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           IMÁGENES Y SIMULACROS  DE UNA GUERRA RED

 

 

 

Por Álvaro Cuadra

UNIVERSIDADARCIS

PROGRAMA DE DOCTORADO EN ESTUDIOS

DE    SOCIEDADES      LATINOAMERICANAS

IHEAL   /  CEPAL  /   UNIVERSITE    PARIS III

El complejo militar-multimediático

  

             Entre las muchas aristas que posee la llamada Guerra del Golfo II destacamos a lo menos tres: Primero, se no se trata de un hecho meramente coyuntural, estamos ante el posicionamiento estratégico de una superpotencia destinado no sólo a redefinir el mapa geopolítico de Oriente Medio sino también el espacio judicativo del Nuevo Orden Internacional para el siglo XXI. Segundo, uno de los elementos característicos de la primera guerra del siglo veintiuno es su carácter global , quiérase o no, la intervención anglo-americana en Irak entraña consecuencias que involucran al mundo entero, toda la humanidad es convocada e interpelada por el catastrófico evento y tercero, se trata de la primera guerra on line de la historia. Efectivamente, Uno de los aspectos que más llama la atención por estos días sobre la llamada Guerra del Golfo II es el tratamiento mediático de que ha sido objeto. En el espacio de este artículo trataremos de delimitar las singularidades que caracterizan a la primera Guerra Red de la historia humana desde una perspectiva comunicacional. 

 

             No es en absoluto casual que lo comunicacional, en su sentido más amplio, sea el sello distintivo de nuestro tiempo. Al examinar el tremendo desarrollo de los soportes mediáticos, desde la expansión de la gran prensa hasta la era de la televisión y los multimedias, no podemos sino constatar cómo la cultura a nivel planetario ha sido modelizada por la industria cultural, inaugurando un nuevo régimen de significación que podemos sintetizar en términos de una creciente mediatización de la oferta discursiva y una acelerada virtualización de los flujos. Este doble proceso mediatizador / virtualizador ha transformado nuestras prácticas sociales hasta el punto de reconfigurar el modo en que concebimos el espacio y el tiempo.

 

             Nuestra primera hipótesis apunta al desplazamiento de una cierta mirada infraestructural que fue llamada hacia la década de los sesenta complejo militar industrial hacia un estadio inédito que denominaremos complejo militar multimediático. Si el complejo militar – industrial quería dar cuenta del maridaje entre la gran industria norteamericana con las élites castrenses, el complejo militar  multimediático puede ser entendido en dos sentidos: primero, como uno de los dispositivos centrales de carácter militar en los planteamientos estratégicos a escala global y, segundo, como una asociación de intereses en el manejo de la información y la propaganda a nivel mundial.

 

             Como suele ocurrir, las lecciones de una guerra se aprenden con rapidez, así, podríamos decir que durante la Segunda Guerra Mundial la pugna internacional se verificó en las ondas cortas, tanto el bando aliado como las potencias del eje transmitían miles de horas en diversos idiomas para inclinar a la opinión pública a su favor e infundir  aliento a sus tropas y conciudadanos. Una situación similar persistió durante la llamada Guerra Fría que enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética. Podríamos decir que tanto la Segunda Guerra Mundial como la Guerra Fría fueron, eminentemente, confrontaciones de la era radiofónica. La guerra de Vietnam, en cambio,  fue ya una guerra cinematográfica, las fuerzas estadounidenses eran filmadas para las grandes cadenas norteamericanas casi sin restricción alguna y eran exhibidas con un desfase de días. Así la imagen desfasada se yuxtaponía al teletipo, la radio y la radiofoto, con adversos resultados en el clima de opinión dentro de los Estados Unidos. Dicha lección fue aprendida por los altos mandos militares y la Guerra del Golfo I fue , a su manera, el primer experimento del nuevo complejo militar multimediático.

 

             La Guerra del Golfo I fue, en rigor, una guerra unilateral desde el punto de vista comunicacional. El monopolio de la CNN permitió controlar la mediatización, esto es: controlar las ofertas discursivas, con la consecuencia de aminorar el impacto en la opinión pública. Si a esto se agrega la escasa duración del enfrentamiento que alcanzó apenas a las 100 horas y su carácter  formalmente “legal” y “limpio”, se advierte que en los hechos se trato de una guerra quirúrgica, por lo menos a los ojos occidentales. A esto se agrega el hecho de que el enfrentamiento bélico se mantuvo en el plano “profesional”, esto es: un ejército altamente sofisticado fue el que realizó las operaciones, sin comprometer ampliamente a la población. Podemos afirmar que la Guerra del Golfo I fue la antítesis de la Guerra de Vietnam, en que el descontrol mediático tuvo graves consecuencias en el público y el gobierno norteamericanos.

 

El imperio contraataca:

 

             La Guerra del Golfo II, sin embargo, trae varias “novedades” respecto de la primera. En primer lugar, aquella red de redes concebida como último recurso militar en el contexto de la Guerra Fría, ARPANET, es ahora de dominio público y se encuentra relativamente masificado como INTERNET. Esto atañe no sólo a las personas sino, muy especialmente, al modus operandi de los medios más tradicionales de comunicación, desde los corresponsales de prensa hasta las cadenas televisivas con sus enviados especiales. En pocas palabras, estamos ante un mundo cuyas tecnologías se hacen digitales. De manera que se acentúan ciertos rasgos como la simultaneidad, la instantaneidad y la ubicuidad de la información. En segundo lugar, las nuevas tecnologías se han hecho cada vez más accesibles, esto explica que naciones del mundo en desarrollo con suficiente capital puedan instalar cadenas transnacionales como Al Jazeera o Al Arabia que llevan a los hogares del mundo las otras imágenes de la guerra. El monopolio norteamericano representado por sus poderosas redes globales se debilita y comienzan a emerger voces diversas y disonantes respecto del discurso único. Si a esto agregamos que la red de redes se ha convertido en un bazar multimedial, es fácil comprender que la opinión pública mundial encuentre otros modos de constituirse. Nótese, por ejemplo, que las protestas mundiales organizadas en distintas latitudes son coordinadas a través de Internet, sin embargo, cada célula nacional mantiene su autonomía relativa. Esta tensión entre la acción concertada y la autonomía de las células en red es la clave contemporánea para explicar cómo irrumpe el movimiento social anti - bélico, en este siglo XXI. Los no –lugares del ciberespacio logran coordinar y fundamentar acciones que se verifican en lugares geográficos distantes e inconexos: son los flujos de información los que están configurando los fenómenos sociales verificables en sociedades históricas. En tercer lugar, y como una consecuencia de lo anterior, la Guerra del Golfo II se torna en una suerte de  Reality Show a escala planetaria.

 

             Una cámara automática dispuesta en una de las azoteas de Bagdad nos ha llevado hasta nuestros hogares las imágenes del bombardeo en tiempo real, las cadenas televisivas se esmeran por hacernos vívido cada avatar de la guerra, sea que se trate de ITN, CNN o Aljazeera, lo cierto es que no se escatiman medios ni tecnología para hacer de cada batalla o escaramuza un reality show donde la muerte está asegurada. Ya existen algunas web cams que nos permiten observar algunos rincones de la capital iraquí en nuestra PC. La primera guerra del siglo es, al mismo tiempo, una guerra mediatizada y virtual, mediatizada por cuanto la producción, distribución y consumo de las imágenes de guerra se inscribe en el espacio - mercado de ofertas discursivas cuyos actores son las cadenas internacionales de noticias y televisión; virtual en cuanto a la estética efectista de superficie que preside la exhibición de las imágenes digitalizadas.

 

             La Guerra del Golfo II si bien se verifica en el espacio histórico y geográfico, se representa en el no lugar de la mediatización y la virtualidad. Es el Aleph del espacio-tiempo comprimido y acelerado donde se ha instalado al fin la muerte, ya no como realidad oprobiosa y lamentable, ya no como holocausto, sino como espectáculo ingrávido, superficie bruñida de High Tech, promesa ingenua de asépticas armas inteligentes: la muerte y el crimen han sido domesticados por la imagen digital y el efecto especial, la gran maquinaria del make believe ha expurgado la muerte y la historia del imaginario trágico de gran parte de la humanidad, para rescribir la épica cuasi deportiva de los nuevos gladiadores, estadio último de la primera guerra postmoderna.

 

 

Las mil y una noches

 

             Cada noche la pantalla de millones de televisores alrededor del mundo se torna verde, es la noche de Bagdad que se nos ofrece con la última tecnología infrarroja, en vivo y en directo. Como una suerte de trágica postal, una cámara automática está a la espera de los anunciados y espectaculares bombardeos. La Guerra Red inscribe la confrontación en la dramaturgia de la videósfera en que la cadena de eventos es registrada casuísticamente, lo único que importa es el punto de partida. Muchas redes en el mundo nos mostraban la cuenta regresiva, la hora H en que se haría efectivo el ultimátum establecido por Bush . Tal como si se tratase del Happy New Year, o del puntapié inicial de un Campeonato Mundial de Fútbol, la Guerra del Golfo II ha sido precedida por el suspense y el vértigo de un comienzo. A partir de la hora H, el bombardeo de imágenes se ha vuelto incesante, desde la anécdota trivial hasta la escena épica del avance de blindados. Es interesante destacar que una vez inaugurado el evento, el tiempo se hace otro, cada noche asistimos a la reiteración de lo mismo, la Guerra se nos entrega como una expansión de tiempo presente, un puro relenti en que se suceden rostros sedientos, cadáveres y seres mutilados. El hecho de que, finalmente, las imágenes resulten intercambiables evidencia dos fenómenos: primero, se ha roto la percepción de una cierta linealidad cronológica y segundo, se ha alterado la estructura dramatúrgica sintagmática en que se yuxtaponen los eventos. Dicho de manera global, estamos transitando desde una cierta textualidad  anclada en la narrativa lineal hacia una hipertextualidad en que espacio y tiempo quedan fragmentados en un collage de lo diverso y lo mismo. Cuando la percepción espacio temporal, histórica y geográfica, deviene compresión espacio temporal, en virtud de la mediatización / virtualización, la experiencia misma pierde su espesor o “significado”, la Guerra del Golfo II es una guerra del puro significante o, si se quiere, una guerra del puro simulacro. 

 

             En un mundo en que el espacio geográfico se ha hecho espacio de flujos y el tiempo histórico lineal de la modernidad ha sido diluido por los espacios fractales de los significantes digitalizados, adviene lenta pero inexorablemente un mundo  otro que se nos ofrece como un nirvana digital en que las categorías modernas como historia, hombre e, incluso, muerte, pierden su significado. El capitalismo globalizado se muestra, de este modo, en su dimensión más abisal: como un lento y poderoso proceso de destrucción cuyos efectos corrosivos y deletéreos lo alcanzan todo, desde el medioambiente hasta el sentido de la existencia humana. La Guerra del Golfo II viene a escenificar aquello que fuera profetizado ya en el siglo XIX, todo cuanto parecía sólido en el antiguo orden se va evaporando en el aire.

SANTIAGO DE CHILE, ABRIL 02, 2003.-


 

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