regresa a pagina principal www.acilbuper.com.ar ACILBUPER - REVISTA DE Cs. SOCIALES www.acilbuper.com.ar


I Encuentro REGIONAL de INVESTIGACIÓN uceva

“CONSTRUYENDO cultura de INVESTIGACIÓN”

Universidad Central del Valle del Cauca

Tulúa, 27 al 29 de Octubre de 2003

 

UNIVERSIDAD, INVESTIGACIÓN Y REGIÓN.

 

José Luis Grosso PhD

Centro General de Investigaciones

Universidad de San Buenaventura Cali

Colombia

jlgrosso@usb.edu.co

Pensar desde lo local.

 

Cuando una ciudad y una región se piensa a través de sus actores, se otorga sentido, indaga en las tendencias cotidianas que son su vida, hace la crítica del orden para abrirle nuevos campos de acción a la expresión, a la libertad, a la marginalidad, al disenso, a las voces y a los cuerpos silenciados. Pensar la ciudad y la región es asumir, desde la pregunta por los otros, la investigación académica: una dimensión profunda de lo político, su dimensión cultural, de la cual suelen carecer las políticas públicas. Por eso, pensar la ciudad y la región es un escenario para el mutuo reconocimiento, es abrir la política a una mayor y más profunda participación democrática.

 

El nuevo contexto global redimensiona y le ofrece nuevas alternativas de interacción a lo local, no lo suprime; sobre todo cuando lo pensamos desde las ciudades y las regiones. Pensar la ciudad y la región nos ayuda a fortalecernos en nuestras identidades locales, a releer nuestra historia, a abrirnos al diálogo de las diferencias y a la pluralidad de sensibilidades, costumbres, necesidades y sueños de futuro. Nos hace posible construir desde abajo, desde nuestros cuerpos y nuestras voces, un proyecto de región.

 

La novedad global, mirada desde afuera, es la circulación efectiva de valores, de información y de comunicación a nivel planetario; pero, mirada desde adentro, consiste en la efectividad de comunicación y de transformación de los locales, que, a pesar de la circulación vertiginosa, dibujan los nuevos mapas de la desigualdad y de la exclusión. La globalización constituye una nueva relación entre los locales.

 

Desde que somos cuerpos, nuestra vida tiene una esencial dimensión local, y la gestión política de esa vida comienza por la casa, la cuadra, el barrio, la ciudad, la región. Nuestra inteligencia social nos lleva a valorar lo próximo para hacer una feliz gestión del cotidiano: mucho más acá del “sueño americano”, o del jet set político y artístico mundial, o de la fama mediática bogotana. Lugares invivibles nos harán imposible el cotidiano; si descuidamos nuestras ciudades y nuestra región, nos sepultamos en una muerte virtual.  

 

Por eso, pensar la ciudad y la región es la acción política de mayor profundidad y visión prospectiva que nos podemos ofrecer, porque:

 

v su espacio crítico actúa sobre las tecnologías contemporáneas del consumo;

v involucra a los actores sociales claves;

v su perspectiva de análisis toca las fibras últimas de nuestras vidas y de nuestras formaciones sociales: nuestras prácticas y formas de vida;

v nos permite un campo de maniobra regional dentro del espacio nacional y global;

v nos reúne como ciudad y como región, cuando parece reinar la palabra única de una globalización en la que estaríamos destinados a profundizar la estructura colonial de la que venimos, sepultando la poca independencia que hemos conseguido. 

 

 

 

 

 

Investigar la ciudad y la región.

 

La academia suele, con frecuencia, vivir aislada; las prácticas y los saberes sociales suelen ser, con frecuencia, creatividad callejera desconocida, invisible, descalificada, considerada vulgar e insignificante. Los movimientos sociales pasan a nuestro lado, se manifiestan en las calles por donde transitamos hacia nuestras Universidades, y seguimos indiferentes, preocupados con la “internacionalización”, con la “calidad académica”, con la “pertinencia social” de la docencia, la investigación y la extensión. Podemos pasarnos toda la vida académica al interior de nuestras impertérritas Universidades, “cajas negras” en nuestras sociedades desiguales y excluyentes, sin cuestionar la estructura del conocimiento que en ellas se reproduce, que nosotros, académicos, reproducimos siendo exitosos en nuestros cursos y proyectos de investigación, recibiendo el reconocimiento de los pares, obteniendo premios y acumulando títulos.

 

Esta dispersión de energías, de saberes académicos y de saberes sociales, nos quita fuerza, nos hace débiles, nos impide construir proyectos colectivos. Pensar la ciudad y la región debe convocar a los académicos, a los gestores de políticas públicas, a todos los actores sociales (empresas, organizaciones sociales y comunitarias, grupos de expresión y movimientos), para que el encuentro sea una ocasión de aprendizaje, de escucha y apreciación mutua, de gestación de acciones conjuntas.

 

La Educación Superior en América Latina ha sido diseñada en el marco de la política cultural de las élites coloniales, y luego de las criollas, que han asumido e impuesto la hegemonía de los saberes letrados europeizantes sobre los contextos sociales locales.

 

Esa impregnación colonialista de las prácticas del saber requiere una tarea deconstructiva que afecte las inercias de la Universidad latinoamericana, su eurocentrismo congénito y recóndito, su monoculturalismo, inconsistente con la idea original de “Universitas” como encuentro de los saberes y de las culturas. [1] En la Universidad Latinoamericana deberían repensarse las políticas de la interculturalidad, la política cultural más determinante entre nosotros y uno de cuyos agentes más efectivos e impunes ha sido la propia Universidad.

 

Para ello, debemos usar en nuestro sentido, para nuestro propio otorgamiento de sentido, los procedimientos intelectuales europeos sancionados como “ciencia”, “filosofía”, “técnica” y “tecnología”, para que nos permitan ver y trabajar sobre lo que ellos mismos han ocultado o sometido, y así abrirle nuevos campos de acción a nuestra interculturalidad social, violentada, silenciada y aún activa. Esto es “deconstruir” el monoculturalismo del conocimiento que nos constituye. Dicha tarea debe ser a la vez académica y social, en una interacción y en un proyecto como el que aquí nos estamos proponiendo.

 

Por “interculturalidad” entiendo las relaciones asimétricas establecidas históricamente en América Latina entre los diferentes actores culturales que, en algunos casos y mucho más en las últimas dos décadas, se constituyen en identidades étnicas explícitas. Es decir, “interculturalidad” involucra los procesos históricos del conjunto social en América Latina (no sólo a las comunidades indígenas o negras, ni a otros movimientos sociales que se manifiestan desde su diferencia explícita), y toma en cada contexto regional y local configuraciones específicas.  Señalo de este modo a la interculturalidad enterrada bajo la violencia simbólica de las políticas coloniales y, sobre todo, de las políticas nacionales en las que vivimos. (Grosso 1999; 2003) [2]

 

Indagar sobre las formaciones interculturales locales, en ésta, nuestra región, en nuestra ciudad, es la política mayor de la que hablo y que haría de nuestra investigación académica el liderazgo intelectual que nuestra sociedad necesita, que  le daría a nuestra Universidad un reconocimiento social que no alcanza el declamado discurso académico de la “pertinencia social”.

 

En el contexto intercultural latinoamericano, regional y local, la socialización primaria doméstica y barrial trama complicidades y combates con la socialización primaria mediática, y ambas se friccionan con la socialización secundaria escolar. Este es el escenario cultural de nuestro cotidiano. Trama dramática intensa que muestra una alta complejidad para el científico social, y que, en el contexto europeo occidental, Anthony Giddens ha denominado “hermenéutica doble” (Giddens 1995): la sociedad que estudia y analiza el científico social ya ha sido interpretada por los propios actores sociales en su gestión diaria. Pero la “hermenéutica doble” de Giddens nos queda chica en América Latina: por la complejidad de nuestros conflictos de interpretaciones, por su dramatismo.

 

Cuando nuestros científicos sociales se conforman con esa expresión para aplicarla a su situación latinoamericana evidencian hasta qué punto desconocen su propio saber: docta ignorancia en la periferia. Porque en nuestro contexto latinoamericano, poscolonial, esa situación se complejiza, convirtiendo a nuestros procesos de investigación, cuando asumen con radicalidad la esperanza que a la sociedad le cabe y cuando se hacen cargo de ella, en una “hermenéutica” involucrada en luchas simbólicas (Bourdieu), luchas culturales (decía Gramsci) que pugnan por imponer su sentido de las cosas velando la imposición con alguna lógica del sentido común. Y no es, en todo caso, una hermenéutica (meramente) “doble”, sino que está envuelta en varios pliegues de subalternación e imbricación cultural.

 

Frente a un fenómeno traumático de tan amplio alcance como la negación o el sometimiento de las diferencias en América Latina y el Caribe, debemos poder develar las complejas formaciones constituidas por diversas tradiciones culturales, mucho más allá de lo visible y evidente. [3] Somos mucho más interculturales de lo que creemos y reconocemos.

 

 

Ocultamiento de la interculturalidad en el saber dominante.

 

El impacto de las políticas del saber es oscuro y callado, ya que cuenta con la disculpa legitimada de que los procesos intelectuales desarrollados en las comunidades científicas y académicas no tienen que ver (no deben tener que ver) con ideología, mucho menos con política o con colonialismo. Sin embargo, el trauma de nuestra interculturalidad desconocida es un pliegue profundo que nos hunde en la imposibilidad de un proyecto propio, y en la inviabilidad política y económica, como su consecuencia.

 

El problema del “desarrollo” en América Latina es cultural, no en el sentido ilustrado, idealista del término, sino en el sentido antropológico, que anima desde la religión hasta la economía, desde la calle hasta la cama. Nuestras sociedades gestionan, implícita o explícitamente, una interculturalidad histórica que les es constitutiva.

 

Una sociedad intercultural requiere una Universidad intercultural. Ni la Universidad puede ser ajena a este proceso de reconocimiento y de acción de las formaciones interculturales locales; ni podremos acceder a la “sociedad del conocimiento” sin develar las negaciones y exclusiones que el “conocimiento” supone en América Latina, en nuestra región, en nuestra ciudad. Reconstruir el mapa local del conocimiento es una tarea prioritaria de la investigación: reconocer en él los pliegues entre “conocimiento social” y “conocimiento académico”.

 

“Conocimiento social” se refiere a los saberes y prácticas cotidianos o expertos no reconocidos por las comunidades científicas y académicas, pero que circulan y tienen sus propias modalidades de evaluación y validación en los distintos sectores interculturales. “Conocimiento académico” se refiere a la diversidad teórico-metodológica en el curso de la tradición científica greco-europeo-occidental. Este “conocimiento académico”, expresado por las formaciones intelectuales encumbradas y los círculos intelectuales, científicos y universitarios dominantes, tiene un gran poder de exclusión y ocultamiento de la interculturalidad.

 

Por otro lado, “apropiación social del conocimiento” o “apropiación pública de la ciencia” se refiere a los usos espontáneos, a los desarrollos de programas oficiales o privados, a los emprendimientos para el “desarrollo” y la “innovación” de alianzas de grupos empresariales, académicos y de gobierno, y a las consultorías y asesoramientos profesionales que filtran las formas científicas del saber en los diversos contextos cotidianos. Y “gestión social del conocimiento” nombra el desencadenamiento de formas de saber y de acción social que articula el “conocimiento social” y el “conocimiento académico” en la gestión cultural y política de los propios actores sociales. Propongo la discusión de estos términos de moda para que la moda no nos robe el pensamiento y, sobre todo, las posibilidades que allí se anuncian.

 

Este mapa local del conocimiento debe ser cuestionado desde la interculturalidad que somos. La Universidad latinoamericana y caribeña, las Universidades de nuestra región y esta Universidad deben ser un lugar de análisis y de acción sobre la interculturalidad porque nuestras sociedades son interculturales. Una Nación que se define como pluriétnica y multicultural, como la nuestra, debe construir una Universidad en la que se cultive el reconocimiento de las diferencias. Esto, ciertamente, no es ajeno al concepto de “Universidad”, y no sería, por tanto, un elemento adjetivo que se incorporaría como una particularidad geográfica.

 

 

Investigación e interculturalidad local.

 

Para que podamos construir una Educación Superior Latinoamericana y Caribeña, es decir, Intercultural, debemos someter a un análisis crítico radical el corazón de la vida académica: el conocimiento y el currículo. Porque es a ese nivel profundo de las prácticas que establecen los procesos, los métodos, los roles y los contenidos donde está instalada en primer lugar la postergación, la invalidación y el desconocimiento de las prácticas sociales.

 

Es urgente abordar la deconstrucción de esas condiciones históricas en las que está involucrada la Universidad. Y en los ámbitos académicos esa tarea deconstructiva no llega hasta que cuestiona críticamente los conceptos duros e imperturbables de "saber", "ciencia", "conocimiento", "teoría", y sus subordinados: “doxa”, “opinión”, "prácticas", etc. Conceptos en los que la academia se afinca y se funda y que cuida celosamente (hasta inconscientemente) de las críticas, presentándolos y defendiéndolos como posiciones de principio, sin reconocer allí un sesgo ideológico y un principio, sí, pero de poder. Preguntarse por los espacios, los lenguajes, las disciplinas, los procedimientos, las metodologías, las teorías, las relaciones jerárquicas, propias del ámbito académico, he ahí la tarea prioritaria de la investigación latinoamericana, regional, local.

 

No se trata tanto de poner a la Universidad (tal como ella existe) al servicio y para dar respuestas a las necesidades sociales. La tendencia tecnocrática, burocrática e instrumental del discurso de la “pertinencia social” procura dar respuesta a las necesidades sociales, sobre todo laborales, sin cuestionar la política del conocimiento desde esta perspectiva histórica intercultural. Transforma la Universidad con una visión empresarial monocultural. Tampoco la Universidad tal cual ella es parece estar dispuesta, en su inercia, a realizar este autocuestionamiento, sino que reacciona validando la autonomía de la tradicional visión monocultural del conocimiento.

 

Necesitamos académicos que den vuelta las cosas y que pongan su pensamiento y su acción en sintonía con la historia social, y que para ello no asuman, sino que cuestionen, el orden de cosas en el que se funda la Universidad latinoamericana, rasgando el mismo lenguaje, los mismos saberes, las mismas metodologías, el mismo prestigio (que es la moneda de intercambio, muchas veces espúrea, que circula y se acumula en nuestras vidas académicas). No pienso en "iluminados", pienso en líderes sociales, que eso debemos ser los académicos, los profesionales que egresan de nuestras Universidades, los diversos agentes que toman nuestros cursos de capacitación, abriendo nuevos campos de acción para una mayor justicia, para otra sociedad que movilice la interculturalidad hacia el reconocimiento de las diferencias.

 

Debemos remover de la "universalidad" de la Universidad esa prelación intocable, ese bien ahistórico con que establece siempre previamente las condiciones de su centramiento colonizador.

 

Es necesario el estudio crítico de la lógica del campo cultural, del campo científico y del campo académico en América Latina. Porque es la estructura de los campos científico, académico e intelectual en América Latina, y no las virtudes o defectos de tal o cual autor, de tal o cual teoría, de tal o cual metodología, la que establece las lógicas de prestigio y autoridad, la que naturaliza la jerarquía en el conocimiento y la que oculta nuestra complejidad social, sus actores vivos, sus cuerpos y sus voces. Sólo así abriremos un campo de acción entre los extremos del jet set de los famosos y el aislacionismo de los doctos (hipercríticos) ignorados. Y esto no se improvisa, esto no es una entrevista para los medios, esto no es una minuta para las decisiones en el vértigo de la gestión; esto requiere investigación.      

 

Hacer la crítica del campo académico, habitándolo, para hacer de él otra cosa (sólo en la medida en que se es capaz de reconocer los pliegues constitutivos y objetivos de la propia posición en él, la pertenencia práctica a él), haciendo productiva la impotencia, es otra figura crítica, abriendo campo de acción a una posición no teatral ni ingenua en el trabajo de desmarcación.

 

La Universidad Latinoamericana, la Universidad regional, esta Universidad, debe trabajar en el reconocimiento de las formaciones interculturales locales. No podremos acceder a la “sociedad del conocimiento” sin develar quiénes somos, cuál es nuestra historia, qué sentimos, qué pensamos, qué futuro construiremos juntos. Hoy, que estamos tan preocupados por la “internacionalización de la Educación Superior”, podemos pensar dicha “internacionalización” como acción táctica contra las inercias de la globalización (Altbach 2002) y como una nueva apertura a la diversidad próxima, a las gentes y culturas del contexto. [4] Porque, cuando la “internacionalización” se abre a la “interculturalidad”, la Universidad se vuelve lugar del diálogo universal y cada Universidad local aporta una palabra propia a la comunidad académica internacional. Si no, la “internacionalización” será una carrera perdida en el colonialismo científico, siempre por detrás de sumar indicadores de nivel mundial en sociedades desconocidas. [5]

 

Hacernos cargo de lo local, abrirnos al desentramado intercultural, sería nuestra mayor inteligencia social, sería la acción política más relevante y la única apuesta por la paz. En ello, la Universidad, la investigación, tienen una responsabilidad que haremos bien en honrar.

 


BIBLIOGRAFÍA

 

ALTBACH, Philip. Globalization and the University: Myths and Realities in an Unequal World.  Conferencia Internacional de la Federación Internacional de Universidades Católicas: Globalización y Educación Superior Católica. Esperanzas y Desafíos. Ciudad del Vaticano 2-6 de Diciembre de 2002.

 

BOURDIEU, Pierre. La Distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid 1998 (1979).

 

CALDERON, F., M. HOPENHAYN y E. OTTONE. Esa esquiva modernidad. Desarrollo, ciudadanía y cultura en América Latina y el Caribe. UNESCO-Nueva Sociedad, Caracas 1996.

 

GIDDENS, Anthony. La constitución de la sociedad. Bases para una teoría de la estructuración. Amorrortu, Buenos Aires 1995 (1984).

 

GRAMSCI, Antonio. Selections from the Prison Notebooks. International Publishers, New York 1971.

 

GROSSO, José Luis. Indios Muertos, Negros Invisibles. La identidad “santiagueña” en Argentina. Tesis de Doctorado en Antropología Social, Universidad de Brasilia, Brasil 1999. CD-ROM Equipo Naya, Instituto de Antropología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires 2002.

 

GROSSO, José Luis. Interculturalidad Latinoamericana. Los escenarios de la comunicación y de la ciudadanía.” Interaçoes. Revista Internacional de Desenvolvimento Local. Volume 4 Número 6, Programa de Mestrado em Desenvolvimento Local, Universidade Católica Dom Bosco, Campo Grande (MS – Brasil), Março 2003. pp. 17-45.

 

JIMENO, Myriam. Región, Nación y diversidad cultural en Colombia. En R. SILVA (ed.) Territorios, regiones, sociedades. Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Valle – CEREC, Bogotá 1994.

 

KNIGHT, Jane. “Updating the Definition of Internationalization.” International Higher Education. The Boston College Center for International Higher Education. Boston (MA – USA), Number 33 Fall 2003, pp. 2-3.

 

KUSCH, Rodolfo. La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo. Fundación Ross, Rosario (Argentina) 1983 (1953).

 

KUSCH, Rodolfo. América Profunda. Bonum, Buenos Aires 1986 (1962).

 

KUSCH, Rodolfo. Geocultura del hombre americano. García Cambeiro, Buenos Aires 1976.

 

KUSCH, Rodolfo. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. Castañeda, San Antonio de Padua (Argentina) 1978.

 

LANDER, Edgardo (ed.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela – IESALC-UNESCO, Caracas 2000.

 

Santiago de Cali - Octubre de 2003



[1] Esta crítica intercultural que profundiza al interior de los conceptos hegemónicos de “saber”, “conocimiento”, “ciencia”, pilares de la ideología universitaria latinoamericana, ha constituido el programa de trabajo intelectual, social y existencial de Rodolfo Kusch, con una radicalidad tal vez incomparable en el ámbito latinoamericano y caribeño. Ver Kusch 1953; 1962; 1976; 1978. Asimismo una publicación más reciente (Lander 2000) centra su atención en esta cuestión desde varias perspectivas teórico-metodológicas.

[2] En nuestros contextos nacionales latinoamericanos, las identidades regionales cubrieron la trama intercultural: el mapa de las diferencias soportables para la Nación moderna se estableció tapando las identidades étnicas y las categorías sociales coloniales; sus historias y tradiciones ahora pasaron a ser contadas y recolectadas como “folklore” del país, museificando el pasado, creando una mitología “popular”. (Grosso 1999; 2003) Específicamente para el caso de Colombia, Myriam Jimeno destaca en este sentido “lo que se ha excluido e ignorado, la variedad cultural que atraviesa las regiones y es olvidada cuando éstas se oponen como conjuntos culturales frente a la nación. La diversidad cultural suele ser entendida en Colombia tan sólo como variedad de culturas regionales.” (Jimeno 1994 p. 68) La diversidad cultural atraviesa las regiones y rompe su supuesta unidad. (p. 70)

[3] Como plantean Fernando Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto Ottone (Calderón, Hopenhayn y Ottone 1996): Una tarea sigue aún pendiente en nuestra socialidad latinoamericana y caribeña, y que la construcción de las nacionalidades encubrió aún más, de un modo más eficaz, que las políticas coloniales: el reconocimiento de las alteridades étnicas y de las diferencias culturales que nos constituyen. Y no se hallará la trama social latinoamericana y caribeña sobre la que construir comunicación y “desarrollo”, hoy diríamos “sociedad de la información y del conocimiento”, hasta que esta tarea no sea llevada a cabo por los propios actores constituidos en movimientos sociales, agenciándose del diálogo social y desatando las posibilidades de nuestras prácticas políticas.

[4] Jane Knight, Instituto para los Estudios en Educación de Ontario, Universidad de Toronto, propone  una definición de Internacionalización de la Educación Superior que pone de relieve la dimensión intercultural: “La Internacionalización, en los niveles nacional, sectorial e institucional, es definida como el proceso que integra las dimensiones internacional, intercultural o global en los propósitos, las funciones o la oferta de educación postsecundaria.” La Internacionalización “se refiere también a la diversidad de culturas que existe al interior de los países, comunidades e instituciones, y por eso el término 'intercultural' es utilizado para señalar esta dimensión”. (Knight 2003) (Traducción del autor)

[5] Philip Altbach, Boston College (USA), plantea que los estudiantes internacionales, el 80% de los cuales procede de países en desarrollo y que en su casi totalidad estudian en los países desarrollados del Norte, “no sólo adquieren capacitación en sus campos específicos, sino que también absorben las normas y valores de los sistemas académicos en los que estudian. Ellos regresan a los países de procedencia con el deseo de transformar sus universidades en direcciones que a menudo demuestran ser no realistas e inalcanzables. Los estudiantes extranjeros sirven de portadores de una cultura académica internacional – una cultura que refleja las normas y valores de las universidades metropolitanas más importantes -. En varios sentidos, esta cultura carece de relevancia para el mundo en desarrollo.” (Altbach 2002 p. 16) (Traducción del autor) Donde vemos cómo la Internacionalización puede consagrar el éxito académico sacrificando y sepultando el conocimiento de nuestras realidades locales.

Otros artículos del autor:

 


http://acilbuper.com.ar