regresa a pagina principal www.acilbuper.com.ar ACILBUPER

"La punta del iceberg"

Repensando los fundamentos del dominio juarista en Santiago del Estero

Por Mariana Godoy .
Marzo de 2004

-Buceé hasta encontrar la profundidad, y sólo salga para respirar.-"

 Martín van Dam. "Paradojas del delirio"

 “Las interpretaciones culturales de la política son vigorosas hasta el punto en que pueden sobrevivir, en un sentido intelectual, a los acontecimientos de la política...”

Clifford Geertz

 

El poder en Acto

 

El Acto

 

¿Qué es detener el tiempo? Es hacerlo giratorio, es alentarlo a un movimiento continuado sobre su propio eje, un eje que sin embargo no se desprende del tiempo en sí mismo, sino del espacio. Lo que sucede es que el borneodel tiempo envuelve los puntos del espacio, lo marca, lo protege, lo posterga. El tiempo se detiene sólo en la medida en que se funde con el espacio."

Así ocurre en Santiago cuando el caudillo decide convocar a un "Acto". El trajín cotidiano parece interrumpirse y de cierto modosuspenderse. Pero no es que la actividad de la ciudad no continúe su curso ordinario: los comercios no cierran sus puertas ni las amas de casa descuidan sus quehaceres domésticos. Pero el día de un acto juarista algo se altera en el paisaje urbano, el mundo juarista irrumpe en el espacio público, se apropia de él, y este solo hecho impide que aún los opositores o no adherentes puedan mantenerse indiferentes ante lo pretendidamente cabal del acontecimiento.

Desde horas tempranas de la tarde se inicia el desfile de vehículos que traslada a militantes de las distintas ramas desde las diversas unidades básicas diseminadas a lo largo y ancho de la ciudad al punto de encuentro. Camiones, camionetas y colectivos repletas de almas (clientes?) al ritmo de bombos y redoblantes circulan por las calles anunciando la celebración.

Pero la jornada tiene un preámbulo oscuro, casi inaccesible para los extraños. El Acto visible es aquel que se plasma en el espacio público, aunque toda la trama organizativa fue tejida en las actividades cotidianas del partido. Como diría Auyero"el acto dramatiza redes informales existentes con anterioridad a la manifestación pública y representaciones culturales compartidas-aunque no siempre cooperativamente construidas." 1 . De modo que el acto es antes que nada un espacio social, y en la controvertida construcción de ese espacio, se combinan, se enfrentan y se yuxtaponen diversos dominios de significación: discursos, imágenes, consignas, acontecimientos, configuraciones de sentido común. Diría más, el acto en su construcción discursiva, y en su configuración práctica cristaliza relaciones de poder al interior del partido y fuera de él, "objetiva capitales" en el sentido bourdeano, define y actualiza relaciones de fuerza.2

Sin embargo por ahora nos amerita bucear en lo "dramático" del acto, indagar en torno a aquellas prácticas que siguiendo a Geertz buscan imprimir los signos rituales de dominio sobre un territorio.3 ¿Por qué buscar los signos rituales? Porque en ellos se asienta mucho de la dimensión simbólica del poder, y es en esta dimensión en la que para nosotros se resuelve gran parte del problema de la legitimidad.

Nuestro interés de cierto modo coincide con el de Clifford Geertz cuando intentando hechar luz sobre la naturaleza de la autoridad carismática, analizada en su caso desde distintas experiencias monárquicas, establecía una conexión entre los valores simbólicos que poseen los individuos y su relación con los centros activos del orden social. Esos centros son para Geertz "lugares en que se concentran actos importantes; constituyen aquel o aquellos puntos de una sociedad en los que sus principales ideas se vinculan a sus principales instituciones para crear una arena política en la que han de producirse los acontecimientos que afectan más esencialmente la vida de sus miembros. Es la participación -incluso la participación antagónica- en esas arenas y en los acontecimientos trascendentes que en ellas suceden lo que confiere carisma. Es un signo... de que se está cerca del corazón de las cosas." (Ibídem, p. 148) Al subrayar la dimensión simbólica de la autoridad carismática, el autor proponía distanciarse de las interpretaciones que ponían el acento en los fundamentos psicológicos de la relación entre el líder y sus dominados y en cambio descuidaban los aspectos culturales ya esbozados en la sociología política de Max Weber.4

Pero Geertz va aún más lejos al afirmar que el carisma es un aspecto permanente de la vida social, una cualidad que de cierto modo debe inventarse y reinstalarse en forma recurrente en el escenario político, incluso en los órdenes de dominio modernos.

Las elites gobernantes deben atribuirse recurrentemente características de santidad, heroismo, ejemplaridad y extraordinariedad, demostrar que comparten ciertas propiedades con los dioses. (Ibidem, p.); de ahí la "sacralidad inherente del poder soberano" al decir de nuestro autor. Pero ¿cómo es que los gobernantes pueden presentarse a sí mismos, dar prueba de haber sido bendecidos con estos atributos?, y más aún ¿cómo es que los gobernados para emplear un término weberiano "reconocen" tales propiedades y en consecuencia terminan por otorgar "validez" al ejercicio del dominio? Es aquí donde entra en juego la construcción de los centros políticos mencionados anteriormente, esto es, aquel conjunto de prácticas culturales: ritos, ceremonias, historias, imágenes, insignias, discursos, formas simbólicas heredadas o inventadas mediante las cuales los grupos dominantes dan cuenta de su numinosidad y justifican su existencia.5

La propuesta de Geertz es válida en tanto sostenemos que el poder sigue necesitando afirmarse sobre el hecho dramático. La puesta en escena y el juego teatrocrático constituyen prácticas tan cruciales en la construcción y reproducción de relaciones de fuerza que el trazo que une la representación del poder y el poder de la representación parece perder espesor6. Pero además sucede que este juego de dramaturgia se corporiza en escenarios específicos a los que de hecho es posible identificar y localizar.

En la búsqueda de acercarnos a aquellos espacios que pretenden otorgar vitalidad al ejercicio del poder y en los que entonces aparecen con mayor fuerza o por lo menos más visibles las estrategias simbólicas de definición y legitimación de un orden de cosas, es que proponemos detenernos en un acto juarista. En ellos se condensan y confluyen las actividades propiamente teóricas que intentan establecer un "orden gnoseológico" sobre el sentido del mundo social, (lo que Bourdieu llama la "experiencia dóxica" del mundo) se explicitan los "nombres" que construyen la realidad tanto como la expresan. La identidad juarista se inventa y reafirma en estos escenarios en los que se encuentran líderes y militantes en un vínculo directo, sin mediaciones y en los que la sociodicea del peronismo juarista adquiere su forma más solemne. Los gobernantes juegan a ser poderosos y agitan las insignias que así lo prueban y los militantes juegan a ser juaristas y muestran los signos que permiten reconocerlo…

 
La Plaza

 

El vallado alrededor de la casa de Gobierno y la Plaza San Martín o eventualmente del club deportivo que se ha elegido para el acto cerca con violencia el territorio.7 Los hombres de azul dispuestos en torno al vallado dejan entrever que el orden será garantizado aún debiendo recurrir al uso de la fuerza.

Pero el acto sucede también en las adyacencias a la plaza. Antes de que los oradores tomen sus micrófonos muchos de los concurrentes pasean sin apuro por las peatonales céntricas en dirección al encuentro. Tal como lo anticipamos los motivos que impulsan a los actores a formar parte del acontecimiento son diversos e incluso contradictorios. En todo caso la ocasión es propicia para espiar en las vidrieras los artículos que probablemente nunca se comprarán, y transitar entre los recovecos que el propio capitalismo hizo para excluirlos.

La división sexual de roles en la conformación del juarismo busca explicitarse en el espacio físico del acto (o lo que es lo mismo en la disposición de los cuerpos): el vallado de hierro se prolonga hasta demarcar sitios en los cuales los sexos no pueden mezclarse ni encontrarse, y para asegurarse de ello algunos hombres se disponen en los interludios de acceso8. A la Rama Femenina se le ha otorgado el lugar privilegiado, aquel cercano al palco en el que se agitarán los “líderes y conductores”, del otro lado se ubican algo desordenadas las distintas Ramas masculinas.9 A cada una le cabe una función distintiva en la puesta en escena: los hombres y especialmente los que integran la Juventud son los que aportan el ruido y la irrupción violenta. En este caso el espectáculo se asemeja a una hinchada de fútbol en la que los bombos y redoblantes junto a la banda de música, largas banderas, saltos y camisetas dibujando círculos en el aire, acompañan la entonación del “olé, olé, olé, Juárez, Juárez", o bien “soy de Juárez, soy de Juárez”, “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta, es radical” o aquella melodía “Te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con ‘G’: Juárez”.

Las mujeres en cambio aportan los colores y el movimiento: Miles de corazones de todos los tonos10, hechos en tergopol o madera y forrados en papel creep, celofán y glassé, con las inscripciones “Nina te queremos”, “Nina 2003”, “Feliz cumple Nina”, “Gracias Sra. Nina”se empalman de arriba hacia abajo y hacia los lados buscando la mirada de la “Sra.” y de las cámaras televisivas. Con la Rama más numerosa del partido la escena se convierte en un colagge carnavalesco. Lo que ocurre de hecho es un juego de implicancia: la agitación de corazones entre las mujeres y las entonaciones, los saltos y el sonar de redoblantes entre los hombres se incorporan para ‘asentir’, ‘consentir’ o ‘coincidir’, darle un tono de verdad a la palabra de los dirigentes, es un re-conocer y re-presentar el lugar de los poderosos distinguiéndolo, separándolo del de los dominados. Desde otro lado, cuando el juego de implicarse en el juego adquiere un tono dramático el acto toma definitivamente la forma del ritual: el tiempo se suspende y la efervescencia colectiva sacraliza el espacio. Se construye de este modo un territorio propio, un universo de murallas que presenta a la estructura juarista como sólida, compacta y sin fisuras, infranqueable para los enemigos y adversarios.

Ahora bien, si en vez de mirar el acto en un sentido panorámico intentamos mezclarnos entre la muchedumbre, descubrimos aristas distintas a las descriptas. Por un lado la atención a la celebración no es de ningún modo homogénea y en cambio se diluye a medida que nos vamos alejando del escenario. De manera que la intensidad y la forma en que ocurre la aparente implicancia en el juego ritual se encuentran en cierta medida en relación a la disposición de los actores en el espacio o al modo en que se apropian del mismo. En las zonas más periféricas la celebración se transforma en espacio de encuentro o incluso en una verdadera fiesta: grupos de jóvenes beben, fuman11 y dialogan, tiran piropos a las mujeres que pasan y ni siquiera las pantallas gigantes dispuestas en distintos puntos de la Plaza los obligan a conectarse con lo que ocurre en el palco. Del mismo modo en ciertas zonas en las que se ubica la Rama Femenina el paisaje se presenta de un tono familiar, allí se ubican grupos de madres al cuidado de los hijos también indiferentes a los oradores.

La estética que envuelve a las mujeres las dibuja homogéneas como filas de soldados vestidos con uniformes salidos del mismo molde. Son las vestimentas livianas y desgastadas, las polleras ineludibles, la tintura en el pelo, los hijos a cuesta y por supuesto los corazones hechos artesanalmente pero siempre respetando el diseño de serie. Son signos que marcan un estilo y que al mismo tiempo las ubican en un lugar del espacio político y del espacio social. Y aquí se encuentra la mayor paradoja: son protagonistas del acto y sin embargo ocupan un lugar marginal en el espacio político y en la estructura social.

 

El Palco

 

Después de aproximadamente cuatro horas desde que los militantes se reunieron en las unidades básicas para ser trasladados hacia el encuentro irrumpen solemnes, abriéndose paso entre la multitud los candidatos y el “Asesor” -como suelen llamarle-, escoltados con un séquito de más de diez hombres entre guardaespaldas y dirigentes leales.12 La escena parece invocar a “Pedro Páramo”, la novela en la que el escritor mexicano Juan Rulfo recrea una ciudad en la que finalmente todos los vivos están muertos. En efecto, la fotografía en la que caminan los Juárez es de un tenue color sepia, y la palidez de sus rostros y la languidez de movimientos los evoca como personajes embalsamados, como fantasmas extraídos de un castillo medieval y vueltos a poner en escena con cuerpos corroídos y desgastados, pero poderosos.

Su destino es el Palco donde los espera una larga mesa envuelta en un impecable y pulcro mantel blanco. La silla del centro ha sido dispuesta para la “Sra. Nina”, esta vez candidata a vice-gobernadora; a su izquierda -no tan flamante- se ubica Carlos Díaz, candidato a gobernador bajo la bendición y designio del matrimonio. A la derecha de María Mercedes tiene su sillón el “Asesor Político del Poder Ejecutivo y Legislativo” y “Protector Ilustre de Santiago del Estero” quien a falta de cargos formales por inconvenientes biológicos difíciles de sortear, muestra los títulos que lo designan como gobernante perenne. El fondo se viste con las insignias del partido, a la derecha aparece imponente el rostro del General y a la izquierda el de Eva, ligados ambos como por hilos con las imágenes un tanto más pequeñas de la Sra. y el Dr. Juárez respectivamente. Finalmente el escudo Justicialista en el centro cierra la alegoría peronista, que además debe poder coexistir con la referencia a lo institucional, a lo oficial, para lo cual se incrustan delante de la mesa las banderas santiagueña y argentina. La tarea consiste en este caso en presentar como universal lo que la referencia iconográfica al peronismo mostraba como particular, como privativo del juarismo y de los juaristas, exhibiendo al mismo tiempo las insignias que lo sitúan como el partido gobernante. O dicho de otro modo, de lo que se trata es de hacer uso de la posición dominante para luego reforzarla simbólicamente, asimilando lo nacional, (la bandera y el himno nacional cumplen esta función) lo santiagueño al espacio del juarismo.

Nos toca ahora deslizarnos hacia el lugar de los discursos orales y más precisamente hacia el lugar de las enunciaciones de los líderes. En este caso atenderemos a los tres discursos pronunciados el día del acto, que corresponden además a tres posiciones típicas de la cúpula política del juarismo. No se trata por el momento de un análisis semiótico, más bien procederemos con una lectura que aunque con algunas herramientas teóricas recurre sobre todo a la intuición o a lo que Mills llamó “la imaginación sociológica”.

Conviene antes de presentar a nuestros oradores realizar algunas aclaraciones que posiblemente nos faciliten el análisis. El hecho de tomar discursos responde a una elección teórica y metodológica. En primer lugar si para nosotros siguiendo la tradición hermenéutica como todo comportamiento social la acción política no es comprensible fuera del orden simbólico que la genera y del universo imaginario que ella misma engendra dentro de un campo determinado de relaciones sociales13, esta creencia tiene por lo menos tres consecuencias intrincadas a saber: Primero, los discursos constituyen un modo en que se objetivan los universos de significado, de ahí que tomarlos como objeto constituya en el sentido metodológico una manera de aproximarse, de acceder a los procesos de producción del sentido. Segundo y relacionado con lo antes expuesto, los discursos tienen esa propiedad, siguiendo a Bourdieu de hacer cosas con las palabras.14 El poder performativo, vale decir el poder de construcción de la realidad que caracteriza por definición al poder simbólico, el de constituirse como instrumentos de conocimiento o lo que es lo mismo de establecer un orden gnoseológico o un sentido inmediato del mundo, imponiendo la visión del mundo legítima, y estructurando al mismo tiempo prácticas específicas los sitúa como herramientas imprescindibles de comprensión de los espacios en los que se producen. En este sentido y tercero, si los discursos y el poder simbólico por el hecho de anclar en estructuras objetivas lo que hacen es revelar y por lo mismo consagrar las cosas que de cierto modo ya existen,15 cabe preguntarnos en qué medida el análisis de discursos asociados a condiciones institucionales determinadas permiten comprender mejor los mecanismos y la naturaleza de dichas instituciones.

 

La Señora

 

En este caso la primera oradora es la “Sra. Nina” como dijimos candidata esta vez a acompañar al gobernador. Es curioso verla tomar el micrófono, según dicen fue una de las primeras ocasiones -sino la primera- en que se atrevió a parar detrás del púlpito para hilvanar un discurso ante la multitud, a lo sumo acompañó a su esposo a los actos y otras ceremonias, pero su estilo fue el de mantenerse bajo la protección de quien no expone su cuerpo a la manifestación pública directa y espontánea, más bien construyó su imagen visual sobre la base de una iconografía prefabricada, colocada en escena bajo paquetes publicitarios sobreactuados y con discursos enunciados por narradores en off.16

Pero esta vez las circunstancias exigen el pronunciamiento, no tanto porque es candidata a vicegobernadora, sino porque es la primera vez que no acompaña a Juárez y más aún que el caudillo no compite por ningún cargo electivo. En este marco Nina Aragonés es el único vínculo formal y simbólico del líder y sus bases, es la pieza de la cúpula bipolar juarista que aún queda en la estructura institucional de poder, de modo que su palabra y no sólo su cuerpo permite (por supuesto no es el único modo) hacer del juarismo un soporte todavía significante.

Su voz es aguda y temblorosa pero su cuerpo es imponente y tosco. Beatriz Sarlo al describir a Eva Perón justificaba la necesidad de referir a los “vestidos presidenciales”17. Tomando la idea de Claude Lefort proponía que los regímenes democráticos son aquellos en que el poder no está consustanciado indisolublemente con el cuerpo de una persona, por el contrario “la democracia instituye un lugar vacío” (Ibid, pp. 91). El peronismo en cambio instauró un estilo de gobierno poco republicano e intensamente personalista en el que el poder no se disolvía o esparcía en las instituciones representativas, sino que como en una monarquía se encarnaba en el cuerpo del príncipe y “en tanto estaba incorporado a la persona del príncipe daba cuerpo a la sociedad” (Ibid, pp. 92) El cuerpo daba cuerpo al régimen pero sólo en la medida en que el cuerpo material se transformaba en cuerpo político. En este último residía verdaderamente el poder en tanto espacio cultural y de hecho en la construcción iconográfica sobre la figura de Eva (los vestidos, el peinado, las joyas, los gestos y movimientos) se asentaba según la autora buena parte del motor de identificación en torno al peronismo.

El cuerpo de Nina en el sentido antes expuesto merece ser relatado en tanto integra una dimensión de esa sociedad bipolar que el peronismo tradicionalmente ha instaurado como mecanismo tropológico de su hegemonía cultural y política. No sabemos si produce identificación, quizá esté lejos de hacerlo, pero forma parte material y simbólica de un estilo de dominio, por lo cual amerita ver hasta qué punto ese cuerpo como signo nos dice algo sobre el régimen.

El vestuario de la Sra. es más bien pomposo, holgadas camisas y camisolas (por lo menos dos superpuestas o una combinada con un saco del mismo tenor) de buen raso o de fina seda a veces con apliques de lentejuelas o canutillos cubren un torso ancho volviéndolo más voluminoso. Sobre el pecho se asienta una gruesa cadena que sostiene una medalla pesada, y luego, más cerca de un cuello casi inexistente, el traje se adorna con un collar de perlas o de plata siempre de gran espesor. El cuadro se completa con el denso maquillaje que esconde todos los años que tiene, dibujado sobre un rostro blanco y de una redondez casi perfecta que destaca una boca pequeña y convierte sus ojos en un diseño hecho para odaliscas o bailarinas de flamenco. Esta última alegoría es aún más nítida por el rodete renegrido al ras tipo Eva, desprendido desde la nuca.

El resultado es un retrato sobrecargado en el que predominan los trazos gruesos, los vestidos lejos de enfatizar sus formas femeninas -que por otro lado los años habrán borrado-, la pincelan tosca, no como una reina con trajes encorsetados sino como un viejo rey de ropajes anchos y brillantes. Su expresión y sus gestos son también de la dureza de quien necesita enfatizar sus atributos de autoridad, con movimientos torpes, bruscos y entrecortados sobre todo cuando estira los dos brazos hacia el público o dibuja con los dedos la V peronista. La imagen providencial está ahí presente y el principio de abundancia estética, la exageración como forma que necesita el fanatismo convoca a la solemnidad del alto culto.

Y si su discurso busca encontrar la imagen de Eva Perón, su cuerpo la encuentra en cuanto imita su cualidad cortante, intransigente, dura, amenazadora y terrible; “la dama del látigo”, la determinación, la tozudez, la voluntad de hierro son virtudes masculinas, más de déspota y tirana que de madre celestial. Alejandra Dandán periodista del diario "Página 12" presentaba a Mercedes Aragonés de Juárez como la “síntesis simbólica de un tipo de poder masculino”. La composición de su imagen visual en la que predomina lo “grueso”, lo “autoritario” y ese “arquetipo de la bruta” no expresa más que la “sucesión del caudillo” y la constitución de un tipo de dominio que descansa sobre la base de mecanismos brutales y que termina por construir un mundo de mujeres dispuestas como ejércitos de piezas homogéneas, clonadas y obligadas a abandonar sus formas más femeninas.18 O quizá lo femenino en la construcción de género juarista19 se relacione con un lugar más tradicional, un lugar que se recrea constantemente en los discursos y consignas de publicidad y que acentúa la dicotomía hombre-razón/mujer-corazón tal como apareció explícita y burdamente en el slogan de campaña de las elecciones cuyo acto estamos considerando.20

Lo femenino en esta definición taxonómica se construye desde atribuciones acerca de la naturaleza de la mujer que define capacidades que hayan su mayor realización en el espacio doméstico, y en este marco la función de madre (con la sensibilidad 21 inherente) solamente puede prolongarse al espacio público como una continuidad de esos atributos. En esta condición natural se encuentra alojado el rol que la división sexual del trabajo político ha asignado para ellas: el de trabajadoras sociales, consagradas sin títulos ni retribuciones al cuidado de los pobres.

La pobre retórica de Mercedes Aragonés consagra este lugar social: “Tienen en el Ministerio de Acción Social las pruebas: manos anónimas de 12 mil mujeres que trabajan en los roperitos comunitarios en medio año han hecho cerca de 1 millón de prendas para los más necesitados…” Por supuesto, la contracara de esta constitución de opuestos excluyentes es el rol de gobernantes que también por cualidades innatas, el atributo de “la razón” se asigna a los hombres.22 Sin embargo como alguna vez hemos señalado el caso del peronismo santiagueño supone una permanente tensión: por un lado reproduce en términos reales y simbólicos la di-visión tradicional de género de la que venimos hablando pero al mismo tiempo incorpora en su estructura de poder formal a las mujeres.

Sostenemos de todos modos que la tensión es esencialmente aparente, la división del trabajo político sigue en los hechos reproduciendo la estructura típicamente peronista y esto puede apreciarse con la presencia del “Asesor”, -el que sigue gobernando-, o en una sesión de Diputados en la que aún con una importante cantidad de ‘rameras’ en su constitución, quienes toman la palabray han hecho previamente los actos de negociación política siguen siendo los hombres.23

Por eso es que la performance en la que Nina se siente más cómoda es la típicamente evitista que la ubica como “gran madre” y ubica a sus “quijotes con faldas” como un ejército de miles de pequeñas madres. En este sentido la referencia constante al trabajo de la Rama Femenina sobre el que también harán hincapié los oradores varones permite reafirmar su propia posición. Esta referencia sin embargo tiene un estilo particular que podríamos ubicar en el lugar de la “enunciación”. El tono discursivo de Nina es siempre de reprimenda y de prescripción, aún cuando el contenido de lo que diga esté orientado al elogio. Es una madre severa, que para enaltecer el lugar de la Rama Femenina y consecuentemente como dijimos el suyo propio acude a interlocutores masculinos. Buscando el “otro negativo” que según Eliseo Verón habita todo discurso político24, encontramos que sus más temidos enemigos se encuentran en el seno mismo del partido y ante ellos no puede sino dirigirse con fortaleza y desición:“-¡apláudanmelas!- es la orden para los integrantes de todas las ramas masculinas, cuando además no puede provocar un aplauso espontáneo. Y con el mismo tono impone una advertencia “Vean como le añaden a eso de –seguí luchando Juárez que te vamos a acompañar-, -seguí luchando Nina que también te vamos a acompañar- Una forma más de desnudar la ambigüedad y la escasa legitimidad de su posición.

No podía faltar la referencia al peronismo, a los conceptos ligados a su origen nacional y las palabras de demostración de lealtad “Juárez y yo hemos sido fieles ‘soldados` a nuestra ‘patria grande’, a nuestra ‘patria chica’ a nuestra ‘bandera’ y a nuestra ‘causa.”

Por último, Nina Aragonés no escatima en aludir a la edad como una limitación que en ciertas circunstancias o mejor dicho en ciertos cuerpos no es más que una apariencia: “Podemos tener físicamente muchos años, pero mientras haya fuego en el ‘espíritu’, el espíritu y el corazón no se mueren compañeros.” La Señora no refiere más que a ese doble cuerpo del monarca del que hablaba Beatriz Sarlo. El rey sostiene sobre sí un cuerpo natural y un cuerpo político, pero este último no sólo esmás amplio que el primero, sino que puede actuar sobre él mitigando todo lo efímero y frágil de su naturaleza. El cuerpo político del rey coloca a su persona por encima de las contingencias que afectan su cuerpo material porque a diferencia de éste es imperecedero.25

El problema es cuando el cuerpo político –todo aquello que intentamos describir en este ensayo- se presenta agonizante, y cuando el desgaste del cuerpo material no puede disimularlo. En otras palabras, resulta difícil ocultar la descrepitud física cuando en el imaginario colectivo el cuerpo político ha sido puesto en tela de juicio, en ese caso los tiempos del desmoronamiento se aceleran. Habrá que ver...

 

 

El “elegido”26

 

No había sido nombrado por Nina en su discurso, y Carlos Juárez después de concluir su disertación aclamado con énfasis “Y el domingo Juárez y Nina a la victoria, Juárez y Nina a la victoria” como en un olvido toma de nuevo el micrófonono y palmea paternalmente a Carlos Díaz recordando a su audiencia la persona designada para seguir ocupando al menos formalmente el cargo de primer mandatario provincial: “Y apoyen a este hombre que no se ha embalecido con el cargo, apoyen a este hombre que es el ‘pueblo’, que se siente pueblo y que va a luchar y defender al pueblo.” Los nombres que designan a Díaz definen claramente la posición que la configuración de poder del juarismo ha decidido para él. El locutor del acto resume en su presentación los atributos apropiados que permiten construir ese lugar político: “Militante justicialista, humilde, leal a la causa del peronismo.” Y la lógica que subyace a la posibilidad de ocuparlo: “nuestros líderes y conductores apostaron a esas cualidades...”El propio Díaz termina cada frase de su indigente repertorio retórico que además forma parte de la estética necesaria para la imagen que se le impone construir, aludiendo a Juárez y a Nina como sus ‘líderes`, ‘conductores,’ ‘mentores’ y ‘protectores’ sin cuya intervención no podría haber sido ‘elegido’, ‘distinguido’. El poder de La Gracia lo ha ubicado en tremendo lugar, y por eso mismo es un territorio que por definición se encuentra habitado por un Otro, un Otro semi-material que ante la contingencia de la corroción física necesita prolongarse en un cuerpo jóven pero dócil, capaz de recrearse a su imagen y semejanza, pero que por supuesto, jamás tenga la aspiración de confundirse con él. Según sus propias palabras “nosotros somos los militantes, ellos son los conductores.”o “mis conductores me enseñan todos los días cómo gobernar”. Si hay alguna aspiración autónoma, en todo caso esta consiste en “continuar el camino por el que han transitado [sus] mentores” con la “humildad” y “lealtad incondicional” de quien “no [se le] ha subido el gobernador a la cabeza.”27

El cuerpo de Díaz es en este sentido un cuerpo que se aloja en otro cuerpo, adquiere existencia sólo en la medida en que es poseído, por eso reitera constantemente en su campaña que las obras que inaugura han sido construidas por Juárez o que el pago de los sueldos sólo era posible por la gestión ordenada de su antecesor. Como se deduce, el concepto de ‘razón’ no encaja en este perfil marionetesco y plagado de advocaciones metafísicas. Pero la renuncia temprana y de oscuro trámite a la que se vio sometido Carlos Díaz nos hace sospechar sobre la posibilidad de mantener por tiempo indefinido la tensión entre el que tiene el título de gobernante y el que efectivamente tiene el poder. De hecho si bien en el caso de Díaz las demostraciones de lealtad se vieron grotescamente exacerbadas, (sin duda en parte por la paranoia que generaba a los líderes el antecedente iturrista del que osó darse vuelta) la cúpula de poder juarista se volvió en los últimos años una masa de dirigentes sin capital político propio y sin capacidad de desplegar estrategias de autoafirmación que no fueran las de rendir permanentemente pleitesía.

En este marco cabe pregutarnos hasta qué punto puede sostenerse en el tiempo una estructura política de tipo del partido tradicional cuando no hay lugar para el surgimiento o la formación de dirigentes de segunda línea, y en todo caso se castiga como herejes a aquellos que aspiran a constituirse en posiciones de relativa autonomía. Quizá la ausencia de referentes además del caudillo sea una de las razones que expliquen en su momento el fin de la era de los Juárez. Habrá que ver...

 

 

Palabras finales: Los hilos

 

Hay una pregunta esencial que este trabajo no puede responder y que sin duda lo vuelve por momentos endeble y vulnerable a las críticas. ¿En qué medida la puesta en escena, las estrategias que los líderes emplean para crear determinadas visiones sobre sí mismos, sobre el juarismo, sobre Sanitago del Estero y su relación con el país impactan en las representaciones de quienes aparecen como implicados en el juego dramático? Dicho de otro modo, ¿hasta qué punto es real esta aparente implicancia en el juego ritual por parte de los actores, sobre todo en un contexto en el que parece desencadenarse un proceso de pulverización inminente de la estructura hegemónica de poder juarista?

Partamos de una justificación. El privilegiar una manifestación ritual, de teatralidad o de dramaturgia de lo político no es para nosotros una forma estéticamente atrapante de reducirlo a sus apariencias y a sus juegos ilusorios. Es la resultante de la creencia en que el poder remite a relaciones de fuerza objetivas, al estilo de Marx, definidas por el sistema productivo, pero también a aquellas que se constituyen en base a sentidos y a imaginarios colectivos que también pueden en un caso colaborar para sostenerlas. Es el clásico problema weberiano en torno a la legitimidad, ¿qué es lo que lleva a algunos hombres a adquirir el derecho de gobernar a otros? Weber fue claro respecto a este punto: ningún orden de dominio puede sostenerse en el tiempo sobre bases esencialmente brutales, esto es, apelando al uso permanente de la fuerza y de la coerción, tampoco puede hacerlo exponiendose únicamente a la luz de la razón y ni siquiera por la fuerza de la costumbre y el arraigo de una conducta. En todos estos casos el orden es frágil comparado con la posibilidad de gozar del prestigio de la legitimidad28, vale decir, con la posibilidad de volverse en algún grado significativo, de poder generar una voluntad de obediencia, en el sentido de que los actos de los dominados transcurran como “si hubiesen adoptado por sí mismosy como máxima de su alma el contenido del mandato”(Ibidem, pp 699). Es una cuestión de experiencia inmediata, de experimentar lo que el estado hace como actos que proceden en forma natural de un ‘nosotros’ real.

En este marco teórico general nos situamos para hacer hincapié en la función performativa del lenguaje y las prácticas que conforman las puestas en escena de los poderosos, con el supuesto de que el poder nunca se presenta transparente y al desnudo, y en cambio se conforma de mecanismos de transfiguración, sacralización y mistificación, enmascaramientos e ilusiones, simplificaciones y clisés racionalizadores.

Pero también sabemos que el proceso mediante el cual ocurre la construcción de sentido y de consenso sobre el sentido del mundo es mucho más complejo de lo que puede imaginarse. No existe una relación lineal y mecánica entre lo que podriamos situar como producciones simbólicas (prácticas y discursivas) y la forma en que éstas impactan en los imaginarios de aquellos a los cuales están dirigidas. Coincidiendo con Verón y Sigal, un discurso (aplicamos el mismo razonamiento a todo tipo de práctica política) no produce jamás un único efecto, en todo caso genera un campo de efectos posibles.29 Tales efectos están en relación al contexto socio-histórico en el que se inscriben, a la posición de los actores en el espacio político y en el espacio social más amplio y a los marcos culturales de autodefinición de los sujetos. Por esa razón no tienen atractivo por alguna cualidad intrínseca sino por el grado en que pueden pesar sobre las subjetividades de quienes interactúan en determinados lugares del espacio social. Pero incluso que el espacio social de interacción sea el mismo para distintos actores no garantiza una representación homogénea sobre el mundo, los sentidos son a menudo contradictorios, entran en conflicto pero además se modifican constantemente y por sobre todo tienen siempre algún grado de indeterminación.

Y es justamente el contexto político actual el que nos obliga a indagar sobre la forma en que los distintos actores que forman parte del juego ritual interpretan el proceso por el cual el juarismo parece desmoronarse. Porque la pregunta respecto a cómo se sostiene una determinada estructura de dominio es a la vez un interrogante acerca de cómo es posible su destrucción. Es presumible que las bases sobre las que se asienta sean también las bases que se erosionan cuando este aparece en una situación de crisis profunda y aparentemente terminal. Dicho de otro modo, una situación de crisis del poder dominante, es una ‘construcción’, en el sentido de que asume una realidad objetiva, pero fundamentalmente adquiriere su mayor peso destructivo y a la vez re-edificante en cuanto toma forma en las conciencias colectivas.

Nuestra hipótesis, por cierto nada arriesgada es que la historia política santiagueña está atravesando una verdadera crisis de legitimidad o de representación y aquí puede tomarse a Gramsci y a Weber al mismo tiempo. ¿Dónde se origina, qué la desencadena y cómo se resuelve? son preguntas que no las contestaremos aquí, pero diremos que los crímenes de la Dársena en un momento en que a nivel nacional el peronismo gobernante intenta construir una estructura de poder apelando a estrategias que no tienen únicamente que ver con vínculos intrapartidarios y con la posibilidad de contar con la adhesión de los caudillos provinciales y consiguientemente de los respectivos aparatos electorales, sino que busca asentarse también sobre la consigna de la defensa de los derechos humanos, la situación de Santiago del Estero como la antítesis de ese proyecto y la posibilidad de acelerar un proceso de descomposición del poder local tiene un valor simbólico central.

En este sentido la mirada del otro en la construcción de la crisis, construcción en la que tienen un papel primordial los medios de comunicación nacionales terminan de establecer las condiciones propicias para que un proceso de descontento social que ya existe y probablemente tiene la misma edad que el propio juarismo, tuviera la posibilidad de dejar de ser latente, de mantenerse en la clandestinidad y en estado fragmentario y adquiriera entonces existencia en tanto visible en un espacio público común como es el de las marchas de los viernes y todo el proceso de desencadenamiento de denuncias públicas sobre persecuciones y otros vejámenes.

Pero en el espacio juarista el proceso de desgaste de las relaciones internas tiene orígenes bastante más lejanos y se manifiesta en un paulatino relajamiento de los vínculos que sostenían la enorme red de militantes, punteros y dirigentes y en una agudización de los enfrentamientos de poder entre las distintas ramas. Lo primero guarda relación con la imposibilidad de mantenerun sistema aceitado de intercambios materiales y simbólicos, situación que se explica por un lado por las dificultades financieras de los partidos en los últimos años para mantener el paquete de prebendas que en un sentido sostenían tales intercambios, pero además por la ausencia de referentes importantes en la estructura partidaria con capital político propio y sobre todo con capacidad de generar identificación. El hecho de que sea Juárez el único factor de algutinación, cohesión y significación sin duda alienta el proceso de deterioro en tanto su retiro de la escena formal de poder y la tensión permanente con el ejercicio del poder real como lo expusimos en el capítulo sobre Díaz, genera dificultades a nivel de la conducción. Al mismo tiempo la percepción de su desaparición inminente profundiza los conflictos internos y agudiza las manifestaciones de lo que dio en llamarse la “lucha por la herencia”. Este particular escenario anima un doble proceso de quiebres de lealtades y de nuevas alianzas estratégicas que permita a los dirigentes y otros actores de la estructura política en este caso juarista conservar posiciones de poder en el escenario de la transición. Por supuesto no debe olvidarse “el estilo Nina” en la conducción de las relaciones intrapartidarias con la consiguiente exacerbación de las facetas autoritarias y grotescas, las permanentes remociones y reciclajes de los funcionarios de gobierno, las desiciones arbitrarias y la ausencia de un marco de reglas claras acerca del sistema de recompensas y castigos. Este factor sin duda agudiza las tensiones y colabora en desgastar las bases internas de legitimidad del juarismo.

El interrogante entonces puede girar alrededor de hasta qué punto el juarismo sobrevive hoy como una “cáscara vacía”, con el monopolio de un aparato clientelar todavía fuerte y de la estructura de empleo público provincial y una base importante de dirigentes leales, pero sin alianzas centrales con el poder económico surgido de sus propias entrañas30 y sin vínculos con algunos de sus dirigentes más fieles. Pero sobre todo hasta qué punto ha quedado desnudo de ese manto simbólico que nosotros entendemos ha sido imprescindible para su sostenimiento durante 50 años. Siguiendo a Gramsci ¿en qué medida el juarismo como sector de poder dominante ha perdido el ‘consenso’ y no es más ‘dirigente’, sino únicamente ‘dominante’, detentador de la pura fuerza coercitiva?

La respuesta a esta pregunta que remite a aquella esbozada en el primer párrafo de este apartado respecto a la “realidad” del juego ritual de un acto político, al grado en que sus participantes cargan en sus acciones un sentido legitimador, es una tarea pendiente que requiere un trabajo de campo más intenso con instancias prolongadas de interacción e indagación en los mismos espacios en que toma forma el mundo juarista. Por esta razón no podríamos denominar la exposición que aquí se ha presentado como un trabajo etnográfico y quizá le falte mucho aún sobre todo en un sentido metodológico para constituirse en una seria propuesta de investigación. Es más bien un relato ensayístico que en base a un trabajo de observación externa combinado con un cóctel teórico denso, intenta arrojar algunas premisas y líneas de indagación futuras sobre un fenómeno político que aún llama a ser comprendido.

Hacer inteligible la vida política santiagueña al concebirla formada por una serie de concepciones, ideales, juicios, valores, preocupaciones que exceden en mucho los desarrollos estrictamente políticos lleva a preguntarnos acerca de qué se llevan consigo las crisis y por sobre todo qué texturas se mantienen intactas. Italo Calvino en “Las ciudades invisibles” presentaba a Ersilia como una ciudad en la que “para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, según indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan; quedan solo los hilos y los soportes de los hilos.

Desde la cuesta de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.

Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan más lejos con sus casas.

Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran , sin los huesos de los muertos que el viento hacer rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.”

El cuento nos sugiere que el proceso de cambio será mucho más lento y difícil de lo que los esperanzados esperan. Requiere no sólo eliminar muchos de los ‘hilos’ y los ‘soportes de los hilos’ que se han tejido desde tiempos aún más remotos que los que remiten al nacimiento de Carlos Juárez, sino también aprender a tejer de otro modo, con otras agujas, concibiendo otros puntos y otras tramas posibles. Primero habrá que imaginarlas...

 



Bibliografía consultada :

 

  • Auyero, Javier, "La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo." Manantial, Buenos Aires, 2001
  • Balandier, George, “El poder en escenas”. De la Representación del poder al poder de la representación. Paidós. España, 1994.
  • Berger, Peter, Luckmann, Thomas, "La construcción social de la realidad", Amorrortu editores, Buenos Aires, 1986.
  • Bourdieu, Pierre, "Cosas Dichas", Editorial Gedisa, España, 1996.

"Intelectuales política y poder", Eudeba, Buenos Aires, 2003.

  • Edelman, Murray, “La construcción del espectáculo político”, Manantial, Buenos Aires, 1991.
  • Foucault, Michel, "Un diálogo sobre el poder", Alianza Editorial, España, 1985.
  • Geertz, Clifford, - "La política del significado" en "La interpretación de las culturas"

-"Centros, reyes y carisma. Una reflexión sobre el simbolismo del poder". en "Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas." Ediciones Paidós, España, 1994.

  • Grisoni, Dominique y Maggori, Robert, “Guida a Gramsci”, Milán, Biblioteca Universal Rizzoli, 1977.
  • Masson, Laura Elizabeth, “Despolitizando la política. Mujeres y política social en provincia de Buenos Aires. Tesis de Maestría. Río de Janeiro, 1999.
  • Murillo, Ana, "El discurso de Foucault"
  • Sarlo, Beatriz, “La pasión y la excepción.” Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2003
  • Sidicaro, Ricardo, "Los tres peronismos", Siglo XXI editores, Argentina, 2002
  • Verón Eliseo, “La palabra adversativa” en “El discurso político. Lenguajes y acontecimientos.
  • Verón, Eliseo, Sigal, Silvia, "Perón o muerte", Editorial Legasa, Buenos Aires, 1986
  • Weber, Max, "Economía y Sociedad", Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002

 

NOTAS :

1 Auyero, 2001,pág. 23 subrayado nuestro. Coincidimos con la posición teórica y metodológica del autor en cuanto sugiere que las explicaciones acerca de movimientos como el peronismo y más precisamente acerca de la concurrencia a los actos no debe buscarse en los actos mismos, sino en los lazos, en los vínculos asiduos, en las relaciones continuas, en las memorias y en los proyectos que quienes asisten a tales manifestaciones expresan, reactualizan y renegocian durante esos encuentros. Si bien en esta ocasión no nos introducimos en estos espacios, no desconocemos que son cruciales para comprender muchos de los significados que los actores construyen en relación al juarismo. (Ver al respecto cita 2 y cita 5)

2 Adoptar una visión relacional de los fenómenos tomando en cuenta las intrincadas redes de vínculos que se tejen en estos espacios y las representaciones culturales que las sostienen no implica desconocer el peso de las estructuras. La referencia al aparato justicialista es ineludible a la hora de entender la persistencia del juarismo y más específicamente la multitudinaria concurrencia a los actos. Nos referimos por ejemplo al hecho de que los participantes son en su mayoría trasladados en vehículos de que dispone el propio partido, (incluso colectivos de línea), a la distribución de mercadería, comida, bebida, marihuana,planes trabajar, etc. y al hecho de que los participantes del encuentro forman parte en su mayoría de una categoría sociológica específca.

3"Centros, reyes y carisma. Una reflexión sobre el simbolismo del poder". en "Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas." Paidós, 1994, España, pág. 150

4Como se verá en el transcurso de la exposición, no estamos interesados enidentificar a qué tipo ideal de dominio se acerca más el caso analizado, por lo cual poco importa si Juárezsustenta primordialmente su dominio en un estilo carismático o bien patrimonialista por nombrar los tipos más aducidos. El concepto de carisma en Geertz nos sirve precisamente por cuanto subraya la dimensión simbólica como forma en que el poder puede recrearse y reafirmarse.

5Insistimos en lo sugerido anteriormente: no es el acto por sí mismo como ninguna otra práctica ritual o conjunto de prácticas rituales por sí mismas las que pueden permitir reconstruir la gama total de sentidos que sostienen cualquier grupo de poder u orden de dominio. Una de las grandes ilusiones de la antropología ha consistido precisamente en hacer de los ritos ritos fetiches suponiendo que desde ellos en forma exclusiva puede alcanzarse una cabal comprensión de los procesos y configuraciones de las sociedades en las que tienen lugar. Habría en todo caso que atender a la cocepción foucoultiana del poder como atravesando todo el cuerpo social, el poder como una gran red cuya trama está hecha de trazos de distinto espesor y que por lo tanto no puede localizarse en un punto central, en un foco único de soberanía del cual irradiarían formas derivadas y descendientes. Por el contrario "son los pedestales móviles de las relaciones de fuerza los que sin cesar inducen, por su desigualdad, estados de poder." (Michel Foucault, citado por Ana Murillo,)

6Puede verse al respecto Georges Balandier "El poder en escenas". De la representación del poder al poder de la representación, Paidós, 1996.

7 La presente descripción es el resultado de la combinación de datos obtenidos de observaciones directas y televisivas de distintos actos llevados a cabo entre el año 2002 y 2003.

8 En realidad en toda la jornada desde que los militantes partieron hacia las unidades básicas no ha habido roce entre hombres y mujeres. Las interpretaciones teóricas sobre la constucción de género en eljuarismo se encuentran desarrolladas en la parte titulada “La Señora”.

9 El juarismo se organiza en torno a cinco ramas: La Rama Femenina, la Rama Política, la Generación Intermedia, la Rama Gremial y la Juventud Peronista

10 Cada color identifica un circuito, barrio o una unidad básica de pertenencia. La misma suele explicitarse con inscripciones hechas en el revés del corazón

11Antes y/o al finalizar la largajornada suele entregarse a los asistentes sanguches o choripanes, agua mineral para las mujeres y vino y marihuana a los hombres.

12 Para el presente apartado tomo el acto de cierre de campaña de la candidatura a gobernador“Díaz-Nina”, de octubre de 2002. Dos circunstancias le daban a este comicio un cariz particular: Por un lado la renovación de cargosse daba en el marco de la aprobación por la Cámara de Diputados de un Proyecto de Ley remitido por el Poder Ejecutivo que declaraba la ‘emergencia política’ en la provincia. Este instituto permitió habilitar la caducidad de mandatos y convocar a Convención Constituyente y a elecciones legislativas y del Ejecutivo cuando aún no se había cumplido un año de las anteriores.(Ver al respecto. “Crisis política, emergencia social y elecciones en Sgo. del Estero.” Grupo Política y Ciudadanía en Sgo. del Estero. CICyT-UNSE. ) Por otro lado era la primera vezque el caudillo provincial Carlos Juárez no competía por ningún cargo electivo.

13 Eliseo Verón y Silvia Sigal, 1986.

14 Pierre Bourdieu, 1996, pag

15 En palabras de Bourdieu: “el poder de hacer visibles, explícitas, las divisiones sociales implícitas… el poder de hacer grupos, de manipular la estructura objetiva de la sociedad…”Incluso para Bourdieu una de las condiciones que determinan la eficacia del poder simbólico es el grado en que las designaciones o descripciones se ajustan a las cosas.Ver Bourideu, Op. Cit.

16 Este bajo perfil esconde sin duda una ambigüedad: ¿Cómo performar a una Eva “abanderada de los humildes” cuyo mayor valuarte fue el contacto directo con los pobres, cuando ese contacto no se pone en práctica salvo mediáticamente? Tal contradicción puede en un caso constituirse en una dificultad pero al mismo tiempo acentuar la imagen de la existencia trascendental que se pretende otorgar a los líderes: “materialmente no se encuentra en ninguna parte pero de hecho lo está en todas.”

17Beatriz Sarlo, “La pasión y la excepción”, Siglo XXI editores, 2003

18 Alejandra Dandan, “Mujeres Santiagueñas” Diario Página 12, suplemento “Las 12”, septiembre de 2003. La periodista en su exposición también citaba a Ana Amado investigadora santiagueña en Filosofía y Letras, especializada en temas de género.

19 Por supuesto ninguna construcción social de la realidad parafraseando a Berger y Luckman esuna construcción entre iguales y de esto probablemente se olvidó la fenomenología incluyendo a los autores mencionados. La síntesis bourdeana en este punto también es provechosa: las relaciones de comunicación son siempre, inseparablemente, relaciones de poder, que dependen en su forma y contenido, del poder material y simbólico acumulado por los agentes comprometidos en esas relaciones. En este sentido no todos participan con el mismo peso de determinadas definiciones arbitrarias, aunque con sus prácticas y discursos contribuyan a reproducirlas. Las construcciones son en muchos sentidos imposiciones que dejan de verse por el mantosimbólico que las envuelven (violencia simbólica).

20La consigna era “Díaz-Nina: la razón y el corazón”

21 Como veremos con el caso de Díaz, el concepto de ‘razón’ también es relativo, incluso para los hombres.

22 Esta tensión es aún más fuerte con Nina como primera mandataria. ¿Cómo presentar al corazón tomando desiciones políticas? La forma en que se intenta resolver la contradicción merecería un análisis más extenso porque además nos estamos ocupando de una etapa en la que Mercedes Aragonés aún se posicionaba como “acompañante” del gobernante, pero podemos sugerir que es precisamente con sus ademanes toscos y brutos, (en un mundo de hombres hay que acentuar las formas típicamente masculinas) que intenta afirmarse sobre un lugar en el que le cuesta ganar legitimidad. (Demás está decir que el efecto puede ser precisamente el contrario). Igualmente las noticias en los medios que la muestran resolutiva, firmando decretos o emitiendo comunicados que enseñan las desiciones que ha tomado son estrategias que también se dirigen hacia la misma dirección.

23 La negación simbólica en este sentido es doble: En primer término y esto ya lo han hecho notar algunos autores que han trabajado con la problemática de género en el peronismo, la nominación de las mujeres como asistentes sociales suponiendo que la política sucede en otro lado niega el hecho de que su tarea es en sí misma política, en el sentido de que tiene lugar en un espacio de poder específico y contribuye a sostener determinadas relaciones de poder. A esto Laura Masson al trabajar sobre las manzaneras de Chiche Duhalde en Buenos Aires le llamó “despolitizar la política”. Pero además la negación se produce en tanto la negación de la política esconde el hecho de que la forma en que se insertan a la estructura de poder, en este caso al partido, es subordinada. Vale decir, esta construcción particular produce un desconocimiento de la relación de dominación en la que se inscribe la función asignada a las mujeres. Tal condición se fortalece con una segunda forma de negación: la que permite asignarles simbólicamente un lugar de gobierno que en los hechos no puede ejercerse.

24 Eliseo Verón,“La palabra adversativa” en“El discurso político. Lenguajes y acontecimienos”

25 Beatriz Sarlo, pp. 90, Op. Cit.

26 Parte de esta exposición ha sido presentada en el Informe de Coyuntura citado anteriormente

27Lo característico del discurso de Díaz es que sus paradestinatarios son sólo en forma indirecta las personas que forman parte del público. Lo que hace es un juego en el que para dirigirse a sus líderes emplea como interlocutores a sus ‘compañeros’, (militantes y dirigentes)hablándoles de ellos: El fin último es dialogar con los líderes, no con el público.

28 Max Weber, Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002, pag. 25

29 Eliseo Verón y Silvia Sigal, 1986

30 Esto es fundamental, Néstor Ick está buscando hace ya un año desmarcarse del matrimonio Juárez. La construcción del caso de la Dársena desde su multimedia mostrando el avance de la investigación e incluso un caso casi resuelto con la presentación de las pericias de Prueguer buscaban en todo momento darlo por finiquitado, en tanto el curso que tomaba la investigación en ningún momento lo implicaban. Ha iniciado al mismo tiempo un proceso de establecimiento de nuevas alianzas con actores políticos que se han ido posicionando como posibles sucesores. Hay quienes hablan también de vínculos con el juez Toledo y con la misma jueza Bravo.

 

Imprimir Página Web


regresa a pagina principal www.acilbuper.com.arregresa a pagina principal www.acilbuper.com.arregresa a pagina principal www.acilbuper.com.ar ACILBUPER - REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES DE SANTIAGO DEL ESTERO - www.acilbuper.com.ar