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Ruidos de una sociedad en paz

 

Por: Lic. Fabián C. Sánchez (*)

> foto de Carlos Olivares <

      La sociedad santiagueña creyó durante mucho tiempo que se podía vivir sin justicia, bastaba que un gobierno pagara los sueldos al día y que mantuviera inalterable un sistema de asistencialismo clientelar, para que la mayoría se convenciera de que en Santiago del Estero se vive en paz.

      Desde mi visión personal, la paz tiene una connotación mucho más profunda de la que oficializaron los medios de comunicación locales. La paz es sinónimo de bienestar individual y colectivo; de libre acceso a las instituciones y de ejercicio constate del libre pensamiento. Estas cuestiones que hacen a una organización racional de cualquier sociedad, están distantes de nuestro contexto, es decir, nunca formaron parte de la convivencia, de la rutina, de lo cotidiano. Sin embargo, como el silencio siempre significó paz, nunca nadie cuestionó la realidad. Ni siquiera los ámbitos que podían hacerlo, como las universidades, el periodismo, las instituciones, prefirieron seguir viviendo en una especie de "paz silenciada".

      Con los cruentos asesinatos de La Dársena, algo comenzó a cambiar en esta singular sociedad. Nos dimos cuenta que la justicia es necesaria para garantizar la verdadera armonía; que ni los sueldos al día ni los comedores infantiles son más importantes que la institución de un Poder Judicial independiente.
Los movimientos sociales que generaron las muertas de estas jóvenes abren nuevas instancias para la provincia. El escenario comienza a parecerse a los que se vivió en Catamarca, donde los excesos del poder político sucumbieron ante un clamor popular. Situaciones similares acontecen en Santiago del Estero. La gente ha perdido el miedo, ahora grita, reniega y exige justicia.

      Lo importante es no dejar que el fuego de la "movilización" se apague, hay que alimentarlo todo los días con esas pequeñas grandes cosas que caracterizan a las sociedades con sed de cambiar las perimidas estructuras del poder.

      Existe una sensación colectiva de que un cambio está muy cerca, aunque muchos son concientes que la transformación que se avecina puede no ser tan profunda o cualitativa, un clima de ruptura impera en cada santiagueño que se manifiesta. Nadie podía imaginar un año atrás, con el absolutismo de un modelo político, que las calles podían cubrirse de ciudadanos clamando por la renuncia de personajes, dirigentes y hasta de los mismo gobernantes. Sin embargo, ese estadio de la sociedad caracterizado por el miedo y la persecución, ha quedado superado. El peso hegemónico del poder político ya no es el mismo; la sociedad civil tampoco lo es.


(*) Sociólogo

Foto de Carlos Olivares


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