ACILBUPER
- REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES DE SANTIAGO DEL ESTERO N°4/10 - Diciembre 2002
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Hace ya más
de cinco siglos que el mundo americano irrumpe en la historia como un híbrido
que ha sido descrito como Indo-Afro-Ibero americano. Lo cierto es que
en la actualidad este subcontinente se debate en una creciente miseria en
los márgenes de la llamada sociedad global. América Latina se define hoy más
por sus carencias y frustraciones que por su presencia en el mundo.
En una mirada de conjunto, emerge una zona en donde la pobreza es la norma, aún en los países más exitosos de la región, como Chile, más del 20% de la población vive con menos de dos dólares diarios, porcentaje que sube a más del 50% en países como Guatemala o Ecuador. Próximos al bicentenario en la mayoría de las repúblicas latinoamericanas, sus pueblos se debaten en la cesantía y la miseria.
Tras la experiencia
traumática de guerras civiles, como en América Central, o de dictaduras militares
como en el Cono Sur, estamos sumidos, como suele decirse eufemísticamente,
en democracias de baja intensidad, cuyos límites son la injusticia
social, la impunidad, la corrupción pública y privada y un malestar generalizado.
El diagnóstico no puede ser sino muy pesimista. Desde una perspectiva de derechas, democracia y desarrollo parecieran términos excluyentes; desde una perspectiva de izquierdas ocurre otro tanto con la ideas de capitalismo de mercado y justicia social. El modelo neoliberal proclamado por el Fondo Monetario Internacional, al cual adhieren la mayoría de los gobiernos de la región ha acrecentado la desigualdad social, de hecho Chile ocupa el tercer lugar en este triste ranking del Banco Mundial.
Los países latinoamericanos no sólo han dejado de
ser potenciales NIC’s - como Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong o Singapur –
sino que se aproximan peligrosamente a aquello que se ha dado en llamar ENI’s
(Economías Nacionales Inviables). La cuestión presente en la mayoría de nuestros
países ya no es el desarrollo o el crecimiento sino más bien la desesperación
por no caer en el abismo. Los casos de Colombia y Argentina muestran, dolorosamente,
los extremos de este espectro.
Ante un panorama tan desolador en lo económico y político, surgen aquí
y allá de lo más profundo de las sociedades
latinoamericanas nuevas formas de organización
solidaria que van desde el trueque a comunidades de cesantes y
pobladores de las villas miseria, desde ollas comunes a experiencias
de reciclaje o pequeñas publicaciones para los marginados: estamos ante brotes
de una cultura solidaria, sustentable y a escala humana. En medio de la oscuridad
de la hora presente para cientos de miles de latinoamericanos pobres, surgen
vigorosos gestos que nos permiten, todavía, mirar el porvenir con moderada
esperanza.
En la actual
sociedad globalizada que apuesta a la alta tecnología y al modo informacional
de desarrollo, América Latina ha quedado rezagada junto a extensas zonas
del África subsahariana y Asia, en los extramuros de las sociedades ricas;
aunque la demagogia de nuestros gobiernos se esfuerza por demostrar lo contrario.
Cada cierto tiempo los organismos internacionales y la prensa especializada
nos proponen milagros económicos en nuestra región, tan efímeros como
insustanciales. Así, hemos conocido el milagro brasileño en los sesenta,
el milagro venezolano en los setenta y durante los noventa se pretendió
convencer al mundo de que el Chile heredado de Pinochet era, finalmente, otro
milagro. La realidad ha mostrado, sin embargo que nuestra América pobre no es tierra propicia
para el nacimiento de tigres, ni siquiera en cautiverio.