Desde
la Declaración de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano, como producto de la Revolución Francesa,
al Pacto de San José de Costa Rica y sus Protocolos Adicionales
podemos advertir el surgimiento de diferentes paradigmas en materia
de Derechos Humanos que, hoy día, necesitan una reformulación
tendiente a la incorporación de otros que contemplen la realidad
impuesta por la planificación e implementación de políticas
económicas en aras de perpetuar las asimetrías sociales
existentes.
Con
el surgimiento de los Estados Nacionales, se advierte una progresiva
modificación del concepto de hombre desde lo
filosófico que se traslada rápidamente a lo político
para la resignificación de la esencia humana desde un punto
de vista jurídico.
Rousseau
y su voluntad general hacen una vuelta de tuerca para un nuevo cambio
de piel que llevaría al
capitalismo como sistema económico y social plasmado en lo político,
de acuerdo a los intereses de la nueva clase social: la burguesía.
Existía la concepción de hombre entendido como ser humano
pero con enormes limitaciones creadas para evitar el reconocimiento
de las grandes masas sumergidas, como los campesinos y los trabajadores,
que recién comenzarían a emerger políticamente
luego de la Revolución de 1848 y consolidarse en la mitad del
siglo XX, al final de la Segunda Guerra Mundial. Nihilismo, vitalismo
y existencialismo, corrientes filosóficas de los siglos XIX
y XX, contribuyeron al repensar sobre el hombre y sus circunstancias
para construir una nueva idea que rescatara parte de la esencia humana
pero el ser humano tiene una sustancia muy particular desde sus orígenes
y que lo lleva, de tanto en tanto, a la barbarie de la Prehistoria
gracias a las guerras impulsadas por el dominio de las tierras, una
vez abandonado el sedentarismo.
Filosofía y Derecho van tomados
de la mano para moldear los paradigmas existentes, partiendo de
la realidad social y con el fin de establecer las concepciones que
deben ser aplicadas en el terreno empírico con el fin de encontrar
la forma bajo la cual deben ser ajustadas las conductas en lo
individual y social, en el individuo y en el Estado.
Históricamente,
el genocidio estuvo definido como el avasallamiento de la persona humana
en su dignidad por parte de quienes están obligados a ello y
cuando dicha injuria se relacionara con atributos religiosos o políticos.
Desde
el caso Manfredo Velazquez, primer fallo de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, comenzó una resignificación del
Derecho para definir lo que debe entenderse como violación a
los Derechos Humanos y que, en general, ha provocado la definición
de ser todo aquello que se encuentre alejado de la dignidad humana,
partiendo del derecho a la vida. Así, nos encontramos con la
Corte de Nüremberg, que condenó a los jerarcas nazis por
el holocausto judío, cuya actividad constituyó uno de
los primeros juzgamientos por delitos de lesa humanidad bajo el paradigma
de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano;
es decir, el hombre considerado como un ser al cual no podía
serle quitado su derecho a la vida por cuestiones políticas
o religiosas.
Las
nuevas metodologías impuestas por las dictaduras
militares en Latinoamérica, gracias a la doctrina de la Seguridad
Nacional y el asesoramiento de los genocidas franceses en Argelia,
revelaron una estrategia que, mucho más tarde, se supo era global:
el Plan Cóndor, destinado al intercambio de los opositores políticos
que eran secuestrados por las fuerzas militares de cada uno de los
Estados integrantes como Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
La
desaparición
de personas fue el método elegido para la eliminación
física de todos aquellos que pensaban distinto o que formaban
parte de la resistencia a los regímenes de facto. El regreso
a la democracia durante los años `80 marcó el surgimiento
de un nuevo paradigma, sumado al anterior, para buscar la verdad y
la justicia con respecto a la sistemática violación
de los derechos fundamentales.
Dicho
paradigma puede definirse como el de la memoria, el recuerdo permanente
del pasado: juicio y castigo a los culpables. Sin embargo, gracias
a él, pudo celebrarse
el juicio a las Juntas en la Argentina durante 1985 y que concluyó con
la condena de los principales jerarcas del Proceso de Reorganización
Nacional, luego indultados por el Presidente Menem, aunque con enormes
limitaciones por la sanción de la Ley de Obediencia Debida y
Punto Final pues ello impidió la sanción de los hechos
cometidos por los militares de menor jerarquía y la prosecución
de la acción penal en la búsqueda de la verdad de lo
acontecido durante los años de plomo.
Todavía subsiste
el paradigma del recuerdo que, sin dudas, es necesario pero debemos
reflexionar sobre si no ha llegado el momento de recrear otro paradigma,
luego de advertir los efectos de la aplicación de la receta
neoliberal.
La
realidad económica y social latinoamericana actual
es fruto, en gran parte, de la implementación de la política
económica neoliberal desde el surgimiento de los regímenes
de facto durante los años `70 y ello nos debe llevar a la consideración
sobre si dicha política constituyó un arma al igual que
las balas y las bombas de la Segunda Guerra Mundial o la barbarie represiva
ejecutada por personajes siniestros como Videla, Massera, Agosti, Pinochet,
Ströesnner con la colaboración de inferiores tales
como Astiz o el mismo Adolfo Scilingo, hoy juzgado en España
o Ricardo Cavallo, a punto de ser juzgado en ese mismo país.
Sin
dudas, debemos comenzar a repensar el concepto de genocidio partiendo
de las consecuencias del neoliberalismo económico que ha llevado,
y sigue llevando, a la muerte de miles y miles de latinoamericanos
al igual que a su severa exclusión social que, a luces vista,
resulta una problemática muy difícil de resolver mientras
se siga sustentando lo neoliberal como política de Estado. ¿Una
política económica puede ser considerada un arma letal
?. ¿ Las políticas económicas neoliberales pueden
ser consideradas como el arma para un genocidio ?.
Si
tenemos en cuenta la creciente desocupación que se ha transformado en eterna,
por la falta de políticas activas de empleo; la ausencia de
Estado en materia social y económica, que ha provocado la mayor
de las catástrofes sociales en Latinoamérica y que ha
llevado a la deserción estatal en materia sanitaria provocando
miles de muertes y de discapacidades perfectamente evitables y el
establecimiento del principio de subsidiariedad, que llevó a
la privatización de los servicios públicos y de la explotación
de los recursos naturales, como el gas, el petróleo y minerales, provocando
una fuerte transferencia de ingresos en favor de los grupos transnacionales
para devenir en una causal para el deterioro del ingreso de los sectores
mas desfavorecidos, gracias a los aumentos de tarifas, podemos concluir
que una política económica puede ser considerada como
un arma al igual que una pistola, una ametralladora o un tanque.
Y
es un arma tan poderosa que, bajo la dirección de una dirigencia
corrupta que olvida sus deberes con sus representados, ya provocó millones
de muertes por deterioro irremediable de su salud o bien, porque
muchos no han podido resistir las condiciones extremas de pobreza a
las cuales fueron llevados, siendo inducidos al suicidio como
acontece en muchas ciudades argentinas, tales como Rosario, Santa Fé y
Carmen de Patagones.
Sus
efectos son pavorosos e ineludibles y la mejor muestra puede encontrarse recorriendo las favelas de Río
de Janeiro, el Conurbano bonaerense y las provincias del Norte y del
Noreste argentino porque evidencian el alto grado de indefensión
de millones de personas, mientras los beneficiarios del sistema neoliberal,
terratenientes devenidos en industriales y sus socios políticos
y religiosos, siguen perpetuando sus privilegios gracias a la creciente
exclusión social.
Ahora
bien, si queremos responder al segundo interrogante, no cabe duda
que la política económica
neoliberal es un arma para el genocidio por motivos económicos
y sociales. Si entendemos al genocidio como la vulneración de
los derechos económicos y sociales del hombre, de modo tal que
ella atenta contra la dignidad humana, podemos concluir razonablemente
en lo que hemos afirmado anteriormente.
Sin
embargo, lo neoliberal también incluye a las estafas que se han cometido con el sistema
bancario, las cuales tuvieron aval estatal y, hasta ahora, judicial
que perjudicaron a miles de ahorristas pequeños y medianos;
en su gran mayoría, jubilados y pensionados, en
la Argentina y luego del estallido de la convertibilidad a manos
de Duhalde y de Remes Lenicov.
Si
analizamos el proceso histórico en lo
social y económico, podemos encontrar claramente quiénes
son los genocidas, autores materiales e intelectuales del actual genocidio
que, sin balas ni bombas, destruyó al Estado, moderador de las
tensiones sociales y económicas, a las economías nacionales
y sus aparatos productivos y a los ciudadanos y habitantes de Latinoamérica
que, hoy día, se siguen debatiendo entre la pobreza y la indigencia,
al igual que condicionando el futuro inmediato y provocando el éxodo
de jóvenes y de profesionales hacia otros horizontes más
promisorios.
Sin
dudas, la dirigencia política, sindical y social en
su totalidad constituyen los autores materiales al igual que los genocidas
de las dictaduras militares que supimos conseguir en el pasado reciente.
Son genocidas, porque se olvidaron del pueblo y de la Nación
para gobernar en provecho propio y de sus mandantes, ligados al poder
económico, a esa burguesía que pretende "un capitalismo
en serio".
De
todas maneras, debemos reflexionar sobre nuestra responsabilidad
porque, desde luego, sabemos de la que le cabe a la dirigencia. ¿ Y
nosotros como ciudadanos ? ¿Cuál es nuestra parte ?.
No cabe duda que tenemos nuestra porción por no saber participar
en la vida política, por no oponernos mediante el ejercicio
de nuestros derechos y porque siempre hemos preferido el camino propuesto
por la puta cultura que tanto conocemos.
Si
asumimos nuestra parte de responsabilidad, deberíamos comenzar a generar las alternativas
para terminar con este verdadero genocidio que, para colmo de males,
se ejecuta en democracia aunque sus inicios se deben a los regímenes
de facto. Mientras sigamos transitando el camino de la indiferencia
política, seguramente se proseguirá ejecutando una política
económica contraria a los verdaderos intereses de la ciudadanía
y seremos cómplices por omisión, como hasta ahora, aunque
los responsables materiales sean la clase política y la dirigencia
en general.
Latinoamericanos, ¡¡ A las cosas !!!!. Es hora
de comenzar la enorme tarea de reconstruir, de articular esfuerzos
para que el genocidio neoliberal y los genocidas bajo ropaje político
o sindical deje de robarnos el presente y el futuro, para que nuestr@s hij@s y niet@s tomen
nuestro ejemplo y se sumen a la epopeya que permitirá una Latinoamérica
en donde los Derechos Humanos sean la columna vertebral de las políticas
estatales y donde reine una verdadera dignidad humana que nos permita
sentirnos, por fin, seres humanos...
* Profesor Cs. Jurídicas, Políticas y Sociales
Foto: Severino (Accion Fotográfica)