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EL PENSAMIENTO NACIONAL: raíces y giros 1920-1940

Por HECTOR DANIEL GUZMAN

Prof. de historia

Introducirnos en el pensamiento nacional, nos remite a la intelectualidad argentina, sus limitaciones, sus sueños y sus decepciones.

En los 20, hubo un paradigma que impacto a los intelectuales, la revolución rusa (1917), que hizo que Juan B. Justo creyera en la reconstrucción social1, una solución válida para la América latina.

La cuestión de que hubiere una cultura popular, y una cultura de élite, mostraba la dependencia cosmopolita de nuestros intelectuales, y las dificultades de construir un pensamiento nacional.

Las vanguardias europeas, subyugaron a las clases medias altas y a la aristocracia, el furor de lo nuevo2, se convirtió en un puente cultural con la Europa sitiada de incertidumbre ante los avances de las derechas y las izquierdas.

Lo novedoso fue también otro paradigma, que fue tomado por las minorías que creían ser las mejores3, que determino que los martinfierristas fuesen tan ajenos a lo popular.

Boedo, y toda su literatura social, tampoco implicó una total liberación cultural, la orientación satelital hacia Rusia4, coartaba toda operación de una verdadera emancipación.

Mientras Rusia y Francia, monopolizaban en los 20, la referencia extranjera de los intelectuales nacionales, algunos pensadores nuestros, como Carlos Ibarguren, sondeaban la nacionalidad desde una perspectiva nativista; el gaucho montonero y las provincias interiores, describían lo nacional, como una región periférica dormida, casi mítica que debía ser despertada para recuperar la nacionalidad (idea presente en Manuel Gálvez y Ricardo Rojas).

La característica colonial5 provinciana, en Ibarguren tiene que ver con una lectura del pasado reivindicativa, de todo lo que el cosmopolitismo detestaba, como la herencia europea que debía negarse.

El hispanismo (Rojas y Gálvez) de Ibarguren, su revalorización del folklore, y su crítica hacia el tango, diseñaba las dos Argentinas, la tradicional del interior, y la portuaria de Buenos Aires.

No descuida los elementos indígenas6, ni el catolicismo en la formación cultural argentina de las provincias.

El telurismo de Ibarguren, es el rasgo más marcado del nacionalismo nativista de 1917, anticosmopolita, tiende a un reacción contra los paradigmas ideológicos, que poco tienen que ver con el país, y que es el preludio del nacionalismo elitista de los 20, que nada tiene de integrista como el de Rojas.

Dos obras claves de los 20, Las ideas estéticas en la literatura argentina7 de Jorge Max Rohde, y Historia de la literatura argentina de Ricardo Rojas, señalan proyectos paralelos identitarios, que prolongan el nacionalismo del centenario.

Es el quiebre de una tradición cosmopolita de describir lo literario desde lo europeo, la oligarquía ilustrada8, comienza a disgregarse, porque muchos de sus miembros viran hacia la derecha.

En los 20, boedistas y vanguardistas, combaten entre si con las mismas armas, un sentir colonial9, que se proyecta desde Buenos Aires hacia el interior.

Inclusive el criolllismo de Jorge L. Borges y Ricardo Guiraldes, constituye el ensayo de atemperar el conflicto entre lo nuevo y lo viejo. Toda producción literaria de los 20, presenta esa hibridez10, que delata una tensión interna muy difícil de superar, y de evadirla.

Los 20, son tiempos de ruptura, que América latina los siente como el despegue de un americanismo mucho más compacto que el arielismo de fines del siglo XIX.

Pedro Henriquez Ureña crítico del positivismo11, y del localismo intelectual, busca conformar una América unida (Manuel Ugarte), pues encuentra en el idioma, el lazo que desliza una ligazón entre Europa y América.

Claro que había voces discordantes, que seguían siendo europeizantes, como Aníbal Ponce que pensaba que Buenos Aires empezaba a ser Europa12, y es por eso que la civilización europea se veía asegurada en la Argentina, por la larga tradición liberal.

Joaquín V. González, en 1888, publicaba la Tradición Nacional, obra precursora del nacionalismo cultural del centenario, y de la lectura del pasado en contraposición al europeísmo liberal ya que con la presencia del indígena13, y su nexo con la tierra, espíritu que impregna toda operación criollista, ensayará la construcción de una literatura nacional14, que recupere el imperio inca, como lugar simbólico de lo americano.

Es significativo que la fuerza formadora de la identidad15, sea localizada en las provincias, un americanismo que perfora los postulados de la vanguardia, y que descentraliza la hegemonía cultural porteña.

Juan Carlos Dávalos pública en 1928 Los gauchos, dos años después de Don Segundo sombra de Ricardo Guiraldes, Davalos es atraído por la síntesis hispano-indígena16, que expresaba la cultura norteña del país, apoyado por Carlos Ibarguren, y Manuel Gálvez, elabora una literatura telúrica, casi periférica al criollismo vanguardista, y ejemplo del ensamblaje de la tradición y la modernidad, cosmopolitas y nacionalistas apuestan por la identidad nacional, en un simulacro, articular lo local y lo cosmopolita, recordando que para los nacionalistas debía realizarse una limpieza de ismos, para concretar el nacionalismo cultural de los 20, y los 30.

 

NOTAS

  1. JUSTO, Juan B. Internacionalismo y patria. La Vanguardia, Buenos Aires, 1933, p., 289.
  2. Voces de Francia, Cuaderno N° 9, París, septiembre de 1928, p., 37.
  3. ORTEGA Y GASSET, José. La rebelión de las masas. Espasa calpe, Madrid, 1969, p., 45.
  4. BARCOS, Julio. Prólogo. En: CASTELNUOVO, Elías. Tinieblas. Buenos Aires, sin editorial, 1925, p., 7.
  5. IBARGUREN, Carlos. De nuestra tierra. Manuel Gleizer, Buenos Aires, 1926, p., 77.
  6. Id. Ibid., p., 84.
  7. Nosotros, N° 143, Buenos Aires, abril de 1921, p., 507.
  8. PLA, Roger. Proposiciones. Biblioteca, Buenos Aires, 1969, p., 174.
  9. HERNANDEZ ARREGUI, J.J. Qué es el ser nacional? Plus ultra, Buenos Aires, 1973, p., 154.
  10. SABATO, Ernesto. Páginas vivas. Kapelusz, Buenos Aires, 1974, p., 95.
  11. SABATO, Ernesto, op. cit., p., 116.
  12. PONCE, Aníbal. La vejez de Sarmiento. En: El ensayo de interpretación. Antología. Capítulo, Buenos Aires, 1980, p., 54.
  13. GONZALEZ, Joaquín V. La tradición nacional. En: op. cit., p., 23.
  14. Id. Ibid., p., 39.
  15. HABERMAS, Jurgen. Identidades nacionales y postnacionales. Tecnos, Madrid, 1989, p., 118.
  16. GARCIA PINTO, Roberto. Juan Carlos Davalos y el amor a la tierra. En: Revista nacional de cultura, Buenos Aires, N° 5, 1980, p., 112.
  17. GARCIA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas. Grijalbo, México, 1990, p., 79.

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