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¿Qué tendríamos que investigar los sociólogos?

A cuarenta años de la creación del Instituto de Sociología en la Universidad  de Buenos Aires.

Por Alberto Tasso

 

Al igual que la mayoría de los problemas, el que aquí queremos plantear solo puede ser dibujado en condiciones muy precisas de tiempo y lugar. Ellas están dadas por  nuestra sociedad y por nuestro tiempo, aunque desde luego existen otros marcos, tal como el estado actual de la disciplina. Aún dentro de los límites de una aproximación hecha a pluma rápida (léase tecla rápida) desearíamos enunciar ambas cuestiones.

1. La sociología en la Argentina: desde los 60 al presente

Nuestra disciplina aparece en los años sesentas bajo el impacto de las crisis sociales y politicas posteriores al primer peronismo. Ha reaparecido la presencia militar en el escenario político, el pensamiento marxista goza de buena salud, la sociedad está inquieta por las turbulencias de un cambio social esperado pero incierto. Es en ese clima donde la sociología aparece como una promesa, que desde un punto de vista fue entendida como instrumento de reflexión,y desde otro, acaso complementario, como instrumento de cambio. Común a estas dos acepciones de la promesa fue la idea de una disciplina elaborada sobre la crítica al orden social, porque la intelectualidad argentina de la época no concebía ese orden como justo. Tal vez no sea una simplificación decir que los sociólogos  de los sesenta veían ante sí una responsabilidad desmesurada, como es la de ser  articuladores de una transformación estructural de la sociedad argentina.

Entretanto, más allá del papel que retóricamente se asignaba a la sociología, surgieron orientaciones concretas en la investigación y en la acción profesional que parecian ir en otras direcciones. Un hito es, lo podríamos llamar corriente germaniana, en la que participan muchos sociólogos hoy destacados, pero en la que fue clave la inspiración teórica del sociólogo italiano. Es un dato interesante que esa obra fue calificada con adjetivos contrapuestos : los sociólogos y otros intelectuales de tipo militante la cuetionaban por su "cientificismo", desde círculos más tradicionales, quizás también más cercanos al poder, se la calificaba como "izquierdista", en el sentido de perturbadora.

Estas dos valoraciones rozaban el estereotipo ¿Qué hicieron concretamente Gino Germani y la primera generación de sociólogos profesionales? Por un lado marcaron un nuevo rumbo teórico y metodológico, incorporando las líneas más recientes de la sociología norteamericana, por entonces ya hegemónica: el funcionalismo, la sociología sistémica de Talcott Parsons, la psicología social, entre otras, junto a un uso amplio de técnicas de encuesta y entrevista en el campo, así como de recuperación de datos secundarios. Por  otro, utilizaron esos elementos para hacer un balance de la sociedad argentina a lo largo del último siglo, especialmente a partir de los grandes cambios operados desde 1880. Además estudiaron muchos temas de su presente: las migraciones, la asimilación a la vida urbana, el sistema político. De esta experiencia surgieron interpretaciones sugerentes que aún hoy tienen vigencia y utilidad, aún como base para un debate que las necesita para refutarlas y superarlas.

Claro que la sociología de ese período no se limita a esos aspectos, por otra parte tan importantes: los sociólogos comenzaron a insertarse rápidamente en las políticas del Estado y en la actividad económica: conducción de programas y proyectos, encuestas de mercado y opinión,consultoría en organismos nacionales e internacionales.

Apartémonos ahora de esta etapa y pasemos al presente.¿Cuál es el escenario en el que se desenvuelve la sociología argentina hoy? Por un lado cambió mucho la situación contextual del país, luego del trágico paso de las fuerzas armadas por la política y del retorno a la democrácia. La agenda incluye hoy las condiciones sociales y políticas necesarias para fundar una democrácia estable. No menores son los cambios en la sociología mundial. Reaparecieron los sociólogos europeos, y como parte de las grandes transformaciones operadas en el mundo del pensamiento, la sociedad actual, llámesela posmoderna o como se quiera, dejó de lado la pertenencia a             etiquetamientos teóricos. Un mundo más ecléctico, semejante al de las góndolas del hipermercado, es el que se le ha abierto a quien quiere reflexionar sobre la sociedad. Se multiplicaron los cruces entre disciplinas, de modo que el sociólogo a menudo se vincula al historiador, al politólogo, al antopólogo, al estudioso de la literatura o la educación.

El sociólogo ya no siente recaer sobre sí la expectativa del que tiene que cumplir una promesa.

Trabaja con otros. El aporte de la sociología, en teorías y en métodos, de algún modo fecundó las ciencias sociales, y también fue fecundado por otras corrientes. Trabaja junto a otros profesionales en la encuesta y el diagnóstico. Pero sería erróneo suponer que ha perdido individualidad. Parece, todavía, haber cuestiones que solo los sociólogos están en condiciones de plantear. Aunque se han dedicado a estudiar  ambientes microsociales y temas más acotados,  pareciera que estamos en condiciones de vincularlas más articuladamente a contextos más amplios. Numerosos interrogantes me surgen ahora, en el sentido de si efectivamente estamos planteando esos temas, de si efectivamente  nos estamos preparando para intervenir en los problemas que la sociedad actual plantea. Dispongo sí de un juicio apriorístico, que es mas bien negativo, aunque no podría ni querría explayarme sobre el punto, en cierto modo lateral a mi argumentación en este artículo.

2. La sociología entre nosotros

 A diferencia de otras provincias de la región, en Santiago del Estero se abrieron carreras de sociología, a fines de los 60s en la Universidad Católica, y a mediados de los 80s en la Universidad Nacional. Un número de graduados que supera  el medio centenar a lo largo del último cuarto de siglo, habla de una presencia profesional apreciable en términos del tamaño de nuestra población urbana, primero, y del subconjunto de "graduados universitarios", en segundo lugar.

Pero antes de preguntarnos acerca del eventual producto de nuestro trabajo, deberíamos preguntarnos cuántos de nuestros colegas dispusieron de la base "existencial" necesaria para sustentar su "conciencia" profesional, esto es, de un empleo como sociólogos. La respuesta( por ahora fundada en la aproximación, pero fácilmente verificable,según creo) reduciría a la mitad aquella cifra, y de esta treintena hallaremos dos tercios en el mundo académico, y el tercio restante dentro de la administración pública provincial.

Esto es ya un síntoma problemático, cuyas causas locales atribuyo por igual al escaso desarrollo de nuestra provincia a lo largo de las últimas décadas, así como a la política de preferir la fidelidad partidaria a la competencia técnica con que se ha regido la administración estatal santiagueña , al menos durante los períodos democráticos. Otros asumirán la tarea de explicar por qué la estolidez ilustrada en prácticas políticas puede ser más eficaz que la pericia tecnocrática, al menos para mantenerse en el poder. Yo confieso que el problema me supera.

Hay causas externas también,cómo no advertirlas. Nuestra profesión fue vista como peligrosa por la manu militari (bastardilla) en el período del proceso, que cerró carreras y dejó seriamente herida, y bajo el manto de la sospecha, a nuestra identidad profecional. En este punto se diferenció del período 1966-73, en el cual la intervención militar, aunque tampoco proclive a la inteligencia, intentó crear mecanismos de participación social "no política" en la esfera comunal, empleando para ello a buen número de sociólogos en las áreas de bienestar social y desarrollo de la comunidad.

Una curiosa paradoja es, entonces, la de nuestra profesión en Santiago del Estero, sospechada por los gobiernos militares y esquivada por los gobiernos civiles, sobrevivió solo en el mundo académico, que es en definitiva el de la docencia y la investigación. Nada menos, pero también nada más.

¿Qué dejó este período de nuestra labor profesional? Experiencia de trabajo en la gestión de proyectos, principalmente en las áreas de vivienda, educación, asistencia social,familia y minoridad, y desarrollo rural; algo así como una veintena de estudios técnicos sobre temas tales como migraciones, empleo y comunidades, en varios casos realizados junto a equipos técnicos sobre temas tales como migraciones, empleo y comunidades, en varios casos realizados junto a equipos técnicos de Buenos Aires; algunos estudios de consultoría en el sector privado; y en los últimos años varios trabajos de investigación sobre pobreza, historia agraria y campesinado entre otros.

Pero también dejó emigrados por razones laborales o familiares, otros que se automarginaron de la profesión porque no pudieron o no quisieron ejercerla; y algo así como dos centenares de estudiantes que no pudieron concluir   su carrera, entre los cuales hay varios que, por razones políticas, estuvieron presos, se exiliaron o desaparecieron. En un cuadro bastante desalentador como el que he pintado, se podría aplicar a nuestra labor  colectiva la ecléctica expresión de nuestro lenguaje popular:  notanto, ni tan poco.

3. Entonces, ¿Qué investigar?

Pero la promesa que contiene el tìtulo de este artículo apunta al mañana, y no al ayer. Y la razón por la que debemos pensar en términos de "mañana" consiste en que una nueva generación de sociólogos profesionales está ya saliendo de la Universidad. Y más que una respuesta, lo que este artículo se propone es plantear la pregunta, que puede ser ocasión de un debate colectivo tanto como de la reflección personal. Porque todos nos planteamos una y otra vez en nuestra vida profesional esta cuestión, y si bien muchas veces nuestros temas de trabajo son propuestos por la institución que nos emplea, siempre existen situaciones en las cuales la iniciativa es nuestra.

Le concedo a la investigación tanta importancia como a la gestión. La veo como una dimensión constituyente de nuestro rol, y sostengo que sin investigación no hay gestión posible. Y cuando no basamos nuestra gestión en investigación própia, estamos algo así como caminando con pies ajenos.

Por eso concibo al sociólogo como a alguien que, siendo convocado para actuar, se dice de inmediato que para poder hacerlo primero debe conocer. Esto, que en general es válido para todo el mundo y para cualquier profesión, lo es especialmente válido para aquellas que, como la sociología, son básicamente empíricas.

Y aunque mi tarea ya estaba concluída al anotar el título de este artículo, apuntaré, solo por entretenerme, y porque me parece una buena forma de pasar el tiempo, una u otra idea que tengo sobre la cuestión.

La primera es que plantear el tema de qué investigar supone atender la cuestión de las continuidades, esto es, la tradición de lo que se ha venido haciendo, y de las rupturas, esto es, la necesidad de salirse de la tradición cuando ella deja de ser un estímulo para convertirse en un corsé.

En este punto señalaré algo obvio, y es que la sociología en Santiago del Estero no se inicia con los sociólogos profesionales, sino con quienes pensaron, con algún orden y sistema, a su propia sociedad. Y me parece oportuno alinear los nombres de Lorenzo Fazio, Baltasar, Olaechea y Alcorta, Orestes Di Lullo, Bernardo Canal Fejóo y Amalio Olmos Castro, que 1890 y 1980 eslabonaron algo así como un período proto-sociológico, de valores y registros  muy disímiles pero en todos los casos muy estimables, acerca de muchas cuestiones que no han sido re-tomadas ni re-planteadas por los sociólogos santiagueños.

Los temas que esos pioneros estudiaron se llamaron conflicto -en el  sistema politico o en el mundo sociocultural-, la sociedad folk y sus productos, el cambio social en escala secular, entre otros.

La idea de continuidad remite no solo a lo que nuestra academia está haciendo en los últimos años (aunque de hecho la incluye), sino también a recuperar preocupaciones, en la medida en que ellas estaban ancladas en problemas que perviven.

La idea de la ruptura, en cambio, es poco complaciente con el pasado, y aún con el presente, pero mucho con lo futuro. Entiendo como temas de ruptura a los relacionados con la sociedad civil y su posible constitución, con la conducta de los empresarios y las organizaciones, con la creación de empleo, y con el conflicto latente entre racionalidad versus costumbre que parece regir la vida santiagueña en la larga duración.

Vista desde este ángulo, la pregunta liminar puede ser respondida con varias asignaturas pendientes, tanto desde el lado de las continuidades como de las rupturas. Entre ambas, siempre habrá terreno disponible para proseguir con lo que veníamos haciendo o incorporando los temas "de moda".Pero ese camino, estimo, siempre será estrecho.

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