El mito de la demokracia

 

por Yván Silén

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        Aunque ustedes lo duden o no lo sepan, este simposio ha sido el encuentro de la ética consigo misma y con la política*. Esto es así, porque la ética es una reflexión sobre y de la libertá. Todo lo que se ha dicho en este simposio, está relacionado con la ética política. La ética no puede pretender ser exclusivamente individual. Tiene que aspirar a ser colectiva. En eso Kant no se equivocó: lo que deseo para mí lo deseo para los otros. Es precisamente en esta síntesis en donde se equivocan muchos filósofos, porque cada vez que digo "libertá" o digo "libre", estoy desembocando indirecta o directamente a los entornos de la política. Separar la ética de la política es mutilarla. Separar al sujeto de su responsabilidad social es malograrlo, es desembocar una vez más a las lacras de la demokracia anónima. Antes de continuar se nos impone aquí una pregunta fundamental: ¿qué es la ética? Esta no es otra cosa que el ejercicio de la libertá. La ética es lo irrepetible. Ella, al hacerse colectiva, se convierte en la verdadera política del individuo. Reducir la ética exclusivamente a la individualidad del sujeto, aislarla, exilarla de lo social, es corromperla y nihilizarla. Al escindir a la ética, al enfrentarla a la política (el ser humano vs. las instituciones), no hacemos otra cosa que alienarla. Soy ético, porque soy político. Soy ético, porque creo que la persona no debe ser violada ni por el racismo, ni por la demokracia, ni por el miedo, ni por los privilegios de las oligarquías, de los anexionistas o de los representantes. En esta noche vamos, pues, a discutir varios acontecimientos que muchas personas padecen y sospechan, pero que muy pocas se han atrevido a expresar claramente: ¡el enfrentamiento de la libertá a la demokracia y, como consecuencia, el enfrentamiento de los individuos a la crisis de la demokracia liberal! Esta crisis de la demokracia invasora nos permitirá expresar otro gran acontecimiento necesario: ¡la independencia de Puerto Rico!

        Cientocinco años de invasión norteamericana han permitido la tragedia del hipnotismo puertorriqueño y han facilitado la crisis de una Latinoamérica invadida y saboteada por los intereses norteamericanos de la globalización y por el Fondo Monetario Internacional. Parece ser que ni el bipartidismo, ni el tripartidismo aseguran la libertá individual y política de nadie. Estamos a merced del Leviatán demokrático de la corrupción y de la explotación humana. La crisis moral que nos rodea es tan total que nos hemos acercado a la experiencia política del espanto: los terroristas se han convertido en los héroes de la “libertad”. Al afirmar el cinismo político, la demokracia ha dejado de creer en sí misma. Se ha convertido en el triunfo mediocre del maquiavelismo que son los representantes. No estamos diciendo con esto que las dictaduras sean mejores que la agonía de la demokracia, sino que los partidos del simulacro, en donde la oligarquía se auspicia a sí misma como corrupción, se ha convertiedo en el colador de la lucha de clases. En este tipo de demokracia liberal la maldad del poder no hace otra cosa que patrocinarse a sí misma. La demokracia ya no hace otra cosa que fomentar exitosamente su propia corrupción o el genocidio contra las diferencias.

 

        Podemos decir, entonces, que los espacios de la "libertad política" (independentistas, muñocistas o anexionistas) se han agotado con el propósito de que la inmovilidad del poder, su no a la diferencia, su no a la crítica, no sean apreciados por la mayoría y los representantes de la inmovilidad, los traficantes del poder, puedan seguir funcionando exitosamente. El debate se ha convertido, con la complicidad de algunos periodistas, en el movimiento de la ilusión de lo político. Nos urge traer, entonces, el escándalo a la Casa del Señor para señalar que muchos independentistas, debido al furor nihilista y militarista de la demokracia, han dejado de creer en la independencia ¡Muchos independentistas (con su apatía y con su fe en las elecciones fetichistas) se han hecho responsables de la ilusión de la nada demokrática y de esa maldad que la demokracia trafica! ¡Muchos independentistas se han convertido en los apolíticos asalariados de la colonia! Acorralada la demokracia en su propio lujo, en su triunfalismo, ha intentado ocultar la realidad de su propio imperialismo. Y los representantes han tratado de convertir al neoliberalismo en la realización de su propia mercancía. Estos, los representantes, se han convertido en los cleptómanos de la "libertad". Por eso tenemos que desembocar en esta noche a dos conceptos que se han puesto de moda: la privatización y la globalización. ¿Qué son, entonces, la privatización y el Tratado de Libre Comercio, sino la venta del patrimonio nacional, con el visto bueno de los mercanchifles, a los intereses extranjeros del capitalismo de siempre? La privatización es, pues, la ideología a través de la cual el capitalismo se torna escarnecedor. Basta pensar en los gobiernos de Pedro Roselló y de Sila Calderón para tener una idea clara del simulacro, de la desaparición internacional de Puerto Rico y de su seudo gobierno. No sólo se está procurando la destrucción del Estado Nacional, sino que también se está proponiendo la destrucción económica de Latinoamérica con el único propósito de entregarla a los Estados Unidos. ¿Por qué los intelectuales no proponen lógicamente la destrucción nacional de los Estados Unidos? Esta es la crisis y la maldad de la demokracia: su corrupción no sólo acontece como la inmoralidad de los presidentes de las cámaras anexionistas (pensemos en Misla Aldarondo, por ejemplo), sino en la hipocresía de su propio proyecto político: la desaparición de Puerto Rico en la estadidad yanqui. La demokracia ya no es el marco político de la economía imparcial que pretendió ser, sino que se presenta como el intento económico de despojar a los otros países del mundo de su propia soberanía.

        Pero como la demokracia necesita justificadores, no ha hecho otra cosa que moverse ideológicamente hacia el plano del saber sofístico de los postmodernos que apoyan el concepto de la globalización como neoimperialismo. ¿Qué es entonces realmente este concepto de la globalización? La globalización no es otra cosa que el Reino del Terror económico que la demokracia realiza como imperialismo. Surgen, pues, dos preguntas que nos angustian: ¿en qué se ha convertido la demokracia? ¿O en qué nos ha convertido la demokracia a nosotros? ¿O es, acaso, que los puertorriqueños nos hemos perdido en la belleza del deseo perverso de huir de la libertá que somos? No voy a contestar esta pregunta, porque cada uno debe contestarla en su propio corazón. El miedo a la política, el desprecio elitista a lo político, el aislamiento, la soledad, el racismo, no son otra cosa que el miedo a lo que somos (esa libertá que nos consume a pesar de la colonia y de los traficantes de la anexión). ¿Hasta cuándo hemos de repetir la maldad colonial de los anexionistas? ¿Hasta cuándo vamos a ser esa Casandra vulgar delante de ti, ¡oh, Puerto Rico!, si durante 105 años se nos ha dicho demokráticamente que no podemos, que es inútil, que está prohibido desembocar a la república y a la soberanía?

        Nos hemos convertido, como hubiera dicho José de Diego, en la fábrica de los que estorban: los puertorriqueños como estorbo yanqui. Llevamos 105 años girando en el círculo dantesco de la muerte: del muñocismo al horror del anexionismo y del horror de éste al muñocismo. No hemos podido hallar, no hemos tenido la voluntad de encontrar el hilo del amor de Ariadna. La demokracia se ha convertido, para refrasear a Nietzsche políticamente, en el mito del eterno retorno de lo mismo. ¿Qué es lo que está sucediendo entonces? ¿A dónde hemos arrojado la autoestima? ¿Dónde ha caído Héctor o dónde ha caído Aquiles? ¿Es que la demokracia se ha convertido en la necedad de desaparecer en nuestra propia belleza? ¿Deseamos enriquecernos a costa de la muerte de los inocentes del mundo? ¿Qué nos está horrorizando en este sueño de la vigilia política? ¿Qué nos espanta? Nuestro silencio nos delata en la noche del insomnio democrático. Nuestra "felicidad" nos delata. Y nos delata por el hecho de habernos convertido en los “felices” de las migajas norteamericanas. Detrás de nuestra belleza está toda la maldad y todo el crimen cotidiano que la colonia trafica contra sí misma. Está el despojo de los pobres, la carne de los pobres, el alma de los pobres. ¿Cómo duermes, Puerto Rico, ante este crimen de los puertorriqueños despojados y exilados inmisericordemente?

        ¿Quién arrojó las bombas atómicas sobre un Japón derrotado? ¿Fue Truman o fue la demokracia? ¿Quién arrojó las bombas sobre Vietnam? ¿Quién mató, ¡oh, lacayos!, al presidente Kennedy, a su hermano Robert Kennedy, a Martin Luther King, a Malcolm X, a los líderes de las Panteras Negras? ¿Quién mató a Lumumba? ¿Quién mató a Pedro Albizu Campos? ¿Cuántas personas han muerto en Vieques? ¿Cuántos iraquíes han muerto en Irak? Esa es la sangre que corre delante de ti, ¡oh, Puerto Rico! La demokracia no sólo ha matado a sus presidentes, sino que ha mentido cínicamente sobre lo que ha ocurrido en la historia. Y los puertorriqueños, ¿qué hicimos? ¿Qué hemos hecho? Hemos aplaudido mercenariamente. Hemos aplaudido lacayamente detrás de la ayuda norteamericana. Aplaudimos detrás de los muertos, detrás de los exilados, detrás de la injusticia, detrás del sida, detrás del mantengo, de la infamia. Los puertorriqueños, hasta el día de hoy, no hemos podido entender que el racismo de Estados Unidos es la espina dorsal de la demokracia. El cuerpo de la demokracia se pudre lenta y hegemónicamente. Nosotros no sólo hemos perdido la salud física, sino que también estamos perdiendo la salud moral y la salud política. Porque un pueblo que no se gobierna a sí mismo, un pueblo que no se defiende ni se ama, un hombre que no se respeta, termina por denigrarse. Por eso en esta noche, contra todas las vicisitudes, contra todos los crímenes, contra la inmoralidad, contra las guerras de ocupación norteamericana, ¡NOSOTROS ESTAMOS DECLARANDO, real y simbólicamente LA INDEPENDENCIA DE PUERTO RICO!

        ¿De qué imposiblilidad nos han estado hablando los invasores? ¿De qué cinismo, de qué muerte, de qué estupidez? ¿De qué destino estamos hablando nosotros en esta noche? Obviamente, que estamos delante del gran eclipse. El hombre demokrático prefiere la nada política, prefiere el simulacro, el horror; finge. Porque como dijera Nietzsche: "el hombre prefiere querer la nada a no querer" (La genealogía de la moral 186). Pero el absurdo de querer la nada prosigue hasta la tautología filosófica de Derrida. Este, en un intento desesperado de definición, dice: "Creo que actualmente no hay democracia. . .ella no existe nunca en el presente". La entrevista de La promesa de la democracia de Derrida ubica a ésta fuera de la realidad, o la convierte en un poco de realidad, en un poco de sofisma o en un poco de nada para la utilización efectiva u escapista de los legisladores. Lo que Derrida no sospecha, lo que no puede o no desea entender en la demagogia de su escepticismo político es que la demokracia es toda la realidad del presente de su hegemonía imperial. Derrida que no es argelino y que tampoco es francés, parece querer la nada nietzscheana (el nihilismo positivo) en donde se ubica ambigua y demokráticamente. Cuando Derrida define la demokracia la convierte en la complicidad ideal de los parlamentos. ¡Pero Derrida como idealista es patético! La realidad como promesa ausente, como segunda venida de Cristo, se devela, debido a la inconsistencia política de Derrida, en el summum bonum del poder. Lo indefinible, el juego conceptual, la demokracia que "siempre está por venir", convierte a Derrida en el intelectual orgánico que Gramsci había criticado ya. Convierte a Derrida en la utopía de lo que aparezca, en la utopía de cualquier cosa. Las definiciones políticas de Derrida son las seudo categorías o el nihilismo linguístico de un filóloso que parece no entender la inmoralidad de la demokracia. Derrida convierte a la demokracia en la “ciencia ficción” del futuro: la demokracia como la profecía de los cleptómanos, de los corruptos y de los neosofistas. Aun las aparentes contradicciones de su discurso son una falacia. Derrida, a pesar de su discurso demagógico, a pesar de su énfasis no desembocar a los universales, a pesar de su antiglobalización, es también la demokracia del ahora. La demokracia, aunque Derrida y el coro griego de las tragedias lo callen, es el fracaso univesal de Hegel en la teología de una realidad pervertida. Hablar de la demokracia y olvidar que ésta produce corrupción en donde quiera que esté es no hablar de la demokracia. Hablar de la demokracia y no hablar del genocidio contra los indios americanos, contra los negros, contra Irak, el golpe de estado contra Salvador Allende, contra Juan Bosch, es asumir el silencio y la inmoralidad de una filosofía apolítica que irrumpe como nadaísmo. Los discursos sobre la demokracia no pueden ocultar la perversión de la demokracia.

        ¡Puerto Rico es el nadaísmo de la demokracia! Y la demokracia es el espectro de Derrida que yace en la promesa del futuro. La demokracia que es, no es, porque sólo esperamos una demokracia mítica que está (en su no estar, en su ausencia) por acontecer como utopía. Esta demokracia, ésta, la que ustedes defienden, es en el fondo una no cosa. La demokracia como producto, como mercancía, como cosa que se vende, se convierte en valor de cambio. La demokracia como cosa que se vende al mejor postor se convierte en el valor de cambio de su no-ser. La demokracia se ha convertido, corrijamos a Derrida, en la angustia de los ciudadanos anónimos, o de los ciudadanos idiotizados en la despolitización de los partidos burgueses. Los ciudadanos anónimos no existen en la demokracia de la globalización. ¿Cuál es, entonces, el valor de uso de la democracia? ¡Ser el gobierno del pueblo! ¡Ser la soberanía inalienable de los pueblos! ¡Ser la independencia de Puerto Rico! ¡He aquí, entonces, la ontología política-ética de la libertá! Defender lo marginal, esa postura de Derrida, no implica defender a la demokracia del poder, sino que implica la lucha de la marginal contra el “totalitarismo” de la demokracia. Esto que parece un óximoron, o que parece una paradoja, no lo es. Esto que estamos expresando no es otra cosa que la negación de la demokracia con su propio proyecto. Los discursos de la demokracia, filosóficos o no, no concuerdan con su praxis diaria.

        El hombre demokrático se ha transformado en el hombre de la mediocridad, de la mentira y de la despolitización. La experiencia límite de la demokracia con su propia mezquindad se ha roto latinoamericanamente en esta declaración de la independencia que hacemos y que somos ante los hombres y mujeres libres. Nosotros somos ahora la patria ideal y no hay otra patria posible que la de la independencia. Ante esta nación paradigmática Cioran ha comentado apátrida y escépticamente: "¿Qué nación es ésta?--pregunta la razón--. No se la oye caminar en el mundo. --Se la oye en mi desesperación" (Breviario de los vencidos 69). Pero en dicha desesperación Cioran termina expresándose como un anexionista del patio: "¿Cómo puede serse rumano?. . .odiaba a mi país. . .me avergonzaba de ser su descendiente. . .comencé a soñar con su exterminación . . .mi país. . .se me aparecía como un resumen de la nada" (Adiós a la filosofía 44). En otro libro igualmente inquietante Cioran añade: “Un hombre que se aprecie no tiene patria. Una patria es un engrudo” (Desgarradura 101). ¿No es ésta la voz del anexionismo posmoderno? Quizás por esta postura del nihilismo linguístico la demokracia se haya convertido en el reino de los idiotas. Pero preguntémonos entonces: ¿es que todos los caminos de los anexionistas conducen a la muerte? ¿Podríamos enterrar a esta patria que somos en el mito de lo yanqui o podríamos salvarla subversivamente de los barcos extranjeros? La demokracia, este es el espanto, ha pretendido violar la libertá que somos y convertirla en una mera apariencia de fantoches. Nadie puede robarnos, ni enajenar, ni matar, ni invadir esta libertá personal y colectiva que somos. Porque ella es la diferencia entre la vida y la muerte. Esto es así, independientemente de que los ladrones (Pedro Roselló, por ejemplo) pretendan regresar al poder. La libertá, la soberanía, la independencia que somos se nos ha convertido ya en lo más difícil del espíritu. Nosotros que hemos regresado de todas las muertes (del exilio, de las cárceles, de las persecuciones, de la guerra, del racismo, de la censura cultural y serológica--la defensa política del ser--), no podemos tenerle miedo a la libertá que somos (a este amor desenfrenado que somos). Porque la ética es el amor que nos consume y nos permite en el proyecto de la libertá.

        Sin embargo, en esta noche me acompaña esa angustia que me consume: si los hombres inmorales desataran la guerra y la muerte contra nosotros, ¿quién podría detenerla entonces? No podemos elegir ser puertorriqueños, porque no hay alternativa posible. La libertá no se elige. El ser no se elige. La patria no se elige. Elegir a los Estados Unidos, es elegir la desaparición que se nos impone cínicamente desde hace cientocinco años. Es inútil elegir la demokracia anexionista, porque hace un siglo que los barcos enemigos yacen en las costas de San Juan. La guerra siempre ha sido el negocio ideal del capitalismo. Pero, ¿es que pretendemos ser una libertá avergonzada de sí misma?¿Una libertá que no puede escogerse como victoria? ¿Es que somos, acaso, una libertá que ha escogido su propia humillación y su propia esclavitud? Esto no sólo es la locura, sino que es también el infierno de estar consciente. Frente a este desafío que somos tenemos que edificar la demokracia radical con nuestra propia carne. Para esto tenemos que destruir el racismo que la demokracia invasora nos impone. ¿Cómo será posible ésto?--se preguntarán algunos de ustedes. ¡Declarando el gobierno paralelo, la futura república puertorriqueña, contra la ilegalidad del Estado Libre Asociado! Creando el antigobierno de la libertá y de la paz contra la delincuencia de la demokracia (invasora) y del anexionismo. No seremos una representación pagada por la colonia ni por la maldad hegemónica de los Estados Unidos, sino una representación pagada y garantizada por cada uno de los grupos sociales que la inscriban. Lo importante con este proyecto del antigobierno es que ningún representante tendrá el derecho de ganar más dinero que el que reciban los maestros y los profesores, porque el estímulo ético no vendrá del dinero, sino de la responsabilidad y del deseo de salvarnos. Será el orgullo de ser un hombre tocado éticamente no sólo por Dios, sino por su propia dignidad. La libertá será nuestra manera política de entender la ética. ¡La libertá nos otorgará más ser! Esta posibilidad de ser la ética del antigobierno eliminaría la codicia y el comercio corrupto de los representantes. Eliminará a los anexionistas de la impuresa. Lutero, en un momento de lucidez, comentó: "Ser príncipe. . .y no ser un bandido, es una cosa casi imposible" (La tentación de existir 159). Y ésto también podría ser dicho sobre los seudos representantes de la demokracia que defienden la invasión: ser representante pro-yanqui y no ser un bandido, es una cosa casi imposible. Roselló, Fajardo, Misla Aldarondo, etc., son los bandidos de nuestra denigrante posmodernidad.

        Para que este antigobierno de la república sea posible, tenemos que reconocer que la demokracia se ha convertido en la pornografía espiritual y política de los invasores y de sus representantes asalariados. La demokracia se ha convertido en el mito político del capitalismo para la explotación de los pueblos. Es la excusa para la ocupación y para el fraude de la globalización. Ella se ha convertido, como la llamara Aristóteles en Moral a Nicómaco, en la timocracia (del odio, de la corrupción y del racismo). No podemos olvidar por más tiempo que los ricos controlan los partidos, la representación, los periódicos, la televisión, la propaganda, etc. Bush gastó, como candidato demokrático, cincuenta millones de dólares en su camino a la presidencia. Pero Bush, después de estar instalado en ella, mintió sobre las armas de destrucción masiva de Irak; mintió sobre la alianza de Irak con Al Qaeda y mintió sobre la compra de uranio en Africa. El hombre inmoral, el timócrata, paga a sus representantes con la ganancia de sus hurtos y los elige para que sirvan servilmente a las multinacionales en el mito de la globalización. Nosotros somos y vivimos en la exclusión cotidiana que esa demokracia nos ofrece, porque la mayoría de nosotros estamos excluídos (enajenados--separados--del mundo timocrático).

        La mayoría de nosotros no existimos políticamente: somos el hombre anónimo de la demokracia. "Nuestra demokracia", vaya cinismo, se ha convertido en, o siempre ha sido, la copia de la demokracia invasora. Los puertorriqueños, esta es la paradoja,, no existimos políticamente. Somos y no existimos. Poseemos la "ciudadanía" del simulacro yanqui y no existimos políticamente. Para nosotros ésto es y ésto ha sido el absurdo de la demokracia. Esto es así, porque la demokracia nos ha sepultado en el esplendor de sus sofismas (de nuestros televisores, de nuestra "felicidad" enrejada). ¡La cárcel es esplendorosa! Nosotros vivimos, aunque ustedes no lo deseen oír, inmersos en el miedo: somos el miedo, respiramos el miedo, comemos el miedo, defecamos el miedo, porque el hombre demokrático no soporta el estrés de su propia irrealidad. El problema con los demócratas, con su policía, con sus periodistas, con sus editoriales, es que ellos realizan el trabajo de la persecución, de la censura y de la infamia. El hombre demokrático no soporta la diferencia y no puede ser el hombre tolerante de sus discursos. Esto es lo patético: que los demókratas persigan, roben y bombardeen a los otros pueblos del mundo en nombre de una demokracia que los mediocres y los cobardes han tomado debido a nuestra propia negligencia. Esto es lo escandaloso: que la demokracia se haya convertido en el crimen del hombre, por el hombre y para el hombre. ¡Se ha convertido en los “derechos humanos” del hombre anónimo o neoesclavo que se vende miserablemente al mejor postor! Estamos delante de la deshumanización más espantosa que haya existido jamás: vendemos el ser, vendemos el cuerpo, vendemos los fetos, vendemos el semen; ¡vendemos la tierra!

        ¿Cómo es posible, entonces, que el Antigobierno de la Libertá no se haya realizado todavía? ¿Cómo es posible que no hayamos puesto en jaque a esta demokracia de la enajenación que nos ha consumido por más de un siglo? Los timócratas "reparten" hipócritamente las ganancias del saqueo y convierten a la corrupción en el antivalor de los pequeños ciudadanos. Esto hace que los nihilistas estén de plácemes, porque la globalización se ha convertido en la nada de todos nosotros en la cual se celebra el fetichismo de la guerra. Los "terroristas del poder" han pretendido destruir todas las diferencias. ¿Cómo es posible, entonces, no hablar del terror? ¿No hablar de los anexionistas que trafican la droga, o de esos neoliberales de la idiotez que pretenden ocultar la demokracia con el gran terror de la postmodernidad? Y nosotros, ¿qué hemos hecho? ¿Qué haremos? ¿Dónde esconderemos nuestro destino? ¿De parte de quién está la demokracia actual? ¡Los puertorriqueños podemos ser libres o podemos ser esclavos! Pero no podemos olvidar que la libertá es la más terrible de las praxis y el más terrible de los pensamientos. La libertá es lo insospechado, lo excéntrico, lo más necesario. La libertá es ese lujo de Dios que nos arroja de cabeza a la independencia. La independencia, gústenos o no nos guste, estará delante de nosotros eternamente. Ha llegado la hora del gobierno paralelo. ¡Los puertorriqueños tenemos la palabra!...


18 de mayo del 2003

Nueva York

Notas:

* Simposio "El mito de la demokracia". Iglesia Evangélica Luterana. Rio Piedras, Puerto Rico, del 18 al 23 de agosto del 2003.

Cioran, E. M. Desgarradura. Barcelona: Montesinos, 1979.
Cioran, E. M. Ese maldito yo. Barcelona: TusQuets, 1988.
Cioran, E. M. La tentación de existir. Madrid: Taurus, 1989.
Cioran, E. M. Breviario de los vencidos. Barcelona: TusQuets, 1998.
Cioran. E. M. Adiós a la filosofía y otros textos. Madrid: Alianza, 1998.
Derrida, Jacques. La democracia como promesa. http://personales.ciudad.com.ar/Derrida, 1994.
Nietzsche, Federico. La genealogía de la moral. Madrid: Alianza Editorial, 1975.

fotografías por Carlos Olivares


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