La
brecha digital: Cibercultura y desarrollo. Paradojas
y asimetrías de una sociedad en red. Nuevos
contextos y usos de la cibertecnología en Chile PROYECTO
DE INVESTIGACIÓN FONDARCIS 003/02 por ÁLVARO CUADRA |
1.4. Brecha
digital: un concepto híbrido
Uno de los prejuicios más
corrientes a la hora de plantear la llamada brecha digital, es no
delimitar con nitidez el nivel en que ésta se realiza. Numerosos autores
proponen una crítica de Internet y de las TIC’s en términos tales que lejos de
aportar visiones nuevas, sólo reeditan consabidas visiones ideológicas. Así, por ejemplo, Armand Mattelart[60]
sólo advierte la reproducción de un antiguo mito en la promesas de la nueva
tecnología: “La reproducción cíclica del discurso
sobre las virtudes taumatúrgicas de la comunicación encubre en realidad otro
bien distinto, el de la Realpolitik de la lucha por el control de los
dispositivos comunicacionales y por la hegemonía sobre las normas y los
sistemas... En un mundo huérfano de grandes utopías políticas, la utopía
técnica sirve como moneda de cambio a los ideólogos del mercado global en
tiempo real”.[61]
No podríamos negar que, en efecto, el fenómeno de la nuevas
tecnologías entrañan una dimensión económica cultural, cuya
expresión última es una lucha en y por los mercados globales. Sin embargo, el
problema es todavía más profundo, pues sabemos que lo que se está instaurando
es un nuevo régimen de significación que si bien se reconoce en las
coordenadas de un mercado globalizado, lo excede en cuanto vector de
transformación de los modos de significación. En este sentido, una
crítica que no se haga cargo de la verdadera revolución semiósica en
curso, con todas las singularidades de la cibercultura, queda confinada en los
discursos conservadores. A este respecto, nos parecen particularmente lúcidas
las palabras de Lévy cuando apunta: “Pero muchos discursos que se presentan
como críticos no son sino simplemente ciegos y conservadores. Porque desconocen
las transformaciones en curso, no producen conceptos originales, adaptados a la
especificidad de la cibercultura. Se critica la ‘ideología (o la utopía) de la
comunicación’ sin distinguir entre la televisión e Internet... La ausencia de
visión de futuro, el abandono de las funciones de imaginación y de anticipación
del pensamiento tienen por efecto de desalentar la intervención de los
ciudadanos y , finalmente, dejan el campo libre a las
propagandas comerciales. Es urgente, incluso para la misma crítica, emprender
la crítica de un ‘género crítico’ desestabilizado por la nueva ecología de la
comunicación”.[62]
Para encontrar nuevos derroteros para el pensamiento en torno a la
cibercultura, concluye este autor: “Hace falta cuestionar hábitos y reflejos
mentales cada vez menos adecuados con respecto a los desafíos contemporáneos”.[63]
Pensar la brecha digital en términos solamente económico
culturales, nos deja atrapados en la lógica de los soportes y su
distribución social y geográfica. De algún modo, estamos pensando las redes
como infraestructuras a las cuales podemos o no conectarnos, así las comparación con las redes ferroviarias ¾como
patrón de expansión de la modernidad¾
surge fácil como un isomorfismo obvio. Sea que lo pensemos como estructura
isomorfa o como mitología de raigambre saint-simoniana, lo cierto es que
seguimos atrapados en una topología engañosa. Tal como hemos venido
sosteniendo, las redes digitales sólo son pensables desde los no – lugares
del espacio tiempo comprimido, es allí donde debemos rastrear las asimetrías de
una divisoria digital, ya no en términos tradicionales de distribución en el
espacio geográfico, geoeconómico o geopolítico. No somos ciegos a la llamada
exclusión social de los que tienen o no tienen acceso a las redes, más bien
estamos cuestionando el criterio ingenuo que pretende delimitar tout court
una correlación entre zonas histórico geográficas y las asimetrías detectadas.
Por de pronto, pareciera que el problema que nos ocupa es mucha mayor
complejidad de lo que aparenta, tal como nos advierte Castells: “La
disparidad entre los que tienen y los que no tienen Internet amplía aún más la
brecha de la desigualdad y la exclusión social, en una compleja interacción que
parece incrementar la distancia entre la promesa de la era de la información y
la cruda realidad en la que está inmersa una gran parte de la población del
mundo. No obstante, esta cuestión, tan sencilla en apariencia, se complica si
decidimos analizarla de cerca. ¿Es realmente cierto que las personas y los
países quedan excluidos por estar desconectados de las redes basadas en
Internet? ¿O es más bien debido a su conexión que se vuelven dependientes de
economías y culturas en las que tienen muy pocas posibilidades de encontrar su
camino hacia el bienestar material y la identidad cultural? ¿En qué condiciones
y con qué objeto se traduce la inclusión/exclusión de las redes basadas en
Internet en mejores oportunidades o en una mayor desigualdad? ¿Cuáles son los
factores que subyacen a los distintos ritmos de acceso a Internet y a la
diversidad de sus usos?” [64]
CUADRO
Nº 3
En una primera aproximación, la noción de brecha
digital nos resulta extrañamente
familiar, esto es así porque ya las teorías sociales de la década del sesenta
nos acostumbró a este vocablo, íntimamente ligado a la distancia entre centro
y periferia: las brechas eran, pues, inmanentes al llamado Tercer
Mundo.
Este aire de familia hace de la divisoria
digital una suerte de eslogan rejuvenecido de muchos gobiernos y ONG’s en
el que, difusamente, resuenan los ecos de emancipación y reivindicación de la psicodelia.
Existiría, empero, una razón que a nuestro entender sería central: la brecha
digital instaura una dimensión nueva y, sintetiza, además, una serie de brechas
preexistentes. A riesgo de parecer demasiado esquemáticos, intentaremos
rotular los diversos aspectos que se dan cita en esta brecha digital,
vieja y nueva a la vez.
Un punto de partida lo constituye la distinción, por una
parte, entre dispositivos informacionales, esto es: redes y equipos; y
por otra parte, dispositivos comunicacionales, entendiendo por ello, las
competencias básicas de los usuarios. Estas dos dimensiones de análisis nos
permiten caracterizar ciertas condiciones de posibilidad y las eventuales
variables pertinentes en cada caso. Veamos, desde el punto de vista de la redes
y equipos, lo que nos interesa es la conectividad, la posibilidad de
conectarse físicamente a las redes informáticas. Desde el punto de vista de los
dispositivos comunicacionales, es decir, las competencias de los usuarios, lo
que interesa es, precisamente las posibilidades de la significación /
comunicación entre sujetos concretos, llamaremos a esta dimensión accesibilidad.
Tal como se sostiene en semiótica que la comunicación presupone la
significación y no a la inversa, podríamos proponer que la accesibilidad
presupone la conectividad y no a la inversa.
CUADRO
N º 4
La conectividad emerge como un espacio en el que se
cruzan criterios de orden tanto tecno - económico como social, podríamos
afirmar que la posibilidad de conectarse a redes y equipos da buena cuenta de
ciertos índices clásicos de desarrollo social y tecno - económico.[65]
Castells nos ofrece un primer diagnóstico digno de tenerse en cuenta: “En
términos generales, la brecha entre el mundo desarrollado y el mundo en vías
de desarrollo, en productividad, tecnología, renta, beneficios sociales y nivel
de vida aumentó durante la década de los noventa, a pesar de los enormes
avances en el crecimiento económico de las zonas costera de China, las
industrias de alta tecnología indias, las exportaciones industriales brasileñas
y mejicanas, las exportaciones argentinas de alimentación y las ventas de vino,
pescado y frutas procedentes de Chile. Y es que las estadísticas globales son
engañosas, porque lo esencial del alto crecimiento económico del Tercer Mundo
está concentrado en unas zonas de unos pocos países. Al mismo tiempo, las
condiciones medioambientales se deterioraron, tanto en términos de recursos
naturales como en el crecimiento de las ciudades en los países en vías de
desarrollo, que previsiblemente alojarán a más de la mitad de su población en
los próximos veinticinco años”.[66]
La accesibilidad, que hemos ligado conceptualmente
a las competencias necesarias de los usuarios, remite, desde nuestro punto de
vista, a tres variables fuertes como son los índices en educación, el corte
generacional y características culturales específicas. Existiría una zona gris
o intermedia en la que factores étnicos, lingüísticos e incluso geográficos, no
se nos hacen evidentes todavía, podríamos hablar muy tentativamente de
variables blandas. (Véase cuadros Nos. 3, 4 Y 5).
CUADRO
Nº 5
Al examinar las cifras que dan cuenta de las tendencias
que se verifican en el dominio de las TIC’s, se hace necesario tratar de
entender en toda su radicalidad la mentada brecha digital. No se trata,
por cierto, de una tecnología más que podría eventualmente incidir en ciertos
procesos productivos e incidir en el crecimiento o no del PIB. Estamos, como
sostiene Castells entre muchos, ante una nueva modalidad de desarrollo que ha
sido llamado informacionalismo o Modo informacional de desarrollo M.I.D.[67] y que
emerge en oposición al industrialismo; de suerte que la divisoria
digital es el rostro contemporáneo de la desigualdad y, más grave aún, la
imposibilidad de un desarrollo viable en el futuro. Castells afirma: “Podríamos
decir que, en las condiciones sociales e institucionales actualmente vigentes
en nuestro mundo, el nuevo sistema tecnoeconómico contribuye al desarrollo
desigual, con lo que aumentan simultáneamente, la riqueza y la pobreza, la
productividad y la exclusión social, con sus efectos diferencialmente
distribuidos en diversas áreas del mundo y grupos sociales. Como Internet se
encuentra en el epicentro del nuevo modelo sociotécnico de organización, este
proceso global de desarrollo desigual es, probablemente, la expresión más
dramática de la divisoria digital”.[68]
CUADRO
Nº 6
Los análisis que privilegian la conectividad como
criterio fundamental en la políticas gubernamentales o regionales no advierten
con claridad que la ampliación de redes y equipos no garantiza en absoluto el
acceso de una masa significativa de la población y, mucho menos, un uso que
propenda al desarrollo, cualquiera sea el índice que utilicemos. Los estudios
que se están realizando hoy en día, sin embargo, privilegian, precisamente, una
mirada sobre la cobertura de la conectividad con un claro énfasis cuantitativo
que suspende dos aspectos fundamentales: las variables fuertes de accesibilidad
y, más preocupante, las consecuencias a mediano plazo para nuestros países. Se
pretende la inclusión por la vía simbólica a un imaginario del desarrollo
mientras se excluye por la vía de escasas políticas sociales y una distribución
aberrante de los ingresos. Como ha escrito Hopenhayn: “Este vínculo claro en
el imaginario del desarrollo hoy día está roto o más bien atrofiado del lado de
la integración material y desbocado por el lado del consumo simbólico. Mientras
el acceso al bienestar material se ha estancado y la exclusión social no se
revierte, por otro lado se expande el acceso a bienes simbólicos como la
educación formal, la televisión y la información actualizada. La brecha
creciente entre desintegración ‘dura’ (material) e integración ‘blanda’
(simbólica) alimenta esta connivencia entre desencanto y complacencia o entre
ánimo apocalíptico y entusiasmo postmoderno. La creciente segmentación social
es motivo de críticas ácidas, pero la defensa de la diversidad cultural
despierta nuestras legítimas pulsiones utópicas. La informalidad laboral es
claramente un factor estructural de reproducción de la pobreza, pero hablamos a
la vez de la autogestión y el ‘acceso a destrezas estratégicas’ como bondades
que los nuevos tiempos pueden poner al alcance de todos. A la vez que la
integración social-material parece agotar todos sus viejos recursos, nuevos
ímpetus de integración simbólica irrumpen desde la industria cultural, la
democracia política y los nuevos movimientos sociales”.[69]
En estricto rigor, la irrupción de cualquier nueva
tecnología genera de suyo exclusión, sin
embargo, es claro que no podemos condenar la escritura por la existencia, aún
hoy, de amplios sectores analfabetos. Por otra parte, no basta con hacer
declaraciones grandilocuentes en cuanto a reclamar un “acceso para todos”. Ni
pesimismo ni demagogia. Hasta hoy, tanto los gobiernos como las empresas
reclaman y prometen una cobertura cada vez más amplia y fácil. Nos resulta
evidente que la conectividad no garantiza, en absoluto el acceso, es decir, el
participar de una cierta “densidad relacional y cognoscitiva de las
realidades virtuales”[70] que
para Lévy constituye, precisamente la inteligencia colectiva. La exclusión no
sólo es un riego sino una aberrante realidad que viene a sintetizar, como hemos
señalado, muchas brechas precedentes, cuestión que se torna mucho más radical
en cuanto compromete las posibilidades mismas de desarrollo de vastos sectores
de la humanidad. A este respecto conviene tener presente aquello que concluye
Castells cuando escribe: “La divisoria digital fundamental no se mide en el
número de conexiones a Internet, sino en las consecuencias que comportan tanto
la conexión como la falta de conexión porque Internet, como demuestra este
libro, no es sólo una tecnología: es el instrumento tecnológico y la forma
organizativa que distribuye el poder de la información, la generación de
conocimientos y la capacidad de conectarse en red en cualquier ámbito de la
actividad humana. Por ello, los países en vías de desarrollo están atrapados en
la contradicción de la red. Por una parte, el hecho de estar desconectados o
superficialmente conectados a Internet supone la marginación del sistema
reticular global. El desarrollo sin Internet sería equivalente a la
industrialización sin electricidad durante la era industrial. Por ello aducir,
como suele hacerse, que es necesario comenzar por ‘los problemas reales del
Tercer Mundo’, o sea, la salud, la educación, el agua, la electricidad y otras necesidades,
antes de plantearnos el desarrollo de Internet, revela un profundo
desconocimiento de las cuestiones que realmente importan hoy día. En efecto,
sin una economía y un buen sistema de gestión basados en Internet, es
prácticamente imposible que un país sea capaz de generar los recursos
necesarios para cubrir sus necesidades de desarrollo, sobre una base
sostenible, o sea, económica, social y ecológicamente sostenible, como
demuestra el informe de desarrollo humano de Naciones Unidas de 2001 (HDR, 2001)”.[71]
A esta altura resulta claro que existe el riego de
acentuar, todavía más, las diferencias entre sociedades desarrolladas y
sociedades menos desarrolladas y al interior de las sociedades mismas entre
grupos privilegiados y grupos desprotegidos. Como sostiene Dominique Wolton, se
detectan por lo menos tres fuentes de desigualdad ante las TIC’s. En primer
lugar existe una brecha entre un entorno de pobreza y lo que un ordenador
permite hacer, es decir: “Los rendimientos de la Red globalizada evidencian
más las desigualdades mundiales existentes”.[72]
En segundo lugar no debemos olvidar que la mera presencia de Internet es en
sí una fuente de desigualdades y, en tercer lugar existe una brecha mucho más
grave ya no material: “Existe una tercera fuente de desigualdad que procede
del modelo trasmitido por el medio Internet, y ésta es una de sus ambigüedades,
es un medio racional en un sistema económico concreto: el capitalismo
globalizado. Pero genera signos y símbolos construidos sobre el modelo cultural
occidental. No se trata sólo de datos, sino de toda una arquitectura simbólica,
de una forma de racionalidad”.[73]
Nótese la incidencia de las TIC’s en los respectivos países (véase cuadro nº 6)
y adviértase cómo las naciones del llamado Sur que concentran más del
80% de la población mundial, representan en total un cuarto de las conexiones
del mundo y apenas generan un 3% del comercio electrónico mundial (véase cuadro
nº 7). Es claro que el concepto de brecha digital sólo posee sentido al
ser contrastado con la noción de desarrollo, cualquiera sea la acepción
que tomemos de ésta. Volveremos sobre este punto clave al desarrollar el tercer
capítulo de este libro.
No resulta evidente que la divisoria digital
responda a criterios puramente geográficos, pues si bien las cifran muestran
diferencias abismales entre el Triad Power (Japón, Europa y
EEUU), no es menos cierto que en un mundo tejido en red, las deferencias se
reproducen en todas y cada una de las sociedades humanas, conformando grupos
conectados física y simbólicamente y otro de los desconectados sea física o
culturalmente.
CUADRO
Nº 7
Sea cual fuere nuestra mirada en torno a la cuestión del
desarrollo, pareciera que las nuevas tecnologías ocupan un lugar central en la
discusión de estrategias y políticas, modificando los fundamentos mismos de lo
que se entendió por desarrollo en las décadas precedentes. Podríamos decir que,
hoy por hoy, la tarea de los gobiernos apunta a conectarse al desarrollo,
considerando que el diagnóstico contemporáneo privilegia los aspectos
socio-técnicos. Como resume Castells: “En una economía global y una sociedad
red donde la mayor parte de las cosas que importan dependen de estas redes
basadas en Internet, quedarse desconectado equivale a estar sentenciado a la
marginalidad, u obligado a encontrar un principio de centralidad alternativo.
Como expuse en el capítulo sobre la divisoria digital, esta exclusión puede
producirse por diversos mecanismos: la falta de una infraestructura
tecnológica; los obstáculos económicos o institucionales para el acceso a las
redes; la insuficiente capacidad educativa y cultural para utilizar Internet de
una manera autónoma; la desventaja en la producción del contenido comunicado a
través de las redes… Los efectos acumulados de estos mecanismos de exclusión
dividen a la gente en todo el planeta, pero ya no a lo largo de la divisoria
Norte/Sur sino entre aquellos conectados en las redes globales de generación de
valor (en torno a nodos desigualmente repartidos por el mundo) y aquellos que
están desconectados de dichas redes”.[74]
Las previsiones de desarrollo digital indican que la
brecha entre países pobres y países ricos se irá acrecentando, al punto de que
algunos autores ya hablan de Economías Nacionales Inviables. Así, entre los más
pesimistas, Oswaldo de Rivero sentencia: “Hoy, el porvenir de las naciones
depende cada vez más del conocimiento y de la información científico
tecnológica es decir, del número de científicos e ingenieros con que cuentan,
de los gastos en Research and Development y de la producción de software .Los
países subdesarrollados que constituyen el 75% de la humanidad (4.800 millones
de habitantes), tiene sólo el 7% del total mundial de científicos e ingenieros,
efectúan menos del 2% de la inversión mundial en Research and Development y
sólo producen el 3% del software”.[75]
CUADRO
Nº 8
Habría que hacer notar que la inversión en investigación y
desarrollo en países subdesarrollados se concentra en lugares bien focalizados
como Singapur, Hong Kong, China, India y Brasil. Desde otro punto de vista
debemos tener en cuenta que la miseria científico –
tecnológico compromete la viabilidad económica de naciones enteras en cuanto la
demanda mundial de productos de alta tecnología y servicios aumenta 15% anual,
mientras que la demanda mundial por materias primas tradicionales apenas crece
al 3% anual.
Si como se desprende de los datos globales (ver cuadro 7),
las nuevas tecnologías están generando una suerte de apartheid global,
las apocalípticas conclusiones de Castells resultan ser una advertencia más que
inquietante y verosímil: “Si las cosas siguen como hasta ahora, es muy
posible que la divisoria digital siga ampliándose hasta que acabe por sumir al
mundo en una serie de crisis multidimensionales. El nuevo modelo de desarrollo
requiere que superemos la divisoria digital planetaria. Para ello necesitamos
una economía basada en Internet, impulsada por la capacidad de aprendizaje y
generación de conocimientos, capaz de operar dentro de las redes globales de
valor y apoyada por instituciones políticas legítimas y eficaces. El interés
general de la humanidad sería que encontráramos un modelo ajustado a dichos
criterios mientras aún estemos a tiempo de evitar el drama de un planeta
dividido por su propia creatividad”.[76]
La mentada brecha digital es como la punta de un
iceberg que nos lleva de manera ineluctable a poner en tensión el concepto
mismo de desarrollo. La divisoria digital conjuga, a lo menos, tres
claras dimensiones, a saber: un modelo económico, el capitalismo globalizado,
un modelo de desarrollo tecnológico en que está implícito no sólo el lucro sino
el más alto rendimiento y, por último, subyace un ideal de la modernidad que
podemos resumir bajo el término de progreso. Será menester volver sobre
estos aspectos a la hora de ocuparnos del concepto de desarrollo en
relación a las nuevas tecnologías y la brecha digital.
[61] Ibidem.
[62] Lévy, P. Cibercultura. Santiago. Dolmen Ediciones. 2001:274.
[63] Ibidem.
[64] Castells, M. La divisoria digital: una perspectiva global/Los retos de la sociedad red in La galaxia Internet. Barcelona. Plaza y Janés. 2001: 275 – 312.
[65] En Chile existen, en la actualidad, seis tipos de
tecnologías para conectarse a Internet. Cada una de ellas está determinada,
desde luego, tanto por los costos involucrados como por la factibilidad
técnica.
1.- Dial – Up :Conexión vía Modem a
línea telefónica analógica standard, velocidad de 33.6 Kbps
2.- ISDN :Red
digital de servicios integrados. Es la utilización de una línea telefónica
digital mediante un dispositivo ISDN que permite una velocidad de 128 kbps.
3.- ADSL:
Asymmetric Digital Subscriber Line. Sistema que utiliza la red telefónica mediante un
“modem” ADSL que codifica digitalmente la señal, alcanzando velocidades de
hasta 2Mbps, aunque comercialmente se utiliza sólo 256 – 512 Kbps
4.- WILL
Wireless Local Loop IP. Esta tecnologías permite el acceso
inalámbrico a la Internet y se basa en las antenas de telefonía celular. Se
alcanza una velocidad de 128 – 386 Kbps.
5.- Cable MODEM. Es un servicio
complementario a la TV que utiliza cable
coaxial, se pueden alcanzar velocidades de hasta 10 Mbps.
6.- Powerline Communications. Se encuentra en etapa experimental, se trata de utilizar la red eléctrica para alcanzar velocidades de hasta 45 Mbps.
[66] Castells. Op. Cit.
57 Las redes sobre la base de las nuevas tecnologías de la información, proveen la base organizativa para la transformación de relaciones de producción de base social y espacial en flujos de información y de poder que articulan el nuevo y flexible sistema de producción y administración. La reestructuración del capitalismo ha utilizado el potencial adaptativo de las redes organizativas para dejar espacio a su energía “creativo-destructiva” I hasta ahora constreñida por las ataduras sociales y políticas impuestas sobre ella por una sociedad aún reacia a no ser más que un artículo de consumo. El espíritu libertario del capitalismo se encontró por fin en un ambiente propicio en la última frontera donde las redes organizativas y los flujos de información disuelven los lugares y suplantan a las sociedades. El informacionalismo y el capitalismo se han fundido históricamente en un proceso de reestructuración tecno-económica cuyas consecuencias sociales perdurarán mucho más que los eventos sociales y las circunstancias políticas que provocaron las decisiones conducentes a su desarrollo en los años ochenta. Castells. Ibid.
[68] Ibid.
[69] Hopenhayn,M. Vida insular en la aldea global in Cultura y Globalización (J.M.Barbero Eds). Bogota. CES. 1999: 53-77.
[70] Lévy. Op. Cit., p. 284.
[71] Castells. Op. Cit.
[72] Wolton, Dominique.Sobrevivir a Internet. Barcelona. Gedisa. 2000: 135.
[73] Ibid.
[74] Castells. Op. Cit.
[75] De Rivero, Oswaldo. El mito del desarrollo. Lima. F.C.E. 2001: 149.