La modernidad y sus influencias.
El debate incompleto

Por Lic: Fabian Sánchez (*)

 


        Desde la década del 80, el llamado debate modernidad-posmodernidad estuvo presente en un variado campo de la producción teórica. Desde diferentes lugares, y desde una heterogénea cantidad de disciplinas, se ha intentado dar cuenta de cuál es la problemática allí presente. Desde la arquitectura, el cine, la filosofía, la política, el arte, la literatura, etc, se ha tratado de definir lo moderno y lo posmoderno, tanto desde una actitud descriptiva, como también desde prácticas productivas que se inscriben en una u otra dirección.
Lo llamativo es la dificultad que existe en dar precisiones en qué es lo que está en juego en dicha polémica, y más aún en lo que concierne a poder dar definiciones abarcadoras sobre lo que es la posmodernidad. Los detractores vinculan el discurso posmodernos a la condición más superlativa de la sociedad capitalista liberal, así por ejemplo, las peores diferencias sociales estarían justificada por la era de las “nuevas subjetividades”.

        Habermas sostiene que existe un clima generalizado de crítica a la cultura moderna, y que la desilusión por el fracaso de los programas que abogaban por la negación del arte y la filosofía, se han convertido en un pretexto para posiciones conservadoras. Para el autor, la posmodernidad, en realidad, se presenta como anti­modernidad. En este sentido, Habermas arremete contra el antimodernismo de los "jóvenes conservadores", luego de distinguirlo del "premodernismo de los viejos conservadores" y del "posmodernismo de las neoconservadores". Sin embargo, la línea de los posestructuralistas caracteriza a la actual sociedad posmoderna (Lyotard autor ubicado dentro de esa corriente de pensamiento llamado posestructuralista), como la desaparición de los relatos emancipatorios y de legitimación del saber, propios de la modernidad, los relatos marxistas, idealistas, iluministas, y también el relato cristiano y el liberal.

        La cultura posmoderna se caracteriza por la incredulidad hacia esos relatos y la legitimación del saber se realiza de una manera preformativa, una legitimación exitista y pragmática.

        Así fue avanzando esta discusión hasta convertirse en el discurso intelectual por excelencia. Hablar de modernidad o de volver a los viejos postulados de los clásicos sería para los posmodernos volver a una sociedad que ya no existe. Para la cultura posmodernista el secreto de su esencia reside en las nuevas tecnologías que se apoyan en el lenguaje como herramienta de legitimación. Estas son las que han modificado el estatuto del saber, saber que se traduce en cantidad de información y se imbrica de poder. Un saber no universal, sino heterogéneo y que corresponden ya no a la razón, sino a los diversos "juegos del lenguaje".

        Ahora bien desde dónde hace su aporte la posmodernidad; cuál es la sociedad a la que quiere abordar; la sociedad moderna en ruinas, el capitalismo. ¿Cuáles han sido los aportes a las ciencias sociales? Hasta aquí pareciera ser que este discurso que se ha prendido con fuerza en el arte, generó un ambiente anti-ilustración. El pensamiento posmoderno se halla inundado de un rechazo de las ideas de universalidad, racionalidad, verdad y progreso propio de la modernidad, lo que convierte al "pos" en un "anti" modernismo, sin demasiados horizontes teóricos que sean capaces de superar al lo que define como el viejo orden moderno.

        Más allá del abanico dispar en cuanto a la caracterización sobre la posmodernidad, o las diferencias valorativas entre apologistas y detractoras, existen rasgos comunes a todas las descripciones y que permiten denominar la cultura actual con características diferentes a una visión clásica de la modernidad. Uno de esos elementos es el gran desarrollo de los medios de comunicación en las últimas décadas que ha llevado a muchos a denominar la época actual como la de la "cultura de la comunicación".

        Los modernos medios de comunicación son, en gran medida, los responsables de las transformaciones y los causantes de los fenómenos con los cuales se caracteriza la cultura posmoderna. Desde la visión de la posmodernidad como fin de los grandes relatos hasta la posmodernidad como debilitamiento del pensamiento racional y la visión de una historia unitaria y lineal, el papel de los medios de comunicación ha sido el caballito de batalla fundamental a la hora de las argumentaciones. Y si bien es cierto que las críticas a las ideas básicas de la ilustración no son atributos solamente de la posmodernidad, es cierto también que las modernas tecnologías comunicativas vienen a reforzar, por lo menos en apariencias, el agotamiento de lo moderno. Son los medios los que han permitido la salida a la superficie de las voces de las diferentes subculturas, y por lo tanto la caída de una visión unitaria del mundo y la historia, según Vattimo. Son las tecnologías comunicativas las que han producido una sociedad de la información, y las que han colaborado en la destrucción de los relatos, según Lyotard.

        Cuando hace unos años atrás la transmisión del juicio por el asesinato de María Soledad, se convirtió en uno de los fenómenos televisivos más importante de los últimos tiempos, por la cantidad de telespectadores y por su grado de implicancia participativa, algunos se preguntaron como era posible en estos tiempos que el público asistiera horas frente a las imágenes quietas de dos cámaras y al discurso de jueces, abogados, testigos, etc, que estaba plagado de referencias temporales y de lugares y en donde, para seguir la lógica de los relatos, se necesitaba de un alto grado de atención. La sorpresa ante el éxito televisivo del juicio se puede deber a una tendencia a incorporar de una manera exagerada muchas de las descripciones sobre la posmodernidad.

        En realidad, si la experiencia del hombre actual se limitara a esa enumeración caótica de vértigo, shock, esquizofrenia, etc, la experiencia de vida sería muy pobre. Si bien es verdad que los modos de percepción y sensación se han transformado, y muchas de las imágenes con las cuales se describen esto cambios son justas, esto no quita que la experiencia reflexiva, la lectura racional y crítica no tenga lugar. Es cierto que la crítica ideológica, la argumentación racional, tiene poco peso en una sociedad saturada de información. En esto puede llegar a tener razón Lyotard con relación a Habermas, cuando introduce la cuestión del poder, pero no por eso se debe abandonar el proyecto de una sociedad emancipada, que ha sido uno de los discursos clásicos de la modernidad.

 

* Sociólogo

Este trabajo es un fragmento en borrador, por lo que se acepta y agradece toda critica o sugerencia que se le desee hacer. Para esto Enviar un mail a esta dirección: fabiansanchez770@hotmail.com


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