamentales.

Dicho paradigma puede definirse como el de la memoria, el recuerdo permanente del pasado: juicio y castigo a los culpables. Sin embargo, gracias a él, pudo celebrarse el juicio a las Juntas en la Argentina durante 1985 y que concluyó con la condena de los principales jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional, luego indultados por el Presidente Menem, aunque con enormes limitaciones por la sanción de la Ley de Obediencia Debida y Punto Final pues ello impidió la sanción de los hechos cometidos por los militares de menor jerarquía y la prosecución de la acción penal en la búsqueda de la verdad de lo acontecido durante los años de plomo.

Todavía subsiste el paradigma del recuerdo que, sin dudas, es necesario pero debemos reflexionar sobre si no ha llegado el momento de recrear otro paradigma, luego de advertir los efectos de la aplicación de la receta neoliberal.

La realidad económica y social latinoamericana actual es fruto, en gran parte, de la implementación de la política económica neoliberal desde el surgimiento de los regímenes de facto durante los años `70 y ello nos debe llevar a la consideración sobre si dicha política constituyó un arma al igual que las balas y las bombas de la Segunda Guerra Mundial o la barbarie represiva ejecutada por personajes siniestros como Videla, Massera, Agosti, Pinochet, Ströesnner con la colaboración de inferiores tales como Astiz o el mismo Adolfo Scilingo, hoy juzgado en España o Ricardo Cavallo, a punto de ser juzgado en ese mismo país.

Sin dudas, debemos comenzar a repensar el concepto de genocidio partiendo de las consecuencias del neoliberalismo económico que ha llevado, y sigue llevando, a la muerte de miles y miles de latinoamericanos al igual que a su severa exclusión social que, a luces vista, resulta una problemática muy difícil de resolver mientras se siga sustentando lo neoliberal como política de Estado. ¿Una política económica puede ser considerada un arma letal ?. ¿ Las políticas económicas neoliberales pueden ser consideradas como el arma para un genocidio ?.

Si tenemos en cuenta la creciente desocupación que se ha transformado en eterna, por la falta de políticas activas de empleo; la ausencia de Estado en materia social y económica, que ha provocado la mayor de las catástrofes sociales en Latinoamérica y que ha llevado a la deserción estatal en materia sanitaria provocando miles de muertes y de discapacidades perfectamente evitables y el establecimiento del principio de subsidiariedad, que llevó a la privatización de los servicios públicos y de la explotación de los recursos naturales, como el gas, el petróleo y minerales, provocando una fuerte transferencia de ingresos en favor de los grupos transnacionales para devenir en una causal para el deterioro del ingreso de los sectores mas desfavorecidos, gracias a los aumentos de tarifas, podemos concluir que una política económica puede ser considerada como un arma al igual que una pistola, una ametralladora o un tanque.

Y es un arma tan poderosa que, bajo la dirección de una dirigencia corrupta que olvida sus deberes con sus representados, ya provocó millones de muertes por deterioro irremediable de su salud o bien, porque muchos no han podido resistir las condiciones extremas de pobreza a las cuales fueron llevados, siendo inducidos al suicidio como acontece en muchas ciudades argentinas, tales como Rosario, Santa Fé y Carmen de Patagones.

Sus efectos son pavorosos e ineludibles y la mejor muestra puede encontrarse recorriendo las favelas de Río de Janeiro, el Conurbano bonaerense y las provincias del Norte y del Noreste argentino porque evidencian el alto grado de indefensión de millones de personas, mientras los beneficiarios del sistema neoliberal, terratenientes devenidos en industriales y sus socios políticos y religiosos, siguen perpetuando sus privilegios gracias a la creciente exclusión social.

Ahora bien, si queremos responder al segundo interrogante, no cabe duda que la política económica neoliberal es un arma para el genocidio por motivos económicos y sociales. Si entendemos al genocidio como la vulneración de los derechos económicos y sociales del hombre, de modo tal que ella atenta contra la dignidad humana, podemos concluir razonablemente en lo que hemos afirmado anteriormente.

Sin embargo, lo neoliberal también incluye a las estafas que se han cometido con el sistema bancario, las cuales tuvieron aval estatal y, hasta ahora, judicial que perjudicaron a miles de ahorristas pequeños y medianos; en su gran mayoría, jubilados y pensionados, en la Argentina y luego del estallido de la convertibilidad a manos de Duhalde y de Remes Lenicov.

Si analizamos el proceso histórico en lo social y económico, podemos encontrar claramente quiénes son los genocidas, autores materiales e intelectuales del actual genocidio que, sin balas ni bombas, destruyó al Estado, moderador de las tensiones sociales y económicas, a las economías nacionales y sus aparatos productivos y a los ciudadanos y habitantes de Latinoamérica que, hoy día, se siguen debatiendo entre la pobreza y la indigencia, al igual que condicionando el futuro inmediato y provocando el éxodo de jóvenes y de profesionales hacia otros horizontes más promisorios.

Sin dudas, la dirigencia política, sindical y social en su totalidad constituyen los autores materiales al igual que los genocidas de las dictaduras militares que supimos conseguir en el pasado reciente. Son genocidas, porque se olvidaron del pueblo y de la Nación para gobernar en provecho propio y de sus mandantes, ligados al poder económico, a esa burguesía que pretende "un capitalismo en serio".

De todas maneras, debemos reflexionar sobre nuestra responsabilidad porque, desde luego, sabemos de la que le cabe a la dirigencia. ¿ Y nosotros como ciudadanos ? ¿Cuál es nuestra parte ?. No cabe duda que tenemos nuestra porción por no saber participar en la vida política, por no oponernos mediante el ejercicio de nuestros derechos y porque siempre hemos preferido el camino propuesto por la puta cultura que tanto conocemos.

Si asumimos nuestra parte de responsabilidad, deberíamos comenzar a generar las alternativas para terminar con este verdadero genocidio que, para colmo de males, se ejecuta en democracia aunque sus inicios se deben a los regímenes de facto. Mientras sigamos transitando el camino de la indiferencia política, seguramente se proseguirá ejecutando una política económica contraria a los verdaderos intereses de la ciudadanía y seremos cómplices por omisión, como hasta ahora, aunque los responsables materiales sean la clase política y la dirigencia en general.

Latinoamericanos, ¡¡ A las cosas !!!!. Es hora de comenzar la enorme tarea de reconstruir, de articular esfuerzos para que el genocidio neoliberal y los genocidas bajo ropaje político o sindical deje de robarnos el presente y el futuro, para que nuestr@s hij@s y niet@s  tomen nuestro ejemplo y se sumen a la epopeya que permitirá una Latinoamérica en donde los Derechos Humanos sean la columna vertebral de las políticas estatales y donde reine una verdadera dignidad humana que nos permita sentirnos, por fin, seres humanos...


* Profesor Cs. Jurídicas, Políticas y Sociales
Foto: Severino (Accion Fotográfica)

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